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[John Jairo Rincón] Las habilidades investigativas en el mundo de la información

El ser humano, haciendo un recuento de su desarrollo intelectual, ha pasado por varias etapas de la comunicación. Cada una de ellas lo ha acercado al conocimiento, como resultado de su época o de su momento histórico. En algún momento de su vida, por ejemplo, primó en su día a día la oralidad, lo que se podría llamar la era tribal. Luego aprendió a escribir, es decir, que priorizó la alfabetización. Después inventó la imprenta, con el fin de que la información se democratizara. Y hasta aquí podríamos decir, en su amplio devenir, que consideraba necesario que la colmena humana viviera informada.
Sin embargo, fue más allá: desarrolló la electrónica y el mundo de las telecomunicaciones, para luego dar paso a la era de la información, en la que se encuentra ahora y de la que difícilmente se puede desprender. Por eso es importante, en este contexto, hablar de las habilidades investigativas, cuando la enciclopedia está a su disposición las veinticuatro horas del día.

En el mundo de la educación se habla mucho de la importancia de la investigación, ¿pero realmente qué son las habilidades investigativas? Moreno (2005) hace alusión a una serie de capacidades de diversa naturaleza que se empiezan a desarrollar cuando el individuo sistematiza una serie o pasos que se requieren para para investigar. En otras palabras, se investiga cuando se ha interiorizado muy bien cada proceso pertinente a la investigación y su difusión como práctica educativa.

Martínez y Márquez (2014) también nos dan otra definición, en la que mencionan “un desarrollo de habilidades investigativas en relación con un modo de actuación profesional ya especificado o generalizado” (p. 353). Por eso, aterrizando más su planteamiento, hablan de tres tipos de habilidades investigativas. En este sentido, reconocen las habilidades básicas de investigación, las habilidades propias de la ciencia de investigación y las habilidades propias de la metodología de la investigación pedagógica. Todas ellas, siguiendo las ideas de Moreno (2005), se pueden alcanzar cuando se prepara la mente para la investigación.

Se podrían ofrecer, conceptualmente hablando, otras definiciones, pero hay otra pregunta que igualmente es urgente: ¿para qué se investiga? Se acude a la investigación para solucionar problemas, que en la mayoría de los casos son el resultado de las necesidades que aquejan a la humanidad. Son estas preocupaciones las que la han llevado a su evaluación social y tecnológica, en el caso de aquellos países que ven en la investigación un motor para el desarrollo de su recurso humano. Son naciones que han alcanzado un desarrollo digno de emular, ya que a través del ejercicio educativo han logrado reconocer sus falencias y, por ende, se han preparado para enfrentarlas por medio de la creatividad y la innovación.

Sabiendo esto, ¿por qué la escuela latinoamericana no fortalece el tema investigativo? Porque en muchas ocasiones el sistema educativo no prioriza la investigación, o no cuenta con el educador que sepa cómo transmitir el conocimiento investigativo. Dicen que usted no puede dar lo que no tiene, así que por eso se vive sumergido en una educación carente de curiosidad, que difícilmente promueve proyectos o sabe cómo infundir la resolución de problemas.

Es posible que esté allí la gran brecha que hay entre los países del primer y tercer mundo. Mientras los primeros, muy conscientes del papel de la investigación, viven creando e innovando, los segundos, sin saber qué hacer con sus currículos desactualizados, se siguen preguntando todavía por qué sus estudiantes ni siquiera alcanzan a llegar a la universidad. Se trata de fomentar el espíritu de la curiosidad, acudiendo a una pedagogía que realmente acerque a niños y jóvenes a la investigación. Está en ella el avance, la inserción de un país en el mundo de la competitividad. Si se desea lo contrario, pues resulta lógico pensar en sociedades atrasadas.

Todos los licenciados, si recordamos su paso por la universidad, han tenido que presentar una monografía de grado. Si se han especializado, está más que claro que su tesis ha sido mucho más rigurosa. Entonces, ¿por qué no comparten sus habilidades investigativas con los estudiantes? ¿Será que es algo del currículo?

Se podría seguir debatiendo sobre este asunto, pero por ahora es necesario decir que la investigación se hace cada día más una prioridad. Por lo tanto, se debe desarrollar una pedagogía que sepa cómo enseñar a investigar, reconociendo la época en que se vive: en el siglo XXI la información abunda como el agua de los océanos.

Haciendo una profunda reflexión, se puede concluir que los jóvenes de hoy no saben clasificar la información, desconocen las tipologías textuales en la que esta se ofrece, y pasan desapercibido las ideas importantes que se les comparte. Todo esto no es solamente el resultado de una mala lectura, sino que también es una consecuencia de la falta de un espíritu crítico, que se fomenta cuando se acerca al estudiante a los caminos de la investigación.

La tarea es ardua, sin embargo, se la puede sacar adelante. Hay que fomentar en clase proyectos que encaminen el quehacer investigativo, en los que se transverzalicen todos los campos del saber. Una vez que nos saquemos los sesgos que hacen del conocimiento algo parcializado o independiente, serán la preguntas y la curiosidad las que nos hagan ver por qué el desarrollo social está en el acto investigativo. El progreso, en definitiva, es consecuencia de la manera en que abordamos los que nos parece complejo.

Referencias bibliográficas
  • Martínez Rodríguez, Dianelkys, Márquez Delgado, Lilia. (2014). Las habilidades investigativas como eje transversal de la formación para la investigación. Tendencias pedagógicas, 24, p. 347-360.
  • Moreno Bayardo, María Guadalupe (2005). Potenciar la educación. un currículum transversal de formación para la investigación. REICE. Revista Iberoamericana sobre Calidad, Eficacia y Cambio en Educación, 3(1),520-540. [fecha de Consulta 3 de agosto de 2020]. ISSN: Disponible en: redalyc.org

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Autor: John Jairo Rincón Cortés.

Estudios: Licenciado en Literatura de la Universidad del Valle, Especialista en Aplicación de TIC para la Enseñanza y Magister en Tecnologías Digitales Aplicadas a la Educación de la Universidad Santander UDES.
Experiencia Laboral: 10 años en el mundo de la educación, y actualmente es Coordinador de Convivencia del Colegio Claretiano Santa Dorotea de la provincia Colombia-Venezuela.
E-mail: [email protected]


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