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Bernabé Tierno: No sirve como educador el que piensa que nada puede hacer para cambiar la conducta de su hijo o alumno

“Todos los cambios, aún los más anhelados, tienen su melancolía, pues lo que dejamos es una parte de nosotros mismos; hay que morir a una vida para entrar en otra” (Anatole France)
“La persona que se acepta es porque ha decidido convivir con su propia realidad, sean cuales fueren las imperfecciones y defectos, de una manera completa, sin reservas. Es consciente de que hay varias cosas que no le gustan, pero también sabe que aceptarse no significa necesariamente gustarse. Desde la aceptación se pueden programar y diseñar con serenidad los cambios y las mejoras que nos permitan gustarnos o convertir en irrelevantes los aspectos menos positivos de nuestra persona.

La autoaceptación conduce directamente a la autoestima. Además, contemplar con serenidad la propia realidad psicofísica y mental nos ayuda a mantener una relación más equilibrada y armónica con nosotros mismos y nos anima y estimula a mejorar y perfeccionar esa realidad. Nadie se sentirá Inclinado a cambiar aquellas cosas cuya realidad niega en sí mismo.

¿CÓMO FOMENTAR LA AUTOESTIMA DEL NIÑO? (01´ 14”)

Si sentimos miedo, somos pobres o somos presa de celos, lo mejor es que nos convirtamos en testigos de nuestro propio miedo, pobreza y celos y hasta que dialoguemos con ellos. Si los aceptamos y no tratamos de negar y combatir su realidad, nosotros seremos cada vez más fuertes, y nuestros temores, limitaciones y problemas, cada vez más débiles.

La ira, la envidia, los temores, los celos y otros sentimientos negativos irán desapareciendo si los aceptamos con serenidad y les perdemos el respeto. Reconozcamos y aceptemos nuestras limitaciones y temores, pero sin identificarnos con ellos, poniéndonos por encima.

Trate de imaginarse libre de su envidia, sus celos o sus miedos y compórtese así durante unas horas tan sólo. Comprobará que se siente mejor.

CADA CUAL PUEDE SER COMO SEA CAPAZ DE VERSE A SI MISMO

“No son las malas hierbas las que ahogan la buena semilla, sino la negligencia del campesino” (Confucio)

Termine de ver qué es lo que más le gusta de sí mismo y qué es lo que menos le gusta. Decida aceptar lo que no le gusta como realidad propia desde la que ha de partir a una notable mejora y perfeccionamiento. Es importante que se ame a sí mismo hasta en esas limitaciones, para crear el equilibrio psicofísico necesario que le permita verse a sí mismo en una dimensión personal renovada y perfeccionada. Con esta nueva imagen de sí mismo, pero siendo consciente de la propia realidad negativa que acepta, intente comportarse, vivir y sentir tal y como desea ser.

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Si es constante y realiza el esfuerzo en calma y paz consigo mismo, se producirá una mejora y transformación en aquellos aspectos que menos le agradan de su propia persona. Las vías de la libertad, de la creatividad y de la dialogicidad le conducirán sin duda al logro incomparable de la aceptación de si mismo. Usted será, en definitiva, lo que decida ser. Como padre y como educador, trabaje intensamente en la aceptación de sí mismo; sólo así estará capacitado para enseñar a sus educandos a quererse y a aceptarse tal cual son y a perfeccionarse, mejorar y realizar los cambios necesarios desde la autoaceptación serena.

Las corrientes vitalistas del pensamiento filosófico contemporáneo, que van desde el individualismo existencialista hasta la comunión personalista, pasando por el historicismo y la “Filosofía de los Valores”. han interpretado al hombre no como una idea abstracta, magnífica en su concepción, pero estática y petrificada en la eternidad de su esencia («momias conceptuales» las llamaría Níetzsche), sino como un proyecto inacabado, siempre haciéndose a golpe de decisión y libertad.

Si esto es así, nada más lejos que concebir al hombre como una idea inmutable. Por eso la moderna Psicología, coincidente con los filósofos, mira al hombre como una «estructura abierta», es decir, susceptible siempre de cambio y modificación. Las estructuras de la personalidad se van construyendo mediante procesos de aprendizaje que nunca acaban, pues siempre estamos aprendiendo de algo o de alguien.

Pero lo mismo que hemos aprendido una conducta la podemos desaprender. Todo lo aprendemos, lo bueno y lo malo, lo justo y lo injusto lo que importa es que el rumbo que demos a nuestros cambios siga la flecha que les marcan los valores en los que creemos.

El  sentido de fugacidad que tiene la existencia humana no tiene que hundirnos en el derrotismo pesimista, sino alentarnos en el optimismo fundamental de que siempre es posible crecer como personas. Podemos crecer en sabiduría y conocimiento: siempre es posible amar un poquito más y hacer más felices a cuantos nos rodean. Podemos realizar nuevos valores; siempre es posible hacer algo más; nadie puede decir que lo ha hecho todo.

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El convencimiento de que “el hombre es siempre el mismo, pero nunca lo mismo”, como decía Goethe, debe llevarnos a considerar a los demás como “realidades vivas”, siempre en tensión hacia el cambio, hacia nuevas fronteras de superación.

No podemos etiquetar al prójimo y dejarle anclado en su pasado como si el cambio no fuera posible. A veces decimos muy seguros de nuestra perspicacia: «No te fíes de Fulano, lo conocí hace 10 años y te puedo asegurar que es un tramposo». Al hacer esta afirmación es como si estuviéramos negando los 10 años transcurridos en la vida de esa persona. En ese lapso de tiempo han podido ocurrir muchas cosas, esa persona ha podido cambiar. ¿Por qué negarle esa capacidad de cambio?

Educar significa aceptar la capacidad que el ser humano tiene de perfeccionamiento. No sirve como educador el que, abandonándose a determinismos psicológicos o sociológicos, piensa que nada puede hacer para cambiar la conducta de su hijo o alumno. El educador es el hombre de la esperanza, el que confía en la libertad del educando más allá de los condicionamientos que amenazan su desarrollo como persona.

Ya sé que nadie es buen juez de su propia causa, pero ármese de objetividad y sinceridad y mantenga una animada charla consigo mismo sobre lo que le gusta o le disgusta más de su persona. Confeccione una lista con lo positivo y otra con lo negativo, según su propio criterio.

LO QUE MÁS ME GUSTA: 

  • En mi cuerpo:
  • En mi conducta:
  • En mis cualidades intelectuales:
  • En mi carácter:
  • En mis afectos y sentimientos:
  • En mis relaciones con los demás:
  • En mi trabajo: … en mis estudios:

LO QUE MENOS ME GUSTA:

  • En mi cuerpo:
  • En mi conducta:
  • En mis cualidades intelectuales:
  • En mi carácter:
  • En mis afectos y sentimientos:
  • En mis relaciones con los demás:
  • En mi trabajo: … en mis estudios:”.

En las redes puede Usted encontrar enlaces que ofrecen descargas PDF (gratuitas) de la obra del profesor Tierno. Nuestra Fuente es:  VALORES HUMANOS (15-17)

Dejamos constancia, que nos hemos permitido intercalar enlaces relevantes, un video relacionado, así como indicar que las letras en negritas y cursivas, son nuestras. Con este recurso deseamos escuchar al profesor Tierno, y sobre todo reflexionar -como él lo sugiere en su obra-: “una lectura sosegada que facilite tu aprendizaje hacia el equilibrio psicofísico y hacia una profunda paz interior, de la que te sentirás cada vez más pleno, a medida que te adentres en sus páginas. Toda la obra pretende ayudarte a saber vivir y a ser feliz”.

Esta publicación pertenece a la SERIE SOBRE LOS VALORES, LA EDUCACION Y LA DOCENCIA

“Ahora más que nunca necesitamos personas con entusiasmo, personas que hacen cosas y no se dedican a criticar a las demás” (23/04/2014),

REDACCIÓN WEB DEL MAESTRO CMF



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