Navidad: Ocasión de dejar que salga la luz que necesitamos para recorrer junto a otros el camino

Para los profesores del área de Educación Religiosa, y todos los que estén interesados, este tiempo de Navidad, en medio de una pandemia inesperada y llena de incertidumbres y temores, puede ser una oportunidad para revisar nuestro encuentro con Dios por medio de la oración, ese acto de encuentro y diálogo con el Padre y  preguntarnos sobre nuestra aceptación cuando decimos en el Padre Nuestro: “hágase tu voluntad”. Puede ser un tiempo para revisar nuestra confianza, y si de verdad nos fiamos de Dios, teniendo como referencia la respuesta María: “He aquí la esclava del Señor, hágase en mi según tu palabra”, diciendo si a Dios; y cuando Jesús en el Huerto de los Olivos le pide al Señor que aparte de Él ese cáliz, pero termina diciendo: “Hágase tu voluntad”.

Sabemos que “la oración sabe calmar la inquietud: pero, nosotros somos inquietos, siempre queremos las cosas antes de pedirlas y las queremos en seguida. [Y más en este tiempo de la larga prueba de la pandemia de la la Covid19]. Esta inquietud nos hace daño, y la oración sabe calmar la inquietud, sabe transformarla en disponibilidad. Cuando estoy inquieto, rezo y la oración me abre el corazón y me vuelve disponible a la voluntad de Dios. […] Si en la oración comprendemos que cada día donado por Dios es una llamada, entonces agrandamos el corazón y acogemos todo. Se aprende a decir: “Lo que Tú quieras, Señor. Prométeme solo que estarás presente en cada paso de mi camino. Esto es lo importante: pedir al Señor su presencia en cada paso de nuestro camino: que no nos deje solos, que no nos abandone en la tentación, que no nos abandone en los momentos difíciles… (Papa Francisco, 18/11/2020)

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Agradecemos al P. Juan Carlos Martos, CMF, el facilitarnos los textos y el video Los Síes de la Navidad, que ha preparado para La Fragua, y que nosotros compartimos desde la Web del Maestro CMF con fines únicamente educativos y de formación permanente de estudiantes, padres de familia y profesores interesados. También podría ser un material educativo para las clases virtuales y (cuando se tengan) las clases presenciales de Educación Religiosa.

“Los que tengan ocasión de ver este vídeo, lo harán por Navidad [o en ocasiones en que tengan que tratar este tiempo litúrgico]. En el tiempo en que celebramos el nacimiento de Jesús, su manifestación. Este año lo celebramos de una manera impensable. La pandemia nos obliga a cambiar. Y posiblemente salgamos ganando si con ello conseguimos aproximarnos a lo más central de este misterio.

LOS SÍES DE LA NAVIDAD (04´ 31)

Cuentan en las vidas de los padres y madres del desierto, que a un monje le preguntaron: «Pero ¿qué haces tanto tiempo en el silencio?». Y él respondió́: «Estoy dejando que la luz salga». Que la Navidad sea ocasión de dejar que salga la luz que necesitamos para recorrer junto a otros el camino.

Cuando Dios se manifiesta, cuando surge la luz, lo que aparece es la humanitas, la humanidad (Tito 3,4-7). Apareció́ un niño. Y Pablo lo describirá́ bellamente: apareció́ la ternura y la dulzura de Dios que salva. Dios se da amorosa y delicadamente. Para darse desciende siempre más abajo, está abajo. Dios toma el camino de la humillación, se hace tierra fértil.

La Navidad se resume en un “sí” de Dios al hombre. Una afirmación. El «sí» de María continúa esa historia afirmativa. Su modo libre de consentir abre las puertas a esta humildad compasiva de Dios, que queda configura como una “cadena de síes”.

Nosotros necesitamos otros “tres síes más uno” para permitir que la luz de Navidad siga llenando el mundo de ternura. Dos los recibimos, y los otros dos los damos.

  • El primero que recibimos (y a veces el último que descubrimos) acontece en nuestra navidad personal, nuestro nacimiento. Es el sí primero de Dios a nuestra existencia, la afirmación honda que nos coloca en este mundo, en el escenario de la vida. En este sí de puro amor respiramos y somos.
  • El segundo es el de aquellos que nos tomaron en brazos al nacer, nuestros primeros cuidadores: nos alimentaron, nos protegieron, nos acompañaron con lo mejor de ellos y también con sus heridas. Su sí nos ha permitido crecer y ocupar nuestro lugar único en el mundo.
  • El tercer sí lo damos nosotros. Nadie nos puede sustituir. Éste a veces nos cuesta mucho. Es el sí que nos damos a nosotros mismos. Con ese sí asumimos nuestra propia vida en su espesor, en su ambigüedad, con los avatares de su historia, y también con toda su belleza y sus posibilidades siempre por estrenar.
  • El cuarto sí es el que nos hace más parecidos a Dios. Es el sí que entregamos a los otros para afirmar sus vidas también con todo, sin dejar nada fuera. Es una afirmación que los sana y que potencia. Es el sí que Isabel dio a María cuando ésta fue a visitarla. Está hecho de reconocimiento, de respeto, de entrega y de alegría por el trabajo secreto que Dios hace en cada uno los prójimos que están a nuestro lado.

Para llegar hasta nosotros, para ofrecer el sí de Dios al mundo, Jesús cruzó las puertas de la humildad. Es el mismo camino que se nos abre a nosotros para llegar a Él.

En el libro de la Sabiduría hay una descripción muy hermosa: «Un silencio sereno lo envolvía todo / y al mediar la noche su carrera / tu Palabra todopoderosa / vino desde el trono real de los cielos…» (Sab 18,14). En la noche, en el silencio, vino superando toda expectativa, toda razón, aun toda sabiduría, porque no vino «como guerrero implacable… llevando una espada acerada…» (Sab 18,15). No vino como luchador, sino como niño; no vino armado, sino desarmado, como un infans entregado y abandonado a nuestras manos. Y espera que alguien siga respondiendo y diga: «Sí». Otro modo de expresar este sí, es decir: «te quiero»”.

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Quizá estas palabras del Papa Francisco nos ayuden a enriquecer la reflexión del Si de María y de Jesús, para comprender el sentido de la obediencia cristiana, que siempre está referida al amor, y no al miedo oa la interés. Y para esto “Jesús establece dos fundamentos esenciales para los creyentes de todos los tiempos, dos fundamentos esenciales de nuestra vida. El primero es que la vida moral y religiosa no puede reducirse a una obediencia ansiosa y forzada. Hay gente que trata de cumplir los mandamientos de forma ansiosa o forzada, y Jesús nos hace entender que la vida moral y religiosa no puede reducirse a una obediencia ansiosa y forzada, sino que debe tener como principio el amor. El segundo fundamento es que el amor debe tender juntos e inseparablemente hacia Dios y hacia el prójimo. Esta es una de las principales novedades de la enseñanza de Jesús y nos hace entender que no es verdadero amor de Dios el que no se expresa en el amor al prójimo; y, de la misma manera, no es verdadero amor al prójimo el que no se deriva de la relación con Dios”.

REDACCIÓN WEB DEL MAESTRO CMF



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