Poner límites a los adolescentes sin romper una buena relación

¿Hay que poner límites y normas a los adolescentes desde casa? ¿Hasta qué edad tenemos que dictárselos nosotros, sus padres? ¿Se puede (o se debe) negociar con los hijos qué está permitido y qué está prohibido? ¿Hay que establecer consecuencias cuando se sobrepasan estos límites? Son muchas las dudas de los padres sobre cómo establecer los límites con sus hijos durante la adolescencia. A continuación, las resolvemos.

La adolescencia es una etapa temida por muchos padres; pensamos que será un periodo de retos y nos predisponemos para ello desde que nuestros hijos aún son pequeños, incluso llegamos a transmitirles esta idea a los niños cuando les decimos que los adolescentes son complicados, problemáticos, retadores, etc. o cuando explicamos los malos humores de sus hermanos o primos jóvenes en términos de su edad.

Esto hace que cuando muchos niños llegan a la adolescencia sientan que se espera que sus comportamientos sean rebeldes y negativos por la etapa de desarrollo que atraviesan y de alguna manera sientan que es normal.

Es verdad que manejar a un hijo adolescente, mantener la comunicación y la confianza y encontrar el justo equilibrio entre lo que se le exige y lo que se le permite, no es tarea fácil y depende de muchas variables. Pero no siempre tiene que volverse una etapa bélica y terrible. puede, si sabemos manejarla adecuadamente, convertirse en una gran experiencia: la de verlos transformarse en los adultos que serán y ocupar gradualmente su lugar en la sociedad.

Quizá una de los desafíos más importantes durante esta etapa sea el definir qué límites establecer para ellos y cómo hacer para que los cumplan. Lo primero a tomar en cuenta es que a un adolescente no se le puede tratar igual que a un niño; poner y mantener límites para ellos, es mucho más complejo.

Establecer y dejar claro que límites y normas son inamovibles

Los adolescentes son mucho más capaces de entender lo que hay detrás de un límite que cuando eran un niño y las posibles consecuencias de traspasarlos. Sin embargo, con todo y todo les cuesta muchas veces respetar las normas. Por otro lado, hay algunas reglas que pueden considerar injustas y en ese caso vale la pena platicar con ellos y hacerles ver lo que hay detrás.

Primero que nada, es importante definir y dejarles claro (con el tiempo y la experiencia), aquellos límites en los que NO hay negociación. Si hemos hecho un buen trabajo desde que eran chicos, varios de los límites impuestos cuando eran niños, serán ahora parte de su vida y habrá que concentrarse en los nuevos que surgen con su edad.

En la categoría de límites NO negociables, entrarían, por ejemplo: el respeto a la autoridad, los buenos modales, fijar ciertas responsabilidades básicas de las que debe hacerse cargo y que pueden ir cambiando con el tiempo, los deberes escolares, lo acordado en torno al consumo de alcohol en fiestas y cualquier otra que la familia considere esencial.

¿Hay que negociar los límites en la adolescencia?

Si bien hay límites que no están sujetos a discusión, hay otros que se pueden negociar en distintos momentos y de cuyo manejo incluso podemos sacar ventaja. Algunos padres piensan que no se deben negociar límites y normas, porque que sus hijos sentirán que ellos han ‘ganado’ y que ellos como padres estarán perdiendo el ‘control’.

La verdad es que en el caso de los adolescentes negociar algunos límites puede evitar grandes batallas y lograr un compromiso genuino de su parte por cumplir lo que se establezca.

Supongamos que nos pide permiso para llegar más tarde de lo acordado porque se la está pasando muy bien; si sabemos dónde y con quién está, podemos ser flexibles y darle permiso diciéndole que es una excepción pero que lo hacemos porque sabemos que la está pasando bien y que esperamos que sepa responder con su buen comportamiento y apoyo en lo que se le requiera. Seguramente nuestro hijo, la pasará bien y se mostrará agradecido y con buena actitud que nosotros podremos aprovechar.

Es decir, normas y límites pueden negociarse muchas veces con ganancias para ambas partes y lo más importante sin pérdida de control parental. Mostrarnos flexibles en algunos temas, en la gran mayoría de las ocasiones, produce una respuesta más positiva y agradecida en nuestros hijos que cuando nos mostramos rígidos e intransigentes, especialmente en aquellas cosas que no generan un problema.

Mantener una buena relación y comunicación con los hijos

Con los adolescentes, negociar no solo es una buena idea, sino en muchas ocasiones una necesidad, ya que no es posible mostrarnos inflexibles en todo sin generar resentimiento y probablemente conductas más complicadas de regular a futuro.

Algunos ejemplos de temas susceptibles de negociación son: uso del celular y redes sociales, la asistencia a algún lugar, la hora de llegada de una fiesta, etc.

Es importante mantener el equilibrio y claridad para distinguir cuando podemos hacer excepciones sin consecuencias negativas y con ganancias para ambas partes: ‘En muchas ocasiones, soltar un poco el control, significa en el fondo, seguir teniéndolo, pero con mejores resultados’.

Es importante, por supuesto, no caer en extremos y negociar cada norma o límite, ya que entonces generaríamos en ellos una baja tolerancia a la frustración y que quieran siempre lograr su objetivo perdiendo de vista lo verdaderamente importante.

Con el propósito de reforzar el vínculo con nuestros hijos adolescentes, el manual ‘Cómo relacionarse con su hijo adolescente’ del Departamento de Bienestar Infantil del Gobierno de Estados Unidos, es importante tener gestos tan sencillos como: comer en familia, compartir tiempo en el día a día, mantenerse involucrado en la vida del hijo, conocer a sus amigos y demostrar interés por sus asuntos…

Relajémonos un poco y saquemos el mayor provecho de cada situación, para mantener una relación cercana y funcional con nuestros hijos adolescentes.

8 orientaciones para poner límites en la adolescencia

Para acompañar este proceso los adultos podemos:

1. Mostrar una actitud curiosa e interesada

Es importante estar cerca de los adolescentes, preguntarles, ser curiosos y mostrar una actitud de verdadero interés por sus actividades. Si logramos mostrarnos realmente interesados por conocer al adolescente y lo que le pasa, podremos sorprendernos en el proceso y podremos llegar a conectar a un nivel más profundo, que quizás no ha alcanzado antes con otro adulto. Esta es la mejor manera de acercarnos con autoridad y marcando los límites que el adolescente necesita.

2. Estimular un nuevo tipo de vínculo

Hay una comunicación que propicia el encuentro y promueve el estar cerca del otro. Preguntar “¿cómo estás?, ¿cómo te sentís?, ¿viste lo que dijeron hoy en las noticias?, ¿cómo salió el partido?, ¿y si salimos a caminar o a correr?” son otras alternativas de comunicación. Para estimular este vínculo y convertirse en una figura de autoridad, será necesario tener mucha paciencia y aprender a generarse el tiempo para habilitar este tipo de encuentros: estando presentes.

Hay que encontrar el equilibrio entre no asfixiar e invadir su privacidad ni alejarse por completo  y dejar en otros el rol de crianza.

3. Compartir experiencias propias

Compartir nuestras propias experiencias es otra manera de acercarnos, ganar en el vínculo con ellos y fortalecer nuestra figura de autoridad. Sabemos que es en la adolescencia cuando se deja de ver a los adultos como seres perfectos e idealizados y comienzan a verse sus contradicciones, sus imperfecciones. Por eso, encontraremos otra reacción en nuestros adolescentes si nos anticipamos a esto y logramos compartir nuestras vivencias desde los errores, los desaciertos y sin hablar exclusivamente de nuestros logros.

4. Marcar límites coherentes y consistentes

Es importante que el adolescente entienda el porqué del límite. Para eso es recomendable habilitar el diálogo, generar acuerdos y manejar opciones. Recordemos que en esta etapa están comenzando a madurar, a pensar por sí mismos, es importante entonces mostrar coherencia y consistencia en nuestros planteos, ¡sobre todo en referencia a los límites! Ellos estarán observando todo críticamente y dejarán en evidencia si tenemos incongruencias en nuestros planteos. Seamos referentes acompañando, guiando y mostrando límites claros y coherentes.

5. Marcar consecuencias claras ante el incumplimiento de una norma

Las consecuencias claras en caso de transgresión de los límites son las que permiten aprender de las normas. Estas consecuencias deben ser proporcionales a la falta y deben conservar una relación lógica. Por ejemplo, si la regla es “este viernes no llegues a casa después de las 22.00 horas” y el adolescente no cumple la regla, ¿qué hacer? Lo que seguro no podemos hacer es no hacer nada. Una sugerencia puede ser “la próxima salida deberás llegar dos horas antes” o “no podrás salir el próximo fin de semana”.

6. Evitar la ambigüedad

Un error que solemos cometer cuando ponemos límites es manejarnos con ambigüedad. Si la norma es “hasta la 22.00” es hasta esa hora. No es “más o menos a las 22.00”. Otra forma de ambigüedad es no hacer nada cuando se incumple un límite y a la siguiente vez hacer un escándalo por ello. Intentar ser claros y concretos a la hora de establecer estos límites es fundamental para evitar que los adolescentes los interpreten a su gusto o conveniencia.

7. Mantener unidad de criterios entre los adultos

Otro error repetido es cuando los padres no mantienen un mismo discurso. Entonces, los adolescentes suelen triangular entre lo que dice uno y el otro. No hay uno bueno y uno malo. Independientemente de si están juntos o no, es importante mantener armonía en ciertos límites para favorecer un crecimiento saludable.

8. Reconocer sus logros

Una manera efectiva de ejercer nuestra autoridad es no pasar por alto el reconocimiento de sus logros. Si observamos con detenimiento todas las acciones de los adolescentes, seguramente nos encontremos con infinitas oportunidades para reconocer su esfuerzo, valorarlo como un logro e ir colaborando en su construcción de una percepción positiva de sí mismos. Sepamos recompensar estos logros, pero no con lo material, sino con palabras, tiempo y presencia. Tengamos presente que el adolescente tiene una altísima sensibilidad a la recompensa.

Este contenido ha sido publicado originalmente por Guía Infantil en la siguiente dirección: guiainfantil.com

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