En todas las dimensiones de la vida, el ser humano toma decisiones basadas en probabilidades más que en evidencias y pruebas fehacientes de los acontecimientos. La seguridad en nuestra cotidianidad no existe. Lo único seguro que hay en este mundo, en esta vida, es la muerte. ¿Por qué pretender entonces buscar pruebas concluyentes, hechos, situaciones, eventos, acontecimientos y evidencias que demuestren la vitalidad del Universo?
Tú no estás seguro que mañana estarás vivo, ni que estarás en el mismo lugar de trabajo donde te encuentras hoy, ni que vivirás en el mismo hogar, ni que las personas que están hoy a tu lado mañana también estarán. No existe ninguna seguridad de todo esto.
Todos nosotros vivimos siempre con determinados niveles de inseguridad, dudas, incertidumbres, y constantemente nos basamos en probabilidades para tomar nuestras principales decisiones. Por eso, en el análisis sobre la veracidad de la vitalidad del Universo no podemos dejarnos llevar por las probabilidades.
¿Qué probabilidades hay de que el Universo tenga vida? Esta no debe ser la pregunta acerca de la verdadera vitalidad del Universo, porque la vitalidad del Universo no es cuantificable, no podemos demostrar objetivamente que el Universo en verdad siente, piensa y actúa, no tenemos pruebas absolutas de que es así. No vemos al Universo sintiendo, pensando y actuando, pero lo sentimos en cada paso que damos. El Universo tiene vida, siente, piensa y actúa.
Mucha gente se pregunta por qué hay tanta muerte y miseria en este mundo loco. Si en verdad el Universo piensa y siente, entonces por qué hay tanto desempleo, guerras, prostitución, drogas y alcoholismo.
¿Por qué el Universo no soluciona los principales problemas actuales de la humanidad? ¿Quién creó estos problemas?, ¿Quién es el Universo en realidad?
Todos los seres humanos en este mundo necesitamos conocer cómo piensa, cómo siente y cómo actúa el Universo. No conviertas esta necesidad en un problema. Conviértela en un proyecto de vida.
Tú eres parte del problema, y tú eres parte de la solución. Todos nosotros somos parte del Universo. Nuestro corazón está lleno de eso que llamamos Universo. Allí debemos buscar la solución definitiva para estos problemas. Por eso, cada día más que nunca me convenzo de que el Universo en realidad sí tiene vida y necesitamos cada día más la intervención mágica y mística del Universo en nuestras vidas.
La necesidad más grande del mundo, el principal problema que tiene hoy la humanidad, es precisamente entender la esencia, la identidad y la verdadera naturaleza del Universo. ¿Cómo es el Universo?, ¿Qué hace?, ¿Por qué lo hace?, ¿Dónde está el corazón y el alma del Universo?
Y si es cierto que el Universo tiene vida ¿Por qué no lo vemos actuando? Jamás se podrá demostrar científicamente la vitalidad del Universo. Ese no es el papel de la ciencia. Los métodos científicos existen para estudiar la naturaleza, la sociedad y el pensamiento humano, y el método para descubrir la esencia vital del Universo es la Fe, porque la vitalidad del Universo está fuera del alcance de los métodos científicos. La ciencia no puede resolver el misterio de la vitalidad del Universo, porque el Universo no es sólo natural, ni sólo físico, sino además espiritual. Y la espiritualidad se explora mediante la Fe, no mediante la ciencia.
Antes de analizar la naturaleza del Universo en tu entorno, debes valorar la forma en que percibes al Universo. Antes de mirar hacia el exterior en busca de respuestas referentes a la vitalidad del Universo, debes primero mirar hacia tu interior. Allí está la naturaleza del Universo.
El Universo se conoce con el corazón, no con métodos científicos. Si tú sientes al Universo en tu corazón, si lo vivencias dentro de ti, es porque el Universo vive. Y eso no tienes que demostrarlo científicamente, basta con sentirlo, esa es la mayor evidencia. No lo ves, pero lo sientes. Vive. Por supuesto que el Universo no siente, piensa y actúa físicamente, no podemos demostrar eso, no podemos verlo sentir, pensar y actuar. Él no vive en un espacio específico donde podamos buscarlo y encontrarlo, como tú y yo. El Universo no tiene tres dimensiones como nosotros. El Universo es energía y espíritu, está en nuestras almas, y como tal permea todo cuanto nos rodea.
El Universo está diluido en el espacio y en el tiempo, así como está diluida la sal en el mar. El Universo es el creador de todo cuanto habita en Él. Está fuera del Universo y está dentro del Universo. El Universo es fortuito, autónomo, aleatorio e independiente, no tiene causa que lo haya originado, es eterno, inmensamente poderoso e infinito. El Universo está autocontenido.
El Universo no tiene límites, no tiene principio ni final, es amplio, profundo y atemporal. No tiene tiempo ni espacio, es dueño de todo el tiempo y de todo el espacio. El Universo es omnipresente y omnipotente.
Estoy plenamente convencido de que el Universo sí vive. A ti, amigo lector, que no crees en la vitalidad del Universo, te afirmo con toda seguridad que Él si cree en ti, y además te confieso que hace algunos años yo pensaba igual que tú, pero cuando conocí quién, qué, para qué y cómo siente, piensa y actúa el Universo, realmente mi vida cambió y dio un giro de 180 grados.
El Universo está más cerca de ti de lo que tú te imaginas. Te invito y te exhorto a que lo descubras dentro de ti, en tu corazón, y elimines tus dudas, temores, incredulidades y escepticismos. Estoy seguro que el Universo que yo conozco es el mismo Universo que tú necesitas. Sigue leyendo y me darás la razón……
Después de varias semanas mirando y hablándole al cielo, pidiéndole al Universo que me escuchara y me dijera la forma de obtener mucho dinero y hacerme rico, me sentía decepcionado por su ausencia. El no aparecía en mi vida para escucharme y brindarme su ayuda. El crepúsculo me acusaba por mi soledad.
Se marchaba el añejo sábado y llegaba el joven domingo. Esa resplandecida noche, a la una de la madrugada, el Universo se apareció ante mí, en mi propia casa, en mi propia habitación.
– ¡Universo!, ¿Qué haces aquí? – exclamé admirado.
– Vine a escucharte, amigo – me dijo con dúctil y sosegada voz, al parecer salida de una afligida nube -. ¿No eres tú quien me ha estado llamando durante todos estos días?
– ¿Y por qué tardaste tanto en venir? – le reclamé encolerizado -, ¡pensé que ya no vendrías!
– Pues, heme aquí – objetó.
– Además, jamás imaginé que te presentarías en mi propia casa, en mi propia habitación – le dije incrédulo. ¿Por dónde entraste?, la puerta está cerrada. ¿Alguien te vio llegar? – le pregunté un poco enojado por su tardanza y a la vez atónito por su impresionante presencia ante mí.
– No te preocupes amigo – me dijo para tranquilizarme – , nadie me vio entrar y nadie me verá. Te lo aseguro. – Él estaba seguro que sólo yo tenía en ese maravilloso momento el privilegio de verlo y conversar con Él -. ¿Qué necesitas de mí? – me dijo complaciente y con espíritu de servidor.
– Quiero que me muestres el camino para obtener mucho dinero – manifesté al instante y sin hacer ninguna pausa, quizá por la ansiedad que me invadía.
– ¿Y para qué quieres mucho dinero? – me preguntó extrañado. Quien busca la plata, jamás estará satisfecho con ella.
– Para ser rico. Quiero ser rico – le dije mostrando una extraordinaria convicción en mis deseos y aspiraciones de hacerme rico.
– ¿Y para qué quieres ser rico? – preguntó otra vez muy extrañado.
– Para tener mucho dinero – respondí.
¿….? El Universo hizo un gesto de asombro y confusión a la vez, que me dejó un poco preocupado con lo que me dijo:
– No me agradan tus pensamientos, amigo.
– Pero, ¿por qué Universo?, ¿qué tiene de malo poseer mucho dinero?, ¿qué tiene de malo desear ser rico y ser feliz con mi dinero? – repliqué confundido por su actitud.
– No te esfuerces en hacerte rico, amigo mío, deja de preocuparte por eso – me dijo con una increíble tranquilidad -, si te fijas bien, verás que en realidad no existen las riquezas; de pronto se van volando, como águilas, como si les hubieran salido alas. Y además, los mejores placeres son gratis.
A pesar de sus argumentos yo insistí con la fuerza de mis deseos, y al ver mi intransigencia me argumentó con una fuerza en sus palabras que las paredes de la habitación se estremecieron cual montaña sumergida en un peligroso volcán.
Seguidamente, sin esperar apenas a que Él hiciera su segunda reflexión, le lancé una ráfaga de preguntas que engalanaron de incertidumbre su adorable alma.
– ¿Entonces si soy rico soy una mala persona? ¿Todos los millonarios son malas personas? ¿No podré nunca jamás en mi vida ser exitoso y tener mucho dinero?
– ¡Cuánta confusión hay en tu mente, amigo mío! – me dijo con rostro de preocupación. No es lo mismo tener dinero, ser millonario, ser rico y ser exitoso. Una persona puede ser rica sin tener mucho dinero, alguien puede tener mucho dinero y no tener éxito en su vida.
– ¿Quiere eso decir que una persona puede ser exitosa sin ser millonaria?, ¿Se puede ser millonario sin tener mucho dinero? – le dije manifestando interés en el tema.
– Así es, amigo mío, todo depende de tus pensamientos, de tu mente, de las ideas que tengas acerca de la riqueza y del éxito. Tener dinero no es una condición para alcanzar el éxito – puntualizó. Las cosas materiales de la vida no son las que te definen como una persona exitosa – añadió -, si miras a tu alrededor te darás cuenta que los mayores placeres de la vida son gratis: el amor, los amigos, los hijos, los nietos, el amanecer, el anochecer, el viento, el mar, la luz, los árboles, una puesta de sol, la luna, las estrellas, los niños, el gusto, el tacto, el olfato, la vista, el oído, el sexo, la salud, las flores, la lluvia, e incluso la propia vida es gratis.
Mientras Él exponía sus argumentos, yo fruncía el ceño cual niño privado de un delicioso helado o de su juguete preferido.
– La verdadera riqueza no está en el dinero, sino en estar desprendido de lo material, en renunciar voluntariamente al dominio sobre las cosas. Por eso hay pobres que realmente son ricos, y al revés: ricos en dinero que no son exitosos ni felices, son pobres en amor y espiritualidad. Si no eres egoísta, pon tu empeño en no priorizar las riquezas materiales, con el mismo empeño que ponen la mayoría de las personas del mundo en poseerlas, ostentarlas y priorizarlas en su vida.
Cuando terminó de hablar le repliqué diciendo:
– ¿Y de qué manera se puede ser exitoso y feliz sin tener dinero? ¿Cómo puedo convertirme en millonario sin tener dinero?
– A eso precisamente vine, amigo, a aclararte esa confusión que tienes en tu mente.
– ¿Entonces me convertirás en un millonario? – le pregunté mostrando más regocijo que las flores cuando saborean la lluvia.
– Eso no es posible, amigo – me dijo con firmeza.
– ¿Cómo que no es posible? – le dije extrañado por su afirmación tan inequívoca -, quiero una maravilla de ti y tú sí puedes concedérmelo, quiero ser millonario.
– Eso no es posible, amigo – repitió con una fuerza en sus palabras, capaz de arrancar de raíz un árbol frondoso.
– Oh, Universo, con tu grandeza, posees la luz, el día y la noche, el cielo, la tierra, los ríos y el mar, el sol, la luna y las estrellas, los animales, tú todo lo posees, Universo, para ti no hay nada imposible. ¿Cómo es posible que no puedas convertirme en millonario? Tu palabra es fuerza, es energía, y tu voluntad es realidad, si lo deseas y lo dices, entonces yo seré rico y millonario – le dije con la convicción de que accedería a mi petición.
– No es lo mismo ser rico o millonario, que tener bienestar, abundancia y riqueza en tu vida. ¿Sabes qué es la riqueza? – me preguntó insinuando mi ignorancia al respecto -, antes de querer ser rico y millonario debes saber primero qué es la riqueza – acentuó para demostrarme que yo quería algo sobre lo que no sabía su definición.
– No – respondí apesadumbrado.
– Antes de averiguar cómo convertirte en millonario, debes analizar qué es la riqueza – dijo enojado -, porque si no sabes qué es la riqueza, es difícil saber qué deseas atraer en realidad a tu vida y cómo atraer eso que deseas.
En ese momento pensé: ¿Cómo definir a un rico o a un millonario?
Pensé que lo mismo ocurre con la prosperidad, con la abundancia, con el éxito, que son conceptos muy abstractos y subjetivos. Y, por supuesto, lo mismo ocurre con la riqueza.
– Cuando estamos en presencia de la riqueza, lo sabemos, la sentimos, pues algo dentro de nosotros la reconoce – le dije perceptiblemente contento al Universo.
– Sí, eso es cierto – dijo -, pero…………..trata de definirla.
– ¿…..?. No, Universo – le dije con una manifiesta impotencia -, no soy capaz de definirla.
– Bueno, después que logres delimitar bien lo que deseas, pídemelo, y yo te complazco.
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Autor: Alexander Ortiz Ocaña, ciudadano cubano-colombiano. Universidad del Magdalena Santa Marta, Colombia Doctor en Ciencias Pedagógicas, Universidad Pedagógica de Holguín, Cuba. Doctor Honoris Causa en Iberoamérica, Consejo Iberoamericano en Honor a la Calidad Educativa (CIHCE), Lima. Perú. Magíster en Gestión Educativa en Iberoamérica, CIHCE, Lima, Perú. Magíster en Pedagogía Profesional, Universidad Pedagógica y Tecnológica de la Habana. Licenciado en Educación. Correo electrónico: [email protected] / [email protected] |
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