Desde que el escritor, psicólogo y pastor bautista, Bernardo Stamateas popularizó el término “tóxico”, aplicado a personas y relaciones sociales que impactan negativamente nuestra salud emocional, el mismo se ha extendido a otras áreas. Es entonces cuando, como un coro, escuchamos nuevas fórmulas: “pareja tóxica”, “amistades tóxicas”, “familias tóxicas”.
El término tóxico, pese a lo crudo que suena, busca advertir del peligro de dejarse influir de individuos, emociones y situaciones que atentan contra nuestro equilibrio emocional. De la misma forma que nos cuidamos de elementos que puedan afectar nuestra salud; el planteamiento de Stamateas es cuidar nuestro ser de aquellas emociones negativas (tanto propias como ajenas) que afecten nuestra salud mental y emocional.
Permítame, a partir de ahora, el extrapolar lo antes expuesto al campo de la educación especialmente aquello que titula la presente. Pero antes, quiero aclarar el título. Se conoce como “sintomatología” al “Conjunto de síntomas que son característicos de una enfermedad determinada o que se presentan en un enfermo”. Dichos síntomas pueden ser determinados a partir de la observación cuidadosa de algunas características relacionadas con el parecimiento. En este caso, la persona objeto de estudio sería el / el docente tóxico(s).
¿Qué es un docente tóxico? ¿los hay? Son 2 preguntas que vienen en este momento. Es tendencia natural el rechazar lo negativo que tenemos o nos puede afectar directamente. En el caso nuestro, como docentes, vivimos atados a una imagen social de cuasi perfección. Nos resistimos presentarnos como falibles. Afirmar que existen docentes con aptitudes tóxicas (que debería ser el termino correcto) desafía el pensar de sí mismos de muchos colegas. Todos, en un momento u otro, hemos manifestado aptitudes toxicas en nuestras aulas. Es por eso que debemos estar atentos a las señales y así hacer frente a las mismas.
Lo que intoxica al docente
Tengamos en cuenta algo: ¡ningún profesor desea ser tóxico! ¡Ninguna universidad o instituto de formación docente lo formó así! existen muchos factores, en el ejercicio de la docencia, que pueden llevarnos adquirir aptitudes tóxicas que al final reflejaremos en nuestros alumnos. En otras palabras, “podemos intoxicarnos progresiva y, a veces, imperceptiblemente en el ejercicio de nuestra vocación”. Sería como una fuente que se contamina y, por seguir fluyendo, lleva la contaminación a otros sitios. Es por eso por lo que debemos tener cuidado. Un docente intoxicado puede, quiera o no, transmitir el veneno a sus discentes.
Entre los factores que tienden a intoxicar a un profesor o profesora, podemos mencionar los siguientes:
- Problemas personales no resueltos
- Contexto social no favorable.
- Salud precaria
- Baja autoestima
- Desmotivación
- Pérdida de sentido por lo que hace.
- Conflictos familiares
- Inmadurez emocional
- Crisis económicas
- Estrés no procesado
- Supervisores sobre exigentes y faltos de tacto
- Padres con aptitudes tóxicas (desafiantes, amenazadores, etc.)
Cuando las anteriores convergen, se produce una crisis personal que afecta el hacer del docente afectado. No sé su caso. Pero he escuchado en talleres y cursos la siguiente frase: “el profesor deja los problemas en la casa y viene a trabajar con una sonrisa”. Lamentablemente no es tan sencillo. Muchos de esos problemas se resisten quedar en la casa y siguen al educador al trabajo.
Síntomas del Docente con aptitud tóxica
Es bueno que nos autoevaluemos. Ningún docente esta ajeno de manifestar alguna aptitud que afecte a sus estudiantes y compañeros. Pare eso, pienso, debemos romper la idea de que somos infalibles. Reconocer que existen en nosotros sentires y acciones que nos limitan. Atrevernos identificarlos y trabajar para la solución de estos.
Como en la medicina, es importante el que conozcamos algunos síntomas que se manifiestan y determinan si nuestra práctica docente esta intoxicada. Las características de un docente con aptitud tóxica, según lo que he visto (y vivido), serían las siguientes:
Antídotos contra la toxicidad
Ya conociendo los síntomas manifiestos de un docente con aptitudes tóxicas; es menester el aportar algunas sugerencias para contrarrestarlos. Cabe destacar que de nada valdría lo que se diga si la persona no está convencida de la necesidad de cambiar. Lamentablemente algunos han hecho de su toxicidad su estilo de vida y no sabrían cómo ser y hacer sin el mismo.
En conclusión
La actividad docente es de las mejores actividades profesionales existentes. Sólo comparable a la medicina y arquitectura (para mi). El sanar corazones y construir conocimientos es un acto que nos distingue. El maestro y la maestra somos responsables de la salud emocional de la nación (y en no pocos casos hasta espiritual). Es por eso que debe ser prioritario el que nuestros docentes estén sanos tanto física, mental y emocionalmente. La calidad de vida del docente y la docente inciden significativamente en la calidad de la enseñanza y el aprendizaje de nuestros alumnos.
Está en nosotros el constantemente mantenernos alerta ante situaciones que puedan afectarnos negativamente y como resultado afectemos nuestra práctica y a nuestros estudiantes.
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