El profesor Louis Germain, escribió a su alumno, Albert Camus, después de recibir el Premio Nobel: “El pedagogo que quiere desempeñar concienzudamente su oficio no descuida ninguna ocasión para conocer a sus alumnos, sus hijos, y éstas se presentan constantemente.” (Albert Camus el Premio Nobel que no olvidó a su profesor), y Thomas Alva Edison reconoció que fue su madre la que me hizo como era: “Fue tan leal, estaba tan segura de mí, que yo sentía que tenía un motivo para vivir, alguien a quien no decepcionar«. (Sufrió de dislexia, fue separado de la escuela, sus profesores pensaron que no era muy inteligente y su madre lo educó).
Ambas anécdotas nos dan la premisa para tratar un tema, como el fracaso, que quisiéramos no tocara nuestra puerta: pero que alguna vez hemos tenido que enfrentar, negar o superar, y que solo se vence con el desarrollo de la capacidad de la resiliencia.
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Esperamos que esta publicación, aparte de sugerirle lean los enlaces escritos con negritas en el párrafo anterior, nos recuerde que el fracaso es lo que en Psicología llaman “gestión de las expectativas”, y forma parte del proceso normal de aprendizaje en los seres humanos, pero que “paraliza” cuando nos invade el miedo irracional, el pánico, el estrés, la inseguridad, el deseo de ocultarse, … que hace que vivamos con un constante temor a cometer el mínimo error. Y es en la escuela donde necesitamos de los profesores capacitados, quienes, con los padres de familia, encontrarán, con paciencia, perseverancia e ilusión, cómo ayudar a los niños y jóvenes -de manera individual- a salir de esa sensación negativa que lleva a perder las riendas de la vida, a causa del fracaso, la frustración, desarrollando esa la capacidad de superar la adversidad, que llamamos resiliencia.
Algunas páginas educativas opinan “que fracasar es algo bueno y que constituye una oportunidad, ya que de ahí surgen lecciones de vida que no obtendríamos de otro modo. Escuchamos por todas partes que la clave del éxito es el fracaso y que tocar fondo es necesario para alcanzar el cielo del éxito. Pero como Aristóteles decía del ser, el fracaso se dice de muchas maneras. […]
El discurso exitoso sobre el fracaso considera el fracaso desde una perspectiva individual. Se dice que quien fracasa al menos lo ha intentado, y que quien lo ha intentado ya ha logrado algo. El intento ya es de por sí meritorio, un éxito en algún sentido. […] Pero siempre es un individuo quien lo intenta y quien fracasa. Basta con teclear «fracaso» en cualquier banco de imágenes para percatarse de que el fracaso es el del individuo. Quien fracasa es alguien en su soledad. […] esta retórica del fracaso olvida las circunstancias sociales y sociológicas desde donde se fracasa.
Fracasar se dice de muchas maneras, pero quizá necesitemos mayúsculas más grandes para que quede grabado a fuego que el discurso del fracaso motivacional funciona… siempre que se pueda fracasar. A la postre, todo es una cuestión de posibles. Tener la capacidad de fracasar una, dos o tres veces y seguir perteneciendo al mismo y exitoso grupo social de referencia, eso sí es un éxito, a pesar de que se camufle tras la máscara de la retórica del fracaso.”
Éxito y fracaso, ¿Dos caras de una misma moneda? (11´ 31”)
Los seguidores del concepto del fracaso retórico, consideran que lo que les garantiza la libertad respecto del fracaso real, es siempre pueden fracasar, e incluso fracasar mejor. “Lo más peligroso de este discurso es que con el happy failure (fracaso feliz) se invisibilizan las razones del fracaso de los verdaderos perdedores de la sociedad” de los grupos marginados, ignorados, de los colectivos estigmatizados que no pueden permitirse la retórica del “fracasamejor”; algunas veces “por cuestiones de género, raza, clase o condición sexual” y que “viven de antemano en una situación marginal, «fracasada» en algún sentido y lejos de esos «posibles» o de esas formas del capital económico, cultural o social. […] Colectivos a quienes la retórica del fracaso mantiene en el fracaso material en el que están y les condena a reproducirlo, pues se nos dice que quien no ha tenido éxito es porque no lo ha querido con las fuerzas necesarias, porque no ha fracasado lo suficiente.
Como se ve, la retórica del fracaso no solamente pretende explicar las desigualdades, sino que además las justifica en el orden simbólico: el verdadero fracasado sería quien no ha querido lo suficiente, no quien difícilmente podía. […] Ante tal situación, hay dos posibles salidas: o bien universalizar las condiciones materiales que permitan disfrutar de la retórica del fracaso, o bien detectar las razones de la reproducción social del fracaso y denunciarlas.” Cf Por qué el fracaso no es la clave del éxito como muchos defienden.
El síndrome del fracasado o sindrome del fracaso es una sensación abrumadora que muchas personas experimentan, pero que rara vez se discute abiertamente en el ámbito escolar, y menos con los padres de familia, para evitar “malos entendidos”. Si bien no existe oficialmente un síndrome reconocido llamado «síndrome del fracaso» o «síndrome del perdedor» en la psicología o en la psiquiatría, son cada vez más comunes las personas que tienen sentimientos continuos de fracaso que se sienten atrapadas en una espiral de pensamientos. negativos y autodestructivos. Estos patrones de pensamiento les impiden avanzar y alcanzar sus objetivos.” (Juanjo Ramos, Cómo superar el síndrome del fracasado). Y este síntoma limita disimuladamente nuestros esfuerzos pedagógicos, nuestras ilusiones para que nuestros estudiantes encuentren su propio itinerario de aprendizaje y lleguen a tener la madurez del pensamiento crítico.
Algunos autores, consideran que el Síndrome del fracaso se origina por varios detonantes, como el tener una baja autoestima, sentirse derrotado o andar frustrado antes de empezar cualquier tarea, espera sentado su oportunidad, comenta la suerte que tienen los demás, se lamenta que los tiempos están muy difíciles, no se esfuerza en conseguir nuevos conocimientos, cree que sin recomendaciones no se logra nada, y confía y aguarda que vengan tiempos mejores. (Síntomas del fracasado).
“Para no caer en la frustración, en el síndrome del fracaso perpetuo o en la idea de conformarnos con algo que no estábamos buscando y que es mucho menor a nuestras ideas principales, lo primero que debemos de hacer es:
- establecer una meta clara,
- dominar ampliamente el área al que vamos a dirigirnos,
- contar con un ambiente que nos favorezca en nuestro plan y
- mostrar aptitud para conseguirlo.
En algunos casos, para evitar el síndrome del fracaso perpetuo se recomienda la ayuda de un orientador o mentor que nos guíe y ayude a establecer las pautas a seguir durante todo el camino. Personas cercanas y de confianza (como los padres y profesores) que orienten a tener claridad de lo que quiere, ser capaces de elaborar un itinerario o plan, prever estrategias cuando “las cosas comienzan a torcerse” y tener un “Plan B”. Aparte de saber que siempre habrá factores externos, que no dependen de nosotros y que no se deben ignorar o simplemente no querer mirar. (Sincroniza tu talento), y que a veces es necesaria la ayuda de profesionales especialistas que ayudarán a buscar y encontrar por dónde empezar para mejorar la resiliencia y tu bienestar mental.
La formación inicial docente debe preparar y capacitar a los futuros profesores, para observar y detectar aquellos estudiantes, especialmente en los primeros grados, que requieran orientación especial por mostrar indicios del “síndrome del fracaso”. Ya sea porque muestran indicios de inmadurez emocional de acuerdo a su edad, por ejemplo: reacciones débiles al estrés, poca tolerancia a la frustración o al rechazo, inhibición, o dependencia de los adultos, …. Y es justamente que, algunas veces, no se les presta la debida atención, y hacen más fácil a los estudiantes al grupo de «alumnos con dificultades para aprender».
La licenciada María I. Bordas nos advierte que “casi todos los alumnos comienzan la escuela con entusiasmo, pero con el tiempo algunos descubren que la experiencia les provoca ansiedad y se sienten amenazados psicológicamente. A muchos de ellos se les hace difícil que su desempeño sea supervisado en el aula donde el fracaso conlleva la humillación pública. Por lo tanto, no es sorprendente que algunos alumnos, especialmente los que han experimentado una historia o un ciclo reciente de fracaso, empiecen a creer que carecen de aptitudes para tener éxito. Con el tiempo, estos niños, jóvenes abandonan cualquier intento serio para hacer bien las tareas y empiezan a concentrarse en preservar su autoestima ante sus propios ojos y su reputación a los ojos de otros. [Y estos estudiantes] necesitan ayuda para recobrar la confianza en sus habilidades académicas, desarrollar estrategias que los ayuden a enfrentarse al fracaso y persistir en los esfuerzos para la resolución de problemas cuando se presenten.” (Síndrome del fracaso)
“El profesorado cumple un papel fundamental en el desarrollo de estrategias dirigidas a este tema, debido a que posee una gran cantidad de conocimientos sobre los estudiantes y las formas de apoyarlos (Sotardi, 2018). Los maestros pueden ayudar a los estudiantes a identificar y abordar el estrés causado por las experiencias de fracaso escolar; no obstante, para lograr desempeñar esta función de manera adecuada, es necesario conocer cómo el estudiantado lo representa (por ejemplo, bajas calificaciones, dificultades de aprendizaje, reprobación, rezago, abandono) y cuáles son los recursos, las herramientas e ideas sobre el afrontamiento y sus distintos enfoques reportados en la producción científica.” Afrontamiento del fracaso escolar: un estudio desde la perspectiva del profesorado
En consecuencia, analizar cada fracaso, para no quedarnos en él -buscando culpables- y cómo superar ese momento, es una actitud que como docentes debemos tener y motivar tener en nuestros estudiantes, pues es un fenómeno humano y escolar que afecta el quehacer humano de manera inesperada, y no tiene por qué convertirse en una sensación desmoralizadora a largo plazo. Un primer paso, -según James Raffini-, es reconocer que aun cuando nuestros estudiantes usen estrategias que son finalmente contraproducentes (como no hacer esfuerzo, llegar tarde, copiar en los exámenes y demás), su objetivo es, en realidad, proteger su autoestima. Identificar los orígenes del fracaso, es sugerido para que no venza el desánimo.
Si deseamos ayudar a nuestros estudiantes a aceptar, analizar y superar algún fracaso, quizá podamos sugerirles:
- no distraerse con el miedo a fallar,
- revisar lo que se ha hecho para encontrar el error o los errores,
- buscar motivaciones para no desalentarse,
- no atribuirlo a la carencia de aptitudes,
- ver el esfuerzo como una inversión, no como un riesgo;
- interpretar el desarrollo de las habilidades como crecientes y de dominio específico y
- confiar en su puede lograr maestría o dominio sobre el fracaso. (Brophy, 1986).
Debido a que en la tarea docente la recompensa potencial —tener estudiantes que valoran el aprendizaje por sí mismos— no tiene precio, es de vital importancia que los padres, maestros, coordinadores y directores de las escuelas dediquemos un poco de tiempo a reflexionar juntos este tema, y animarnos siempre a propiciar, mantener y mantener viva la llama de la motivación de los estudiantes para aprender, a pesar del o los fracasos. (cf De la motivación y del síndrome de fracaso, pag 26). «El que teme al fracaso limita sus actividades. El fracaso es solo la oportunidad de comenzar de nuevo con más inteligencia.» (Henry Ford).
“Está bien celebrar el éxito, pero es más importante prestar atención a las lecciones del fracaso.” (Bill Gates)