Para responder al desafío del cierre de las escuelas en el mundo, a causa del Covid 19, casi todos los países hay en el mundo encontraron el mismo camino: la educación a distancia, y de esta manera enfrentaron el desafío de la continuidad de la formación académica de los estudiantes. Pero en cuanto a los métodos, las herramientas y los recursos, cada uno exhibe su individualismo y la autosuficiencia, que lastimosamente lleva a perder la experiencia del otro. A muy pocos se les ocurrió la búsqueda de soluciones comunes para continuar la educación planificada e interrumpida ante una imprevisible pandemia mundial que no se sabía cuándo finalizaría. Y esta falta de comunicación y de “compartición” de las experiencias locales y nacionales, -a pesar del avance de las comunicaciones-, cada uno marchó a su propio ritmo. Se hizo realidad que detrás de esa conductas se escondía el egoísmo de una competencia tan prpia de los que hacen de la Educación un negociado.
Fuimos testigos que en ese tiempo de lucha contra el Covid 19, “cada país bailaba con su pañuelo” o cada uno se las arregló como pudo. Y lo mismo sucedió con las políticas educativas ante el cierre de las escuelas. Los Foros Mundiales sobre la Educación, en los cuales se acordaba unir esfuerzos y sumar logros, siguieron quedando en el papel, como documentos y recuerdos de reuniones con fotos en locales de cinco estrellas. Los documentos elaborados -salvo raras excepciones- ahora son parte de alguna estantería o textos de consulta de las bibliotecas y las redes. La tecnología de comunicación digital que ya estaba vigente cuando llegó la pandemia, nos ha ayudado muchísimo -salvo mejor opinión- para no de descontinuar la educación de millones de niños y jóvenes en el mundo, que tuvieron la oportunidad de tener algún recurso tecnológico digital. Sin embargo, podemos afirmar que se siguió en la búsqueda de nuevos itinerarios, algunos fueron valientes y pidieron ayuda, colaboración y asistencia. Y también nos dimos cuenta que la conexión digital no basta para unir a los países en un pacto educativo global.
LOS RETOS DE LA EDUCACIÓN DESPUÉS DE LA PANDEMIA (01´ 55”)
Es verdad que la emergencia sanitaria fue prioritaria y que los desbarajustes económicos, sociales, psicológicos, políticos, … causados por el Covid 19, necesitaron ser vistos con prioridad, como emergencia de la humanidad, pero la educación también mereció una atención especial. Tanto así, que la Cuarta Revolución Educativa que se vislumbraba como el futuro de la educación en le Siglo XXI, con la introducción de la tecnología digital, las TIC, la robótica y la inteligencia artificial, llegaron (al menos a plantearse como teoría) sin mayor discusión ni deliberación. La tecnología nos ayudó muchísimo más de lo que pensábamos, e hizo que algunos profesores (reticentes a ella) se tuvieran que “alinear”, actualizar, … con las clases virtuales y la comunicación virtual, para adaptar a su realidad las herramientas que se iban perfeccionando cada día. MUCHOS DE LOS DESARROLLADORES DE TECNOLOGÍA EDUCATIVA NO ENTIENDEN NADA DE EDUCACIÓN
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Como no se pudieron realizar las reuniones internacionales sobre educación (en los extremos del mundo, y con buen negocio para las líneas aéreas y hoteles), por las restricciones sanitarias, nos dio la impresión que algunos de los responsables de las políticas educativas no sabían que existen los medios virtuales como recurso para sus reuniones, y fueron los profesores quienes a fuerza de usar el internet, hicieron patente la importancia de la educación a distancia e hizo aparecer nuevas rutas pedagógicas para la Educación. La velocidad de la llegada de la tecnología a Educación se hizo apremiante y, ahora, podemos decir que fue una oportunidad muy buena.
Si bien la respuesta inmediata, a la educación a distancia o el uso de los recursos virtuales ante la necesidad de cerrar las escuelas, nos ha hecho pensar que vale la pena respondernos y no quedarnos en el “limbo pedagógico”, hoy podemos preguntarnos:
- ¿Nos hemos puesto de acuerdo entre profesores y con las autoridades educativas cercanas que tuvimos? ¿O nos fuimos al otro lado del mundo a er qué hacían?
- ¿Hemos ha consultado a cada uno de los agentes del proceso educativo enseñanza – aprendizaje, o hemos seguido haciendo lo que el “jefe” ordenaba, sin dudas ni murmuraciones?
- ¿Hemos sido capaces de intercambiar ideas, experiencias, materiales, retos, posibles soluciones, … entre países vecinos o regionales?
- ¿Qué acciones comunes locales, regionales, continentales o mundiales se tomaron ante la catástrofe educativa causada por la pandemia?
- ¿Hemos identificado y buscado soluciones a problemas comunes?
Ya casi olvidada la etapa del encierro y el uso exclusivo de la educación a distancia, diera la impresión que cada país ha trató de “inventar la pólvora” con la educación a distancia. No es tan difícil intuir que todavía cuesta aprender de la experiencia del otro, y asimilar el mensaje del filósofo francés Voltaire (1694- 1778): “Hay alguien tan inteligente, que aprende de la experiencia de los demás”.
¿Cuánto hemos aprovechando el camino con el que hemos ido perfeccionando el uso de las TIC durante la pandemia? ¿Sabemos ahora (realmente) gestionar la tecnología digital para uso educativo? ¿Seguimos todavía en la discusión entre la aceptación o la prohibición del uso de los celulares o móviles en las escuelas o en la educación, sin previo análisis a nuestra realidad? ¿Cuánto hemos avanzado en el buen uso de la tecnología del internet como recurso educativo? ¿Aprovechamos el acercamiento que ofrece la comunicación virtual? … ¿Somos conscientes que las relaciones digitales, que eximen del laborioso cultivo de una amistad, de una reciprocidad humanan estable, e incluso de un relación que madura con el tiempo, pueden llevar a un mayor individualismo, o a una falsa sociabilidad? ¿Tomamos las precauciones educativas para que la comunicación digital no disimule y amplifique el individualismo que también se expresa en la xenofobia y en el desprecio de los débiles y necesitados de atención en le proceso de enseñanza – aprendizaje?
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El psicólogo canadiense Albert Bandura sostiene que “todos aprendemos mucho observando los comportamientos y actitudes de otros y evaluando los resultados de esos otros comportamientos”. Viendo lo que hacen los demás, tuvimos la oportunidad de mejorar, descartar o tomar otras propuestas educativas. “Tanto es así que se ha llegado a la conclusión de que el aprendizaje se basa en la regla del 70:20:10, donde el 70% de lo que se aprende se consigue a través de las experiencias, el 20% es fruto de las interacciones con los demás y el 10% restante es aprendizaje puramente formal. Es el llamado “social learning”: aprender con y de los demás y construir conocimiento dentro de una organización” que se elabore con el aporte de todos. ¿Qué tanto nos interesa hoy?
Está en nuestras manos “el aprovecharnos de ese social learning, no solo usando las plataformas tecnológicas que tengamos a nuestro alcance, sino siendo curiosos, preguntando, y fijándonos en lo que hacen otros. A muchos les asalta la duda de cómo hacer para aprender por su cuenta si a duras penas les da tiempo a sacar adelante sus obligaciones diarias. Pero es que no se trata de sentarse a hacer un curso online de un montón de horas, sino que hay que acercarse a los demás, pedir opiniones y consejos y no avergonzarse de reconocer que sabes menos que el otro de un tema en concreto y que por ello necesitas de su ayuda”. EL “SOCIAL LEARNING”, O EL APRENDER DE LA EXPERIENCIA DE LOS DEMÁS
La pandemia, aceleró y amplificó muchas de las urgencias y emergencias que ya habíamos constatado antes de su llegada. Con la diferencia que nos obligó a respuestas rápidas, en todo el mundo a través de plataformas educativas informatizadas, que han mostrado no sólo una marcada disparidad en las oportunidades educativas y tecnológicas, sino también, que debido al confinamiento y muchas otras deficiencias sociales existentes, algunos de nuestros estudiantes se quedaron atrás en el proceso natural de desarrollo pedagógico, humano, social, emocional, … Y una de las deficiencias más grandes que podemos verificar fue el individualismo por encontrar cada uno paradigmas propios, que ha llevado a la avaricia intelectual y el beneficio económico desmedido del servicio educativo como aprovechamiento para hacer más ricos a los que ya venían viviendo de la “plusvalía” y la injusticia que algunos gobiernos han permitido. Si la sociedad se rige primariamente por los criterios de la libertad de mercado y de la eficiencia académica, las excelencias de recursos pedagógicos y el pago de cuotas, seguiremos en un sistema educativo exclusivo y excluyente. La fraternidad será una expresión romántica más, pues mientras en nuestro sistema educativo haya una sola persona descartada, “no habrá una fiesta de fraternidad universal”. “Una sociedad humana y fraterna es capaz de preocuparse para garantizar de modo eficiente y estable que todos sean acompañados en el recorrido de sus vidas, no sólo para asegurar sus necesidades básicas, [ como la educación y la salud] sino para que puedan dar lo mejor de sí, aunque su rendimiento no sea el mejor, aunque vayan lento, aunque su eficiencia sea poco destacada”. (cf FT 109 – 110)
La catástrofe educativa causada por la pandemia del Covid 19, nos guste o no la definición, causó pérdidas educativas nunca pensadas, agudizó las desigualdades, las deserciones escolares, la mayor paralización educativa de la historia que vivimos, con el cierre de escuelas en más de 160 países, y el enfrentarnos a «una catástrofe generacional que podría desperdiciar un potencial humano incalculable, socavar décadas de progreso y exacerbar las desigualdades enquistadas«. Las decisiones que los gobiernos tomaron fue de un impacto duradero en cientos de millones de jóvenes y en las perspectivas de los países en vías de desarrollo para las próximas décadas. (cf António Guterres). Una de las mayores falencias es (en algunos sistemas educativos) haber ignorado a los estudiantes con discapacidades o en situaciones vulnerables antes de la pandemia, ellos han sido (y aún son) los ignorados o simplemente no son parte del panorama educativo a atender después de la última catástrofe educativa.
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Recordemos que, en no pocos países, “las escuelas no sólo proporcionan educación, sino que también ofrecen protección social y nutrición, especialmente a jóvenes vulnerables. La crisis del coronavirus amplió las desigualdades. Las niñas, los refugiados, los discapacitados, los desplazados los estudiantes con NEE, las familias disfuncionales, y los estudiantes del campo o de zonas rurales resultaron (y resultan) los más vulnerables. No pocos de nuestros alumnos aún tienen oportunidades limitadas para continuar una educación con los últimos recursos tecnológicos y digitales que deberían tener. cf CATÁSTROFE EDUCATIVA POR LA PANDEMIA AGUDIZA LA DESIGUALDAD
La pandemia nos enseñó -salvo mejor parecer- que en Educación “el individualismo no nos hace más libres, más iguales, más hermanos. La mera suma de los intereses individuales no es capaz de generar en mundo mejor para toda la humanidad. Ni siquiera puede preservarnos de tantos males que cada vez se vuelven más globales. El individualismo radical es el virus más difícil de vencer; engaña. Nos hace creer que todo consiste en dar rienda suelta a las propias ambiciones, como si acumulando ambiciones y seguridades individuales pudiéramos construir el bien común”. Ojalá que la experiencia de la pandemia cumpla su misión educativa de enseñarnos que los otros existen y los derechos no se mendigan. Que la Educación debe estar al alcance de todos, y por igual. (cf Germán Alarco, GESTIÓN).
Somos educadores (que creemos en la vocación) quienes tenemos que preocuparnos continuamente por poner atención a las necesidades mentales, emocionales, físicas, psicológicas, materiales, familiares y educativas de los otros agentes del proceso educativo. “El Covid nos ha demostrado cuán complejo es el trabajo de la enseñanza y cuán importantes son los maestros en nuestras sociedades”, (David Marsh), en estos campos tan dejados “para después”, que se aprovechan los malos políticos y dirigentes, este inesperado salto del presente al futuro, que nos obligó la pandemia, sin mayor deliberación, implica el surgimiento de nuevas pedagogías, nuevos caminos educativos, … que deben tener como núcleo común la suma de las experiencias, y el logro de un nuevo pacto educativo global. (Actualizado el 03/01/2025)
REDACCIÓN WEB DEL MAESTRO CMF