Se habla con frecuencia de competencias curriculares, planificación estratégica y liderazgo pedagógico, existe una amenaza silenciosa que rara vez se aborda con la seriedad que merece: el analfabetismo emocional en cargos directivos. Esta carencia representa un riesgo real para las comunidades escolares, ya que impacta directamente en el clima institucional, en las relaciones interpersonales y en la calidad del aprendizaje.
Enfrentar este desafío requiere integrar enfoques desde la pedagogía y la neurociencia, que permitan formar líderes capaces no solo de gestionar recursos, sino también de comprender y conducir el entramado emocional que sostiene la vida escolar.
¿Qué significa ser un analfabeto emocional?
Daniel Goleman, psicólogo y autor del libro Inteligencia Emocional, utiliza este concepto para referirse a personas que no poseen la capacidad de reconocer, comprender ni gestionar adecuadamente sus emociones ni las de los demás.
Estas personas pueden tener formación académica, experiencia y conocimientos técnicos, pero carecen de habilidades fundamentales para convivir emocionalmente con otros. Esta carencia es particularmente grave en instituciones educativas, donde las relaciones humanas son el centro de todo proceso de enseñanza-aprendizaje.
Riesgos concretos en instituciones escolares
Una escuela no es un espacio neutro. Está llena de relaciones, tensiones, incertidumbres, sueños, frustraciones y múltiples formas de interacción humana. Un directivo sin inteligencia emocional puede provocar:
Ambientes laborales deteriorados, donde predomina el miedo, la indiferencia o la desmotivación.
Toma de decisiones arbitrarias, sin capacidad de escucha ni consideración del contexto emocional.
Aumento del desgaste profesional en los docentes, al no contar con apoyo emocional ni comprensión.
Un clima escolar desfavorable, que afecta el bienestar de estudiantes, profesores y familias.
Investigaciones lideradas por Marc Brackett en la Universidad de Yale han demostrado que el clima emocional en las escuelas influye de manera directa en el aprendizaje académico y en la salud mental de toda la comunidad. La ausencia de una gestión emocional consciente puede tener consecuencias profundas y duraderas.
Características de una persona con analfabetismo emocional
Algunos rasgos comunes incluyen:
Incapacidad para reconocer y nombrar sus propias emociones.
Dificultad para abordar conflictos o enfrentar conversaciones difíciles.
Falta de empatía hacia las necesidades o malestares de otras personas.
Escasa capacidad de escucha activa.
Reacciones impulsivas frente al estrés o la presión.
¿Se puede desarrollar la inteligencia emocional?
Sí. La inteligencia emocional no es una condición heredada, sino una competencia que puede aprenderse y fortalecerse. Goleman plantea cinco dimensiones clave:
Autoconciencia: Reconocer lo que se siente y comprender por qué.
Autorregulación: Manejar adecuadamente las emociones sin reprimirlas ni dejarse llevar por ellas.
Motivación: Estar orientado por metas personales y sentido de propósito.
Empatía: Comprender los estados emocionales de los demás desde su perspectiva.
Habilidades sociales: Comunicarse de forma clara, cooperar, liderar y resolver conflictos.
Estas competencias deben formar parte de la formación y evaluación de quienes ocupan cargos de liderazgo en las escuelas. No pueden considerarse aspectos “complementarios” o “deseables”, sino requisitos indispensables.
¿Cuál es el rol de los docentes ante esta realidad?
Los profesores, aun sin estar en cargos de gestión, pueden:
Promover la autoconciencia emocional entre sus estudiantes y colegas.
Solicitar espacios institucionales de cuidado emocional y reflexión.
Exigir que las decisiones administrativas consideren las consecuencias emocionales sobre el equipo y los estudiantes.
Participar en formaciones que fortalezcan sus propias competencias emocionales.
Poner a una persona emocionalmente analfabeta al mando de una institución educativa es un riesgo real. El liderazgo no puede ser solo técnico o administrativo: también debe ser humano.
La educación contemporánea necesita líderes capaces de comprender a las personas tanto como a los procesos. Porque cuando quienes dirigen una escuela comprenden la importancia de las emociones, todo el sistema educativo se fortalece: el clima mejora, los conflictos se abordan mejor y los aprendizajes se vuelven más significativos.
REDACCIÓN WEB DEL MAESTRO CMF