En el artículo anterior[1], analizamos el perfil de un emigrante – aquella persona que se traslada del lugar donde tiene establecido su hogar (pueblo, ciudad, país), para establecerse en otro -; mientras que el inmigrante, teniendo como prefijo in, nos revela “adentro o al interior”, luego inferimos que el inmigrante, es la persona que emigró, pero ya ubicado en su lugar de destino, para radicar en él.
Hoy analizaremos el perfil, ¿por cierto recuerdas esta definición? “Aquellas características y rasgos que son intrínsecos a un individuo y que sirven para diferenciarse de otras; se omiten las cualidades y características físicas, enfocándose en las características que no son visibles), del inmigrante.
¿Qué sucede cuando llegas allí, al destino final (o inclusive en países de tránsito), al lugar definitivo de tus sueños?
No podemos olvidar que el emigrante latinoamericano, arriba con un perfil un tanto “indefenso”, dada la generalidad de las circunstancias sociales (la edad, la escolaridad, el sexo, el estado civil, el ingreso y la ocupación de los mismos) y económicas, entre otras que suele poseer el país que los acoge.
¿Qué le ofrece el mercado? Los inmigrantes han de ser sustitutos de los trabajadores nativos cuando compiten por los mismos puestos de trabajo o complementarios cuando incrementan la demanda de tareas productivas y habilidades de los trabajadores nativos; además tienden a laborar en sectores caracterizados por puestos que requieren bajos niveles de calificación (servicio, construcción, transporte, trabajo doméstico en domicilios privados), aunque el nuevo migrante tenga una formación académica mayor.
Algo interesante resulta que, al trabajar como mano de “obra barata” los migrantes “degradan” sus habilidades y aceptan trabajos rápidamente, aunque se encuentren sobrecalificados para el puesto. Situación que para los países receptores representa una pérdida de oportunidades, debido a que los inmigrantes están generando valor por debajo de su potencial, dadas sus capacidades.
Aunque esta desconexión entre las habilidades y las ocupaciones tiende a reducirse con el tiempo, a medida que los inmigrantes van accediendo a puestos de trabajo que se adecuen más con sus niveles de calificación.
En la Educación y en el caso particular de los menores, el impacto para los mismos puede ser fuerte – no tanto así para los padres o madres, cuya responsabilidad es la de trabajar, siendo su prioridad, en que los menores con el “cambio” continúen estudiando – dada las nuevas costumbres, en el plano cultural, en el lenguaje que aunque sea español, habrá de adaptarse a los modismos, nuevas relaciones; de existir un cambio de idioma, por ejemplo inglés, el problema de la comunicación a superar, será aún mayor.
Lo común es que se realicen por las instituciones educativas exámenes de ubicación y que por lo general suelen retrasar al estudiante algún que otro grado. Ello, forma parte de las decisiones de inmigrar, por doloroso que sea, aunque puedan obtenerse buenos y mejores frutos en años posteriores.
¿Dónde más impacta el hecho de ser inmigrante? En la salud, en el comercio, entre otros, los cuales abordaremos en nuevos artículos.
- [1] “Desde la perspectiva de un emigrante”
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Autor: Ernesto Gonzalez , ciudadano nicaragüense, nacido en Cuba. Experiencia laboral: Lic. en Ciencias Pedagógicas con mención en química. 40 años de experiencia como docente en los niveles de educación media y superior; cursos de posgrado propios de la especialidad y en pedagogía; autor de libros de texto para la enseñanza media tanto en ciencias naturales, como sociales. Articulista para los periódicos La Prensa, El Nuevo Diario (nicaragüenses 2000-2008), actualmente para el periódico El Siglo 21 guatemalteco. Correo electrónico: [email protected] Cuenta de twitter: @gonzlez_ernesto |
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