“Un cambio en nuestra práctica requiere un cambio en nuestro pensamiento. Nuestra práctica de liderazgo no puede separarse de sus teorías subyacentes.” (Thomas Sergiovanni).
Puede suceder en la velocidad de situaciones que vivimos a diario en la institución educativa, que ante un problema a resolver (tomar decisiones) nos “abramos” solamente a la escucha de lo que dice nuestra cabeza, pero no atendamos lo suficiente a lo que expresa nuestro corazón.
Hay un autor, Thomas Sergiovanni (2001) que puede iluminarnos en ese buen intento que sería la búsqueda de armonía entre lo que pensamos, lo que sentimos y lo que hacemos en nuestra gestión del liderazgo. A tal punto que yo piense lo que siento y lo que haga. Sienta lo que pienso y lo que hago y haga lo que siento y lo que pienso. La armonía de la cabeza, del corazón y de las manos.
Seguramente la propuesta no es fácil de ejecutar, pero vale la pena que hagamos los intentos.
Cuando hablamos de la cabeza nos referimos a las ideas, creencias, suposiciones, concepciones. Respecto al corazón, valores, compromisos, expectativas, pasión. Y la mano representa nuestro hacer en el liderazgo, expresa nuestro ser artesano y creador.
La cabeza y el corazón juntos pueden guiar, apuntalar y fortalecer las capacidades de liderazgo. El corazón del liderazgo da forma a la cabeza del liderazgo que a su vez impulsa las decisiones y la práctica: la mano.
Ahora, nuestro liderazgo se desarrolla en una comunidad que escucha, investiga e indaga y es nuestra responsabilidad fortalecer sus “latidos cardíacos” para ser fuertes y resilientes ante las dificultades. La comunidad es el factor más importante en el logro de mejores aprendizajes y de un clima institucional de salud y bienestar. Y sus líderes son parte integral en el proceso de crear y fomentar una comunidad auténtica reflejando a través de sus vidas sus creencias y valores. De este modo se convierten en “comunidades de la mente”, con ideas, ideales y propósitos compartidos por todos los actores.
Tener claro que cada comunidad es única e irrepetible por sus creencias, valores que declara públicamente y el propósito que la mueve, por lo tanto, requiere desarrollar su propia teoría y práctica sobre el liderazgo que la haga crecer atendiendo a sus necesidades. El líder tiene que adaptarse y estar al servicio de la institución educativa, que sintonice tanto con la cabeza como con el corazón y que resulta de la mano de las prácticas.
Practicando la reflexión:
- ¿Cómo puedo armonizar mi corazón y mi cabeza en la gestión de mi liderazgo en la escuela?
- Trato de ser consciente al Identificar lo que pienso y lo que siento en mis prácticas de liderazgo…
- ¿Cuáles de estas experiencias quisiera mejorar o modificar?
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Autor: Duilio Bompadre, ciudadano argentino, nacido en Buenos Aires, Argentina. |