En el apasionante mundo de la enseñanza, el profesor Francisco Ayén emerge como una figura destacada. Con una sólida experiencia como docente de Geografía e Historia en educación secundaria en Alicante, España, Ayén no solo se limita a la transmisión de conocimientos, sino que también comparte su valiosa perspectiva en cursos para otros profesores y como coautor de libros de texto especializados. Su compromiso con la mejora continua se refleja en la periodicidad con la que revisa y actualiza sus enfoques pedagógicos.
En este contexto, Ayén nos introduce a su artículo sobre “Cómo mantener la autoridad en el aula”. Alejándose de las teorías pedagógicas convencionales, el profesor comparte sus reflexiones basadas en experiencias prácticas y enriquecedoras. Inspirándose en el pensamiento de Maquiavelo y fusionando conceptos de amor, temor, desprecio y odio, Ayén nos guía a través de su perspectiva única sobre la gestión de emociones en el aula. Su enfoque equilibrado entre ser amado y ser temido, así como su énfasis en la importancia de la preparación, la aplicación de normas con rigor y la flexibilidad en el desarrollo pedagógico, ofrece a sus colegas y lectores una reflexión profunda sobre la compleja tarea de mantener la autoridad docente.
Artículo relacionado: Michael Apple: Hemos conseguido que los niños odien leer
Enfoque práctico del profesor Francisco Ayén
Ayén, lejos de basarse únicamente en teorías pedagógicas, ha forjado su propio camino a través del ensayo y error en el terreno. Reconoce que no existe una fórmula única, y cada docente debe encontrar lo que funcione mejor para él, adaptándolo a su personalidad y estilo de enseñanza.
Maquiavelo y la gestión emocional
Sorprendentemente, el profesor Ayén recurre a un pensador político del Renacimiento, Maquiavelo, para abordar la gestión de las emociones en el aula. Inspirado en “El Príncipe”, Ayén destaca la importancia de ser amado y temido para mantener la autoridad en clase. Sin embargo, recalca que este temor no debe confundirse con el odio, señalando la necesidad de evitar el desprecio y ser percibido como justo y valioso.
Mantener la autoridad sin ser odiado
Para evitar ser despreciado, el profesor debe abandonar la indulgencia excesiva y aplicar rigurosamente las normas de clase, evitando la arbitrariedad asociada con la compasión. Siguiendo una filosofía similar, un príncipe no debe temer ser percibido como cruel si su crueldad busca mantener la lealtad y unidad de sus súbditos mediante castigos ejemplares que previenen desórdenes perjudiciales.
Esta estrategia se respalda en la técnica del positivo dinámico, que busca resultados a través de la gradualidad en la aplicación del castigo, la coordinación con los padres mediante una “pinza” padres-profesor, y la implementación de castigos ejemplares personalizados en lugar de colectivos, promoviendo la corrección de actitudes de manera más efectiva.
La importancia de la preparación y reforzamiento positivo
El profesor Ayén destaca la necesidad de una preparación exhaustiva, tanto académica como pedagógica, para ganarse el respeto de los estudiantes. Además, resalta la utilidad del refuerzo positivo y de recompensar las buenas acciones como herramientas efectivas para ser amado por los estudiantes.
Manejo de estudiantes desafiantes
Enfrento un desafío particular al mantener la autoridad en el aula: los “objetores estudiantiles”. Estos son estudiantes que han decidido no esforzarse académicamente, asistiendo a clase solo para divertirse y destacar de manera negativa. Su comportamiento disruptivo busca obtener atención y mejorar su autoestima al convertirse en los “malos de clase”. Dado que los métodos de corrección convencionales no funcionan con ellos, la única opción efectiva es aplicar un castigo ejemplar, en estos casos donde la participación de los padres es limitada, la expulsión se convierte en la última medida necesaria después de agotar otras vías, como la comunicación con la dirección escolar.
Manejo de sanciones
Cuando se trata de aplicar medidas disciplinarias, la clave reside en hacerlo con sensibilidad y sin generar odio. La expulsión, aunque necesaria en ocasiones, debe entenderse como un acto pedagógico en lugar de un gesto de venganza. Es fundamental que los profesores no expresen sentimientos de odio o impotencia durante el proceso, ya que esto desvirtúa su propósito educativo y se convierte en un mal ejemplo.
La expulsión debe llevarse a cabo de manera serena, sin elevar el tono de voz y mostrando pesar por la situación. Es crucial destacar que la acción es una respuesta automática a la infracción de normas, desprovista de cualquier motivación personal negativa. Transmitir odio solo perpetúa un ciclo destructivo; las actitudes se contagian, y el odio recibido se devuelve, podemos recordar la sabiduría de Maquiavelo, evitar ser odiado a toda costa es esencial para mantener la armonía en el entorno educativo. Aunque pueda resultar fácil sentir empatía hacia estudiantes desafiantes, la enseñanza efectiva proviene de actuar con eficacia, evitando la trampa de expulsiones impulsadas por el odio, que solo provocan más discordia.

Conclusión: una estrategia eficaz para un ambiente de aprendizaje positivo
Para ganar respeto sin caer en la desaprobación por ser demasiado amigable o ser temido sin provocar odio por parecer rencoroso, es esencial:
1. Firmeza en la Aplicación de Normas:
Ser inflexible al aplicar reglas y sanciones, explicándolas detalladamente. No tolerar desorden en clase, incluso tomando medidas disciplinarias estrictas, pero hacerlo sin resentimiento, expresando calma y simpatía hacia el alumno sancionado.
2. Flexibilidad Pedagógica:
Ser adaptable en el desarrollo de contenidos y métodos de enseñanza, priorizando la eficacia pedagógica. Si algo no funciona, cambiarlo antes de que afecte el ambiente en clase.
La autoevaluación es clave; admitir que no siempre se cumple con estos principios y ponerlos por escrito es un paso hacia la mejora continua.
ENLACE DE LECTURA: MANUAL PARA CONSTRUIR LA PAZ EN EL AULA