[Ernesto González] Una escuela necesaria, que urge (Parte II)

El artículo que antecede al que usted le está dando lectura en este momento, concluyó con la reflexión siguiente: Para la enseñanza media y bachillerato, ¡viable! (Nota: hago referencia a una escuela de padres cuya propuesta sale de lo tradicional, incorporando nuevos elementos favoreciendo la calidad de la institución misma, pero, por otra parte, fortalecer un mayor vínculo padres – escuela) … pero ¿y en la enseñanza universitaria, al menos los primeros años, resultará igual de sencillo?

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Es posible que acá pudiera generarse un conflicto entre directores, padres de familia y sobre todo entre los propios estudiantes que recién habiendo concluido el bachillerato discrepen significativamente que sus padres asistan como lo hacían a las reuniones del nivel académico anterior, considerando que ya son “adultos” y por ende han de ser independientes en sus propias decisiones, de aquí la no necesidad de que citen a sus progenitores o tutores, pero es más, no suele ser un tema así considerado por la universidad y que esta instancia como tal, realmente desaprovecha, con el propósito de acercar a los padres siendo un apoyo vital en la educación continua de sus hijos, que aún – estos últimos – no están realmente aptos, para enfrentarse a la “maraña” en cuanto a mecanismos establecidos por la Alma Mater.

En el nivel anterior -bachillerato – todo era dirigido, año o grado, estas son las asignaturas a cursar, tu horario de clases y como autómatas (con ciertos grados de inmadurez, propio de la edad a lo que se suma la atención de los padres de considerarlos ¿niños/as?, asistiendo a las mismas.

De pronto se encuentran un “muro” universitario donde según la carrera seleccionada – sugerida por los padres, dado lo que ellos estudiaron o bien por el último grito de la “moda”, que garantizará un éxito rotundo una vez graduado, lo que le facilitará tomar “el cielo por asalto”, entiéndase cargos gerenciales, un adecuado poder adquisitivo, entre otros, lo cual crea un sueño, que posiblemente se acerque más a una pesadilla, – cuando inclusive el estudiante de nuevo ingreso ni sabe vocacionalmente lo que le agrada.

Asignaturas de carácter obligatorio (su inscripción), que forman parte de las asignaturas de formación general, otras llamadas selectivas, así como las optativas, todas ellas incorporadas a un sistema de créditos establecidos por la institución incorporados a la malla curricular o pensum.

Nota: por lo visto aquí ya no todo es dirigido – esto es lo que debes cursar y punto, no, ya se inicia un proceso de toma de decisiones, donde no necesariamente el estudiante está preparado, tampoco los padres -, ¿y la solución?, recurrir a los estudiantes de años superiores que fueron en su momento compañeros en el nivel preuniversitario o bachillerato.

Todo lo anterior me da más que elementos justificables de la necesidad de que los padres se sumen a la nueva institución, ¿por qué? cambia “el lenguaje académico”, las normas, el sistema de evaluación, la permanencia del estudiante es aún más, el tiempo de estudio se incrementa, el “alejamiento estudiante – docente, es mayor” y supuestamente el joven (entre 16 – 18 años), ha de asumir total responsabilidad en su actuar, en su desempeño.

¿Resultado? ¡Deserción!, pérdida de tiempo, frustración.

¿Solucionable? Hay instituciones que establecen como “paliativo”, consejerías para atender a los estudiantes con problemas, donde no necesariamente los mecanismos fluyen adecuadamente, docentes que no reportan, porque no saben que hacer, pero que por otra asumen (erróneamente) que no es su responsabilidad atenderlos y lo remiten a dicho departamento.

¿No será acaso necesario al menos para los estudiantes de primer ingreso, conversar con los padres de los mismos, con mayor rigor, desarrollando algunas tareas concretas, como expusimos anteriormente[1]?

  • Impartirle cursos básicos en el uso de la tecnología (computadoras u ordenadores), que incluya el sistema de evaluación donde los padres tengan acceso a ver.
  • Proporcionarle materiales complementarios de apoyo al trabajo no presencial que permitan atender a sus hijos.
  • Desarrollo de charlas, foros, relacionados con temas asociados a la problemática de los niños y jóvenes (género, drogas, sexo, etc.), donde inclusive en este caso sean los propios padres los ponentes.
  • Participación de los padres de forma conjunta con sus hijos en actividades deportivas, culturales.

¿Me equivoco, en todo lo anterior? Mmmm, si lo hubiesen hecho conmigo cuando entré a la universidad, sin vocación, sin conocer nada, sin que nadie me orientase, posiblemente no hubiese repetido mi primer año de la carrera.

  • [1] Una escuela necesaria, que urge. Parte I.

NOTA DE REDACCIÓN: La Web del Maestro CMF publica los textos originales de su autor, no necesariamente coincide con lo expuesto en el tema, no se hace responsable de las opiniones expresadas, y no promociona ningún producto, servicio, marca o empresa. Sugerimos a nuestros lectores conocer la identidad de la fuente o de su autor, para tener mayores elementos de juicio y la pertinencia a su realidad educativa.


Autor:
Ernesto Gonzalez , ciudadano nicaragüense, nacido en Cuba.
Experiencia laboral:
Lic. en Ciencias Pedagógicas con mención en química. 40 años de experiencia como docente en los niveles de educación media y superior; cursos de posgrado propios de la especialidad y en pedagogía; autor de libros de texto para la enseñanza media tanto en ciencias naturales, como sociales. Articulista para los periódicos La Prensa, El Nuevo Diario (nicaragüenses 2000-2008), actualmente para el periódico El Siglo 21 guatemalteco.
Correo electrónico:
[email protected]
Cuenta de twitter: @gonzlez_ernesto

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