Jorge Noro: No hay educación sin formación de actitudes, sin contenidos actitudinales

Enfrentar una crisis o un problema con perspectiva positiva, sabiendo que es una oportunidad oculta que, si se toma con buena actitud, será más fácil olvidar e incluso agradecer que ocurriese. Es lo mejor que nos puede pasar. La norteamericana Mary Engelbreit dice:
“Si no te gusta algo, cámbialo; si no lo puedes cambiar, cambia la forma en que piensas sobre ello”, eso pone a prueba el espíritu de amor propio, la confianza en uno mismo, la capacidad personal para superar los obstáculos, la seguridad que esa es la meta que se quiere alcanzar. Algunas veces nos reclamará necesidad de poner todo “en el asador” para salir adelante, porque son signos de una actitud positiva, y esa es la forma de responder mejor a la autoestima y los procedimientos aprendidos para lograr lo que uno se proponga, ya que “las dificultades dominadas son oportunidades ganadas” y esa actitud “es una pequeña cosa que marca una gran diferencia” (Winston Churchill).

El escritor estadounidense sobre autoayuda y superación, Napoleón Hill, en su libro Actitud Mental Positiva, afirma que “la Actitud lo es todo”, y su compatriota Lou Holtz dice que “virtualmente nada es imposible en este mundo si pones tu mente en ello y mantienes una actitud positiva”, porque “la única diferencia entre un buen y mal día es tu actitud” (Dennis S. Brown). Es también muy importante saber que es sabio tener en cuenta que es imposible tenerlo todo bajo control, que cada uno verá qué aprendizaje saca de una experiencia, si busca o no apoyo y que las situaciones negativas y desagradables suelen pasar; y se requiere la sabiduría para saber “qué puente hay que cruzar y qué puente hay que quemar» (Bertrand Russell). Y una buena actitud se caracteriza por tener sabiduría y prudencia, porque pose la ciencia de la reflexión (Prov 8,12).

El profesor argentino Jorge Eduardo Noro dedicado a la enseñanza de la Filosofía y Rector del Instituto Superior de Formación Docente y Técnica Nº 127, relaciona el hábito y la actitud como fundamento del proceso enseñanza – aprendizaje. Él afirma que “La escuela tiene un propósito netamente educativo, y educar es fundamentalmente desarrollar hábitos. […] Los hábitos vuelven estable la conducta y, por sobre los hechos circunstanciales, predisponen a enfrentar al mundo, a la realidad, al obrar y a las personas de un modo determinado: es lo que denominamos actitudes. ¿Qué son las actitudes? Son pre-disposiciones del obrar; se muestran en el individuo “dispuesto y preparado para”, “abierto de manera permanente a”, “habituado voluntariamente”, “interesado en”. […] La actitud es una conducta que se torna habitual y para ello requiere en su progresiva constitución, una iluminación intelectiva y una decisión volitiva. Es un tipo particular de hábitos que se concentra en los aspectos fundamentales de la persona y en sus relaciones con los demás. Las actitudes constituyen un sistema relativamente estable de percepciones y evaluaciones, de sentimientos y emociones, de tendencias a la acción, organizado en relación a una situación significativa o con un objeto propuesto. Engloban elementos perceptivos, interpretativos y valorativos, y una disposición a la acción interior o exterior. […]

En la escuela, la formación de hábitos y de actitudes, y la apertura a los valores está directamente relacionada con la mediación cultural. La escuela tiene como misión social específica: la de educar a través de la transmisión sistemática, critica y creativa de la cultura vigente. La formación educativa básica (hábitos, actitudes, valores) no constituye un fin en sí́ mismo, sino que es condición de posibilidad para el ingreso del sujeto en el medio social y cultural. La formación de actitudes no es exclusividad de la escuela, sino tarea de diversos agentes educativos.

Con la feroz circulación de la información y en el torbellino de la sociedad postmoderna, fueron partiendo de la escuela los conocimientos significativos y quedaron solamente los conocimientos repetitivos y vacíos, luego fueron escapándose los procedimientos, y finalmente nos quedamos sin actitudes. Los alumnos pueden o no aprender, pueden o no hacer… pero en definitiva muchos de ellos, a medida que pasan los años, se van vaciando de interés, conciencia, compromiso y terminan por desnaturalizar la tarea de los educadores y el funcionamiento mismo de la escuela. Unos y otros (asociados a un sistema cómplice) montan una gran escena y en ella desempeñan teatralmente roles en los que cada uno finge creer y actuar lo que en definitiva no es ni hace.

Esta situación (que podemos observarla, padecerla relativizarla o negarla) no se resuelve solamente devolviendo conocimientos, predicando la significatividad de los mismos, conectando el aula con la realidad, tirando abajo los muros, poblando los espacios escolares de recursos mediáticos y virtuales, multiplicando quehaceres e imaginando aprendizajes repletos de transferencias y de aplicaciones, aturdiendo a docentes y alumnos con multitud de proyectos especiales…sino abriendo las puertas de la escuela con el picaporte de las actitudes y de los valores. Si se desarrollan las actitudes tiene sentido recurrir a la riqueza de la transformación enunciada…

Sin actitudes, sin una radical apertura al valor no hay posibilidad de aprendizaje, sino simulación, mero simulacro: el docente habla, explica, desarrolla, propone… y los alumnos memorizan, copian, transcriben, suman hojas, cumplen, zafan, aprueban, olvidan y tiran… Solamente la presencia de actitudes favorables permite descubrir el valor de la cultura, del aprendizaje, del conocimiento, de la duda, el paso de la ignorancia y el error a la certeza y a la verdad; en el contexto del valor y el interés, el conocimiento se re-vela, se de-vela, se hace manifiesto…

Pero, ¿de qué actitudes básicas estamos hablando? Nos permitiremos enunciar algunas porque la reflexión debería llevarnos a ampliar creativamente el elenco:

  1. INTERÉS POR LO ESPECÍFICO DE LA ESCUELA, por la cultura en sus más vastas y disímiles manifestaciones; interés por aquello que socialmente constituye a la escuela: acceder al saber, estudiar, aprender, adquirir los instrumentos de civilización.
  2. Descubrimiento, respeto, aprecio por el conocimiento y por el saber: el histórico, el ajeno, el propio; el que se recuerda, se co-relaciona, se registra, se critica, se recrea.
  3. VALORIZACIÓN DE LOS INSTRUMENTOS DE LA CULTURA: los libros, los materiales de trabajo, las propias producciones y creaciones, el resultado del empeño diario, los instrumentos audiovisuales y los de soporte informáticos.
  4. RECONOCIMIENTO DEL VALOR DE UNO MISMO como sujeto de aprendizaje: asumirse como alguien que tiene predisposición y capacidad de aprender, de perfeccionarse, de crecer.
  5. RECONOCIMIENTO DEL VALOR DEL SUJETO QUE ENSEÑA: respeto a la función social del docente, de su saber, de su profesión y de su vocación, de su entusiasmo y de su apasionamiento por disciplinas, temas o desarrollos.
  6. RECONOCIMIENTO DEL VALOR DEL OTRO QUE APRENDE, del compañero de aprendizaje. El amigo o compañero de la escuela no es el objeto principal de la presencia en la misma, sino que su valor deviene y de fortificar porque es alguien que comparte la aventura de aprender (así́ como en otros órdenes comparte otras aventuras).
  7. SENTIDO DE LA UBICACIÓN EN EL ESPACIO Y EN EL TIEMPO ESCOLAR: la posibilidad de entender y ejercitar el silencio, el uso de la palabra, el trabajo personal, el trabajo grupal, la participación general, la atención, la espera.
  8. SENTIDO DE LA AUTORIDAD DEL QUE DIRIGE Y EDUCA Y SENTIDO DE LA OBEDIENCIA: un contrato social en el que hay una relación asimétrica que exige re-conocimiento del rol específico del otro en un clima de respeto mutuo.
  9. VALORIZACIÓN DEL ESFUERZO, DEL CUMPLIMIENTO, DE LA VOLUNTAD, DEL TRABAJO, DE LOS APRENDIZAJES Y DE LOS ÉXITOS ESCOLARES. Es necesario romper con una cultura de la improvisación, la postergación, la copia, la sujeción a principios hedónicos, la desacreditación de los resultados de la escuela, principalmente desterrando la tradicional “condena social” a quienes se dedican a ella con responsabilidad y esmero.
  10. DESCUBRIMIENTO Y AMOR POR LA VERDAD a través de la práctica de la sinceridad en el humilde reconocimiento de las propias virtudes y fragilidades ante uno mismo y ante los demás.
  11. SENTIDO CRÍTICO E INTERROGANTE: la capacidad de manifestar los disensos, las otras versiones o visiones, los propios y fundamentados puntos de vista.
  12. DESPERTAR DE LA CURIOSIDAD que mueve y que inquieta, que nos inserta en la búsqueda (para aprender y para enseñar). Lo fundamental es que profesor y alumnos adopten una actitud dialógica, abierta, curiosa, indagadora. Lo que importa es que ambos se asuman como seres epistemológicamente curiosos.
  13. APRECIO POR UN CÓDIGO COMÚN CONSENSUADO Y RESPETADO: pautas de comportamiento que traducen en normas explícitas o implícitas la manera de convivir en el ámbito de la escuela. Actitudes de respeto que no buscan la excepción o la justificación, sino que simplemente se ciñen a lo pautado.
  14. VISIÓN REALISTA Y CONFIADA FRENTE AL FUTURO que se construye también desde la escuela: el porvenir no aparece como un horizonte lejano e inasible, sino próximo y sujeto a las propias decisiones. Un futuro que compromete el trabajo personal en la construcción o recreación de la cultura, en la configuración de lo real.

Este elenco provisorio nos obliga a un examen de las propias prácticas y de las propias instituciones, marcando nuestras fortalezas y nuestras debilidades, nuestras oportunidades y nuestras amenazas. […]

Hoy la escuela se ha secularizado como la mayoría de las instituciones de nuestra sociedad. Padece los mismos males que otras estructuras sociales que parecían haber comprado pasaporte de eternidad. Han soportado los vaivenes del tiempo y en el paisaje urbano su presencia no puede competir – salvadas honrosas y contadas excepciones – con el resto de las majestuosas construcciones. En algunas geografías las escuelas parecen imitar la fragilidad edilicia y social de sus vecinos y de sus usuarios. […]

Una sociedad abierta a los verdaderos valores, defensora de actitudes humanizadoras, formadoras de verdaderos hábitos es el marco que se requiere para respaldar las limitadas posibilidades de la educación escolar. Sin bajar los brazos y sin decrecer en nuestro esfuerzo no querríamos sentirnos como Gulliver en el país de los Gigantes, porque no siempre tenemos vocación de David para enfrentar a Goliat o la astucia de Ulises para vencer a Polifemo.”

Nuestra publicación, con textos tomados libremente y resaltados por nuestra Redacción, con fines únicamente educativos – pastorales, tiene como fuente una parte de la publicación de la Revista Iberoamericana de Educación: ACTITUDES Y VALORES PUERTA DE ENTRADA A UNA NUEVA ESCUELA SIGNIFICATIVA, escrita por profesor Jorge Eduardo Noro, que invitamos leer y puede ser descargado en PDF, AQUÍ.

REDACCIÓN WEB DEL MAESTRO CMF



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