Entre las grandes misiones que tiene la educación, una de las más importantes es el desarrollo del pensamiento de los estudiantes. La aspiración en que alcancen un pensamiento profundo, crítico, que les permita enfrentar con éxito las múltiples situaciones que tendrán a lo largo de su vida, tomando decisiones fundamentadas.
Un tipo de pensamiento muy nombrado y conocido es el pensamiento crítico, el que se puede definir como la capacidad manifestada por el ser humano para analizar y evaluar la información existente respecto de un tema determinado, intentando esclarecer la veracidad de dicha información y alcanzar una idea justificada al respecto ignorando posibles sesgos externos.
Aplicamos el pensamiento crítico para intentar discernir la realidad de lo que nos dicen y percibimos a partir del análisis de los razonamientos empleados para explicarla. De una forma análoga a lo que proponía Descartes, se trata de dudar de las informaciones, dogmas y axiomas absolutos que nos rodean hasta que nosotros mismos podemos darles veracidad o por lo contrario ignorarlas. Con ello, se busca tener una idea justificada de la realidad y no aceptar ciegamente lo que otros nos digan.
Este tipo de pensamiento ayuda al ser humano a crear su propia identidad, apareciendo a lo largo del desarrollo y siendo especialmente visible en la adolescencia y a partir de ella. No se trata de llevar la contraria al mundo, sino de ser capaces de elaborar nuestro propio punto de vista en base a la comprobación y contrastación de datos. Lo que se pretende con el pensamiento crítico es eliminar falacias y sesgos que comprometen la objetividad de los datos investigados.
El pensamiento crítico está muy relacionado con otras capacidades tales como la creatividad, la lógica o la intuición, permitiéndonos elaborar nuevas estrategias y formas de ver y percibir las cosas. Tener buena capacidad de pensamiento crítico nos ayuda a evitar el conformismo y a avanzar como seres humanos, evitando que exista un único modo de ver el mundo. De ahí que es tan importante que en los establecimientos educativos se implementen estrategias intencionadas al desarrollo del pensamiento crítico de los estudiantes. En esta oportunidad compartimos 10 alternativas que pueden poner en práctica.
10 estrategias: desarrollar el pensamiento crítico y debatir
En un mundo ideal, el pensamiento crítico de las niñas y los niños sería una parte desarrollada integralmente desde el principio hasta el final de la escolarización, independientemente de la materia; realmente, esto no sucede así. A continuación presentamos 10 consejos para poder romper con esta situación y desarrollar el pensamiento crítico en las aulas (y fuera de ellas).
1. Preguntas, preguntas, preguntas.
Cuestionar adecuadamente es el núcleo del pensamiento crítico: se fomenta la curiosidad animando al alumnado a hacer preguntas. Integrar un flujo de preguntas durante una parte importante del desarrollo de la clase, en gran foro, es una estrategia clave. En Educación Primaria debemos enseñar a las niñas y a los niños a hacer preguntas que conduzcan al conocimiento, aprendizaje, compresión y comunicación, intentando reconducir las preguntas insuficientes o ineficaces en la dirección adecuada: haz tú preguntas de ejemplo o plantéales dudas para guiarlos en otra dirección
2. Comience con una pregunta “provocadora”, polémica…
Plantea una cuestión polémica, llamativa, desafiante o, por el contrario, plantéala de un modo dogmático y anímales a romperla, clarificar y definir. Por ejemplo: “¿Es la pobreza responsabilidad del individuo o es el resultado de factores externos?”. Dentro de este ejemplo, hay muchos términos oscuros que necesitarían definición, como, por ejemplo, “individuo”, “externos”, “responsabilidad” y, obviamente, “pobreza”. Intentar definirlos será un reto… El debate ya será un desafío.
3. Proporcionar apoyos para la conversación
No dejes de apoyar las intervenciones con guías, tipo “estoy de acuerdo en esto” o “estoy en desacuerdo en esto”; también, “¿puedes aclarar lo que entiendes por ___?”
4. Modelar nuestras expectativas de acuerdo a sus intervenciones
Haz demostraciones y ejemplos sobre cómo entrar en un debate, establecer diferencias, estructurar la intervención, cómo disertar, cómo hacer resúmenes analíticos y, también, cómo guardar las formas y el (mero y puro) civismo, diferenciando las personas de las ideas.
5. Controversias constructivas
Los debates suelen formarse porque hay perspectivas diferentes en las aulas y, precisamente, suelen acabar en el caos más absoluto. Algunos/as docentes utilizan métodos como el “abogado del diablo”, que consiste en darle una tarjeta en secreto antes del debate con los puntos de vista opuestos respecto a un tema polémico. No te olvides de recordarles que el desacuerdo no puede basarse en opiniones personales o sentimientos, sino que debe apoyarse en datos y en argumentos (y no lo olvides tú, claro…)
6. Ayúdales a elegir los contenidos relevantes
Y, en última instancia, en etapas elementales, escógelos tú: ¿Qué temas son relevantes y qué deben conocer para poder iniciar el debate? Saber hacer una buena selección de contenidos te facilitará las cosas realmente
7. Debate socrático
El debate socrático supone un verdadero desafío intelectual y el docente queda en un segundo plano, limitándose a la observación y, en todo caso, a la mediación.
8. Evaluación
Evaluar el pensamiento crítico es muy complicado e, incluso, según algunas voces, innecesario (suponemos que se refieren a “calificar” y no tanto a “evaluar”, pero no olvidemos que son dos cosas diferentes y no deberíamos mezclarlas). Necesitaríamos una ventana a sus procesos de pensamiento, que no tenemos. Los ensayos, los elenchos o los discursos pueden servirnos para observar las habilidades del alumnado y trazar una línea de progreso que, por tanto, nos da más bien una evaluación cualitativa y no tanto cuantitativa. Las metodologías deben ser variadas, así como las actividades: no dejes de programar pequeñas investigaciones y proyectos.
9. Estudiantes evaluándose mutuamente
Si crees que es viable la evaluación mutua has de dividir en dos grupos la clase: el primer grupo debatirá, el segundo observará y evaluará. Es fundamental facilítales una rúbrica para tal propósito
10. Un paso atrás
Puede ser difícil para ti soltar las riendas y dejar que los y las estudiantes dispongan de cotas cada vez más altas de libertad; obviamente, no lo podrás (ni lo podrán) hacer de un día para otro, pero la incómoda autonomía también les dará nuevas direcciones de trabajo, más “relevantes” para ambas partes y, por ello, más fáciles de continuar.
Características del pensamiento crítico
Las características del pensamiento crítico son:
- La agudeza perceptiva: capacidad de realizar observaciones detalladas acerca de un objeto o información y emitir conclusiones.
- Cuestionamiento permanentemente de las cosas: no ser conformista; buscar y enjuiciar el porqué de todo.
- Construcción y reconstrucción del saber: estar pendiente de nuevos descubrimientos, relacionar los conocimientos nuevos con los antiguos.
- Mente abierta: no tener opiniones rígidas, sino disposición a aceptar las ideas de los demás y reconocer cuándo se está equivocado.
- Coraje intelectual: afrontar las decisiones difíciles o aceptar las críticas de los demás.
- Autorregulación: capacidad de controlar nuestra forma de pensar y de actuar.
- Control emotivo: mantener la calma ante ideas o pensamientos contrarios a los nuestros y no dejarnos llevar por los impulsos.
- Valoración justa: otorgar a las opiniones y sucesos el valor que objetivamente se merecen.
Aprendizaje memorístico versus aprendizaje significativo
Los niños siempre están aprendiendo y el pensamiento crítico les permite evitar el aprendizaje memorístico y rutinario para realizar aprendizajes significativos. Es decir, piensan a través de lo que están aprendiendo para que el contenido se convierta en algo con sentido para ellos y no una mera acumulación de datos.
Por otro lado, pensar de forma crítica favorece la motivación y la curiosidad por aprender, ya que convierte al niño en el actor principal de su aprendizaje y no en un mero receptor de la información. Además, favorece el rendimiento académico ya que también prepara para la adquisición de competencias matemáticas, de lectoescritura y facilita la comprensión del método científico.
Asimismo, pensar de forma crítica es pensar de forma racional, teniendo en cuenta todas las posibles opciones y las consecuencias derivadas de éstas, sin dejarse llevar por las emociones, lo que es una ventaja a la hora de resolver problemas y tomar decisiones.
Saber pensar de forma crítica también nos hace menos influenciables a las manipulaciones y a las informaciones erróneas al ser capaces de cuestionar las cosas y analizar la veracidad de las mismas teniendo en cuenta evidencias objetivas.
Por último, pensar de forma crítica permite a los niños tener más conciencia social y moral, anticipar acontecimientos y actuar ante ellos con autonomía y responsabilidad, así como ser más flexibles a nivel cognitivo, no dejarse llevar por los prejuicios y tener más tolerancia ante distintos puntos de vista.
Se puede aprender a tener pensamiento crítico
Hay niños que, de manera innata, son más curiosos que otros y se cuestionan las cosas de forma natural. Sin embargo, todos pueden aprender habilidades de pensamiento crítico y tanto los padres como los profesores pueden ser los mejores maestros para ello. Algunas actividades que pueden realizarse para desarrollar el pensamiento crítico son:
- Siempre que un niño pregunte el porqué de algo, es importante no responderle de forma directa, sino preguntarle qué cree él para que primero obtenga sus propias conclusiones. Posteriormente, el adulto sí puede añadir información adicional.
- Realizar actividades de observación en las que el niño tenga que emitir juicios a través de pequeños detalles. Por ejemplo, pedirle que observe bien un dibujo y preguntarle: ¿qué crees que está ocurriendo aquí?, ¿por qué crees que está ocurriendo eso?
- Servir de modelo y ante la resolución de un problema o situación, pensar en voz alta.
- Antes de una lectura, ya sea de un libro o de una lección, hacerle preguntas para que sea consciente de la información previa que conoce acerca de esa lectura o ese tema.
- Al terminar de leer una lectura o una lección, preguntar qué sabía antes sobre ese tema y qué sabe ahora y si ha cambiado algo de lo que pensaba.
- Siempre que se pueda, permitir que el niño aprenda mediante proyectos en los que tenga que buscar información en distintos sitios, analizarla, resolver las dudas que le surjan, resumirla y exponerla a otros, ya que esto permite profundizar en lo que está aprendiendo.
- Enseñarle a evaluar su trabajo de forma objetiva. Por ejemplo, puede realizar una especie de control por escrito acerca de lo que ha aprendido -ya que escribirlo implica ser consciente de lo que uno sabe- sintetizarlo, exponerlo y posteriormente cotejar su información con la obtenida en otros medios (libros, enciclopedias…) para corregir datos, añadir información o eliminar lo que no es relevante.
- Trabajar la realización de inferencias. Por ejemplo, tanto en un relato oral como en una película o en un texto, podemos preguntarle por qué ocurren determinadas cosas, como las interpreta el niño. Lo mismo haremos cuando lea un texto, trabajaremos el establecimiento de hipótesis centrándonos en preguntarle no sólo cuestiones memorísticas (qué, cómo, cuándo, dónde), sino sobre aspectos que no vienen de forma literal en el texto y que él debe sacar a través de la información explícita y de sus conocimiento previos.
- Ayudarle a comprender conceptos de forma crítica. Por ejemplo, podemos pedirle que busque un concepto en el diccionario para después preguntarle qué significa para él ese concepto y hacer que lo aplique en alguna frase o en algún ejemplo de forma espontánea.
- Enseñarle a trabajar en equipo, a compartir las ideas de los demás, a llegar a un acuerdo común y a ceder en algunos aspectos.
- Entrenarle en la resolución de problemas cotidianos: ayudarle a identificar el problema, hacer una lluvia de ideas sobre todas las posibles soluciones, pensar las ventajas e inconvenientes de cada una de ellas y decidir cuál es la mejor opción final.
- Realizar debates acerca de temas controvertidos en los que tenga que defender su postura, pero también la postura contraria, con argumentos y no con opiniones o creencias.
- Enseñarle a comparar y contrastar cosas. Por ejemplo, preguntarle en qué se parecen y se diferencian dos conceptos, dos personajes o dos historias.
- Cuando se equivoque, hacerle preguntas para ayudarle a encontrar la verdadera solución y animarle también a hacer preguntas él para que pueda investigar más y autocorregirse.
- Transmitirle algunos valores esenciales como la empatía, la responsabilidad, la tolerancia, la justicia… para que pueda utilizarlos a la hora de cuestionarse la realidad que le rodea.
- En aquellos aspectos en los que pueda hacerlo, dejarle decidir con autonomía para que aprenda a asumir la responsabilidad de sus decisiones.
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