“Debemos admitir que la comprensión es un valor humano clave, ya que sirve de soporte y razón a otros valores que por definición hacen referencia más o menos directa a las conductas y actitudes de hermandad con los demás y se traducen en disposición y voluntad expresa y explícita de acercamiento humano y de ayuda para la resolución de sus problemas y conflictos. Me estoy refiriendo a valores humanos tan fundamentales como: el perdón, la tolerancia, la amabilidad, la misericordia, la compasión, la solidaridad, la individualidad, el altruismo, el respeto y la dialogicidad y algunos más, aunque aquí sólo hago referencia a los que de manera más clara y directa necesitan de la comprensión-amor, para cristalizar; para hacerse realidad en cada ser humano en concreto.
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1. La comprensión y el perdón.
Perdono cuando corrijo mi propia percepción errónea de que alguien me ha querido hacer daño de forma intencionada, con verdadera maldad. Para despojarme de sospechas, rencores, juicios recriminatorios y resentimientos, es necesario que mi mente explique, comprenda los mecanismos internos que han podido impulsar al otro a tratarme de forma injusta, despiadada o desconsiderada. Por la comprensión empática aprendo a ponerme en lugar de quien me ofende, a entenderle, exculparle… ¡Perdonarle!
Es la comprensión quien descarga al ofensor de las maldades de su pasado y al mismo tiempo libera también al ofendido que ejerce el perdón del lastre de inútiles resentimientos y rencores, fomentando en ambos (ofensor y ofendido) pensamientos y actitudes de unidad, plenitud y concordia. La verdadera grandeza de espíritu, la madurez psíquica de un ser humano siempre estarán determinadas por su nivel de comprensión y de tolerancia para con las miserias humanas, por la generosidad y la sensibilidad mostradas con los más necesitados y por la facilidad para perdonar y elevarse por encima de los agravios.
Toda comprensión empática, coronada por el perdón, enriquece mucho más al que da que al que recibe, por la inmensa paz interior que le proporciona. En mi opinión, sólo el que sabe elevarse por encima de los agravios prueba su grandeza de espíritu. En seis palabras lo resumió el poeta inglés Alexander Pope: «Errar es humano, perdonar es divino.»
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2. La comprensión y la tolerancia.
La tolerancia es verdadera virtud, valor humano que se caracteriza por el reconocimiento de las diferencias, por el respeto a los demás y por la convicción de que nadie posee ni la verdad ni la razón absolutas. Para ser tolerante necesito comprender que siempre habrá personas próximas y menos próximas a mí, cuyas opiniones, creencias, estilo de vida, ideología, etcétera, no serán en absoluto coincidentes con las mías, pero que yo debo aceptarlas y respetarlas, pues tienen todo el derecho a ser como son, a ser ellos mismos Es la tolerancia quien hace posible una convivencia civilizada.
Sin embargo, y manteniendo hasta la última letra cuanto acabo de decir en favor de la tolerancia, es necesario matizar que ésta nunca puede ser indiscriminada, tiene un límite: la falsedad, el error, el autoritarismo y la represión no deben ser tolerados.
Jamás debe confundirse la verdadera tolerancia, valor humano que dignifica y engrandece a quien la practica, con la falsa tolerancia o la indiferencia. El nervio central de la tolerancia como virtud humana, que nada tiene que ver con el temor, la sumisión, la humillación o la pérdida de la propia dignidad, es la expresión clara de respeto a los demás, aceptando sus diferencias, lo cual supone una gran dosis de comprensión; pero, de ningún modo, soportar incondicionalmente que alguien nos haga daño impunemente a nosotros mismos o a los demás.
LILA (09´ 09”)
Es un cortometraje dirigido por el escritor y productor argentino Carlos Lascano y protagonizado por Alma García, quien le da vida a Lila, una amante del dibujo y de los colores que logra crear magia en los lugares que visita gracias a sus lápices y colores a través de una libreta.
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3. La comprensión y la amabilidad.
La amabilidad, que me atrevería a definir como necesidad biológica del espíritu que nos arrastra a comportarnos de manera afectuosa y complaciente con los demás, a sentir y compartir gozosamente su felicidad o su desgracia, su alegría o su tristeza, es básicamente comprensión empática, cálida y profunda de la realidad del otro que vivo en mi y la siento como mía.
Bellamente lo expresó Adam Smith en su ya inmortal frase: «Por más egoísta que quiera suponerse al hombre, sin duda hay algunos elementos en su naturaleza que lo llevan a interesarse por la suerte de los otros, de tal modo que la felicidad de éstos le es necesaria, aunque de ello nada obtenga excepto el placer de presenciarla». Porque, en definitiva, comprender es amar y amar es comprender, pues tanto en el amor como en la comprensión hay un denominador común que es “el dar sin demanda”, que diría Khalil Gibran”.
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Dejamos constancia, que nos hemos permitido intercalar enlaces relevantes y algún video relacionado, así como indicar que las letras en negritas y cursivas, son nuestras. Con este recurso deseamos escuchar al profesor Tierno, y sobre todo reflexionar con quien nos sugiere que “una lectura sosegada que facilite tu aprendizaje hacia el equilibrio psicofísico y hacia una profunda paz interior, de la que te sentirás cada vez más pleno, a medida que te adentres en sus páginas. Toda la obra pretende ayudarte a saber vivir y a ser feliz”.
Esta publicación pertenece a la SERIE SOBRE LOS VALORES, LA EDUCACION Y LA DOCENCIA
“Educar para la amabilidad no es otra cosa que educar para la empatía, el amor a los demás, la cordialidad, las buenas formas y en definitiva, para vivir mejor y más en paz con uno mismo y con los demás”.
REDACCIÓN WEB DEL MAESTRO CMF