No es justo… papá siempre me deja ver la tele antes de hacer los deberes y tú nunca… no te quiero…”, “mamá dice que lo que tu quieras…” dice Alberto a su padre momentos después de que su madre le negara ir a casa de su amigo. Esto es lo más leve que nos puede pasar si nuestros hijos, radares de última generación, detectan falta de criterios educativos en la pareja. En realidad, no es tan difícil como pensamos. Solo se necesita tiempo para ponerse de acuerdo y una visión clara de lo que debe ser más importante para nosotros: nuestros hijos.
Es muy probable que si mamá, por ejemplo, es más benévola con los permisos, los niños acudirán más a ella, y se cuidarán de que el permiso no haga demasiado ruido como para que llegue a oídos de papá. Normalmente, si se ha llegado a esto es porque hay una disparidad de criterios educativos entre los dos progenitores.
Se debe intentar delimitar los campos de decisión y dejar claro a los niños qué tipos de permiso concede cada quién. Por ejemplo: El padre da los permisos sobre cantidades de dinero y mamá da los permisos de salidas de casa, o viceversa. Y desde luego, de mutuo acuerdo, los dos se suman a las decisiones del otro. En un segundo momento puede intentarse aunar criterios para que los hijos no perciban que uno de los dos es el duro y el otro el blando. En el medio, la virtud.
Lo idóneo sería intervenir ambos progenitores en la toma de decisiones de los hijos pero si no se puede por falta de acuerdos o criterios comunes lo mejor es delimitar los campos de actuación de cada parte, respetarlos y no intervenir bajo ningún concepto a no ser que la pareja lo pida. Es muy importante que un no puesto de acuerdo entre ambos, con relación a la mejor decisión, la discusión al respecto, nunca deberá ser delante de su hijo. Simplemente deberán buscar un lugar donde pensar que es lo mejor para él y comunicar la decisión conjuntamente. Por supuesto, alguno de los dos deberá ceder, pero que su hijo no note «vencedores ni vencidos» sino unanimidad.
Ganarse el respeto de los hijos a veces implica saber reconocer cuando uno se ha equivocado y pedir perdón. Es muy humano reaccionar ante los desafíos de los hijos y sus muchas estrategias «defensivas» con sentimientos muy cargados, a veces impulsivamente. No pasa nada si… sabes reconocerlo, pedir perdón y llegar a una solución intermedia. Lo mismo ocurre con la pareja. Llegar a acuerdos educativos satisfactorios para ambos padres es a menudo complicado y, en ocasiones, nos saltamos esos acuerdos. Saber reconocer nuestra falta es una manera también de unificar criterios educativos y aumentar el respeto entre la pareja, necesario si queremos que nuestros hijos nos respeten.
Los hijos deben percibir que, aunque sus padres son diferentes, realmente son uno a la hora de educar. Es de vital importancia que los padres tengan tiempo para pensar y decidir las cosas siempre que sea posible.
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Autor: Ernesto Gonzalez , ciudadano nicaragüense, nacido en Cuba. Experiencia laboral: Lic. en Ciencias Pedagógicas con mención en química. 40 años de experiencia como docente en los niveles de educación media y superior; cursos de posgrado propios de la especialidad y en pedagogía; autor de libros de texto para la enseñanza media tanto en ciencias naturales, como sociales. Articulista para los periódicos La Prensa, El Nuevo Diario (nicaragüenses 2000-2008), actualmente para el periódico El Siglo 21 guatemalteco. Correo electrónico: [email protected] Cuenta de twitter: @gonzlez_ernesto |
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