El escritor francés Daniel Pennac (Casablanca, Marruecos, en 1944), vivió en diversos países de África y del Sudeste Asiático, se licenció en letras en la Universidad de Niza (Sophia Antipolis, Francia). Tras iniciar su actividad literaria con libros para niños, adquirió gran popularidad gracias a las novelas de la saga en torno a la familia Malaussène* (perteneciente a la novela negra, a la que llega a raíz de un viaje a Brasil), aunque también ha escrito más de 170 obras.
Pennac cree que los que enseñan deberían, antes que nada, mantener la mente abierta y abandonar los prejuicios. Porque incluso la persona que aparentemente es un mal estudiante puede esconder grandes virtudes y capacidades. «Todo el tiempo que trabajé como profesor de alumnos de bachillerato, nunca me topé con ningún muchacho idiota. Los hay más vivos, más atrevidos, más rápidos, sí. Pero no hay que olvidar que la escuela es el lugar donde se entrechocan el conocimiento y la ignorancia. Enseñar siempre es algo violento. […] El ser un mal estudiante durante la época escolar, no es una condena de por vida».
Decálogo del lector (03´ 37”)
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«Una buena clase no es un regimiento marcando el paso, es una orquesta que trabaja la misma sinfonía. Y si has heredado el pequeño triángulo que solo sabe hacer ting, ting, o el birimbao que solo hace bloing, bloing, todo estriba en que lo hagan en el momento adecuado, lo mejor posible, que se conviertan en un triángulo excelente, un birimbao irreprochable, y que estén orgullosos de la calidad que su contribución confiere al conjunto. Puesto que el gusto por la armonía les hace progresar a todos, el del triángulo acabará también sabiendo música, tal vez no con tanta brillantez como el primer violín, pero conocerá la misma música». «El problema es que queremos hacerles creer en un mundo donde solo cuentan los primeros violines». […] “Cada alumno toca su instrumento, no vale la pena ir contra eso.”
“¡Qué afortunados aquellos niños que en su camino se encuentran buenos profesores, que entienden la maravilla y la importancia de las diferencias! […] ¡Basta un profesor -uno solo- para salvarnos de nosotros mismos y [no] hacernos olvidar a todos los demás!”. Cf Descubrir el mal de la escuela con Daniel Pennac
Francia en el 2009, difundió el decálogo de Derechos del lector, para una campaña de animación a la lectura creado por Daniel Pennac, y que compartimos para que usted, sugiriendo leer el mensaje completo en el enlace adjunto, desde su propia realidad, y sirva de base para el diálogo sobre la lectura y la comprensión lectora, punto de inicio para acceder al pensamiento crítico, objetivo fundamental del proceso enseñanza – aprendizaje. ¿Cuál (o cuáles) considera usted el (o los) más importante(s)?
- El derecho a no leer. El derecho a no leer nos permite períodos de dieta, durante los cuales no tenemos ningún libro en nuestras manos.
- El derecho a saltarse páginas. El derecho a saltarse páginas nos brinda la libertad de leer, con una cierta rapidez, textos extensos cuyo contenido no es de nuestro interés en su totalidad.
- El derecho a no terminar un libro. El derecho a no terminar un libro se constituye en un alivio cuando -lectores compulsivos- nos resulta difícil aceptar que ese libro no nos atrapa lo suficiente como para terminarlo.
- El derecho a releer. El derecho a releer desarrolla un buen hábito -especialmente si se lo ejercita desde la escuela- ya que no siempre podemos comprender un escrito a partir de una primera lectura.
- El derecho a leer cualquier cosa. El derecho a leer cualquier cosa hace que, más de una vez, empecemos por la lectura de “malas novelas” -especialmente durante la adolescencia- para acceder después, a las “buenas lecturas”.
- El derecho a leer lo que me gusta. El derecho al bovarismo [o síndrome de madame Bovary. Estado de insatisfacción crónica de una persona] no es más que ese primer contacto con la obra literaria; la emoción, el sentimiento, la confusión de la imaginación con la realidad, la penetración en un mundo diferente del real.
- El derecho a leer en cualquier parte. El derecho a leer en cualquier parte es aprobado y compartido tanto por ávidos lectores como por quienes se acercan muy de vez en cuando a la lectura.
- El derecho a “picotear”. El derecho a picotear está estrechamente relacionado con la falta de tiempo para leer en forma completa un libro, pero nos permite abrirlo en cualquier página y descubrir allí el comienzo de una posterior lectura o simplemente la posibilidad de trasladarnos por unos minutos, a otro mundo o lugar.
- El derecho a leer en voz alta. El derecho a leer en voz alta -un ejercicio que se ha perdido últimamente en las escuelas, pero que los alumnos de cualquier edad aprecian y solicitan a menudo- permite dar vida al texto y compartirlo con el grupo.
- El derecho a guardar silencio. Finalmente, en el derecho a callarnos, aparece una vez más, el acto de leer como un momento de intimidad del que nadie debe dar explicaciones a nadie. Los diez derechos del lector por Daniel Pennac
Según Pennac los autores de los temas de auto ficción, están convencidos de que poseen la verdad objetiva, la verdad verdadera. Los autores de este estilo se creen poseedores de una verdad suprema que agota todas las demás verdades subjetivas. Y ellos mismos, al escribir, se convierten en personajes literarios que pretenden que no existe ningún tipo de intimidad». También hay una idea muy difundida, que afirma que “las generaciones jóvenes siempre han pensado que los tiempos pasados fueron mejores que los suyos, […]. «Esos catastrofismos son siempre exagerados, y yo les digo a las nuevas generaciones que mi época no fue mejor que ésta. Durante mi juventud, vivíamos con un miedo permanente por la amenaza atómica, existía esa terrible separación entre este y oeste, la Guerra Fría era un peligro constante, existía mucha mayor pobreza en Europa, teníamos también las duras guerras coloniales, la medicina estaba mucho más atrasada… […] Los jóvenes, por naturaleza, deberían huir de esas ideas tan pesimistas».
«Ahora se dice mucho que los niños y adolescentes no leen. ¡Pero es que eso ya se decía cuando yo era joven!». Y ahora existe una “actitud partidaria de desdramatizar la posición de los adultos frente a los niños a los que no les gusta leer. […] Lo primero que hay que hacer cuando se tiene un hijo es leerle cuentos y contarle historias. Pero, cuando empiecen el colegio, es importantísimo no dejarles de leer. Justo cuando empiezan a aprender a leer y escribir es cuando no podemos abandonarlos. Ellos creen que ya saben leer, y es fácil creerles, porque se ve que pueden leer las palabras de los carteles, pero eso no significa que entiendan lo que leen. Hay que seguir a su lado, porque ese es un momento privilegiado, es la puerta de la literatura». Además, señala que «nunca hay que castigar a un niño sin ese momento. La relación de los padres y el hijo en el terreno de la literatura debería ser terreno sagrado, un momento de reconciliación. El resto del día, con todas las demás decisiones, es la guerra, pero la noche y la lectura es una tregua, un remanso de paz». Cf Daniel Pennac: «El humor nos ayuda a volver a vivir»
Como educadores, quizá nos sea importante saber que la pedagoga María del Carmen Campillo, siguiendo el pensamiento de Pennac, opina que los niños que han tenido “el beneficio de la lectura literaria en dosis intensas de variada y buena calidad”, gozan y valoran los valores de los saberes culturales, que le dan una incomparable cabida a su imaginación y forman las bases de su juicio crítico para dar respuestas intelectuales, afectivas y estéticas a las circunstancias que los rodean. Se introducen en el análisis de su mundo interior desde donde inician la comunicación consigo mismos y con las demás personas, es decir, son conscientes de su individualidad, pero también de la relación con los otros en el reconocimiento y valoración de la diversidad.
Llegar a adquirir “el contagio del gusto por la lectura”, ayuda, desde la infancia, a distinguir las prácticas equivocadas –aunque puedan ser bien intencionadas– que conducen al disgusto y al rechazo por los libros. Leer nos ayuda a compartir “la convicción de que el mundo de los libros es de mucha mayor riqueza vital que el de las pantallas.” Cf La importancia de la literatura en la vida de niñas y niños
Según Paula Conde, periodista y editora de la sección Cultura de Clarín (Argentina), opina que Pennac, “buscó generar el placer por la lectura y eliminar el concepto de “obligación”, que viene aparejado con los programas de estudio y las evaluaciones escolares. Y nos narra que “en una clase de 35 alumnos, en un liceo donde asisten aquellos que fueron expulsados de otras instituciones, preguntó si no les gustaba leer. No, no les gustaba, y respondió: “Bueno, ya que a ustedes no les gusta leer, seré yo quien les lea los libros”. ¿Usted? ¿Todo el año lectivo? ¿Todas esas páginas? ¿En voz alta? Sí. “Y no tomen notas, traten de escuchar”. Y ahí nomás arrancó con la lectura de El perfume, de Patrick Suskind. “¡Gracias, señor Suskind! “Ni uno solo, entre esos 35 refractarios a la lectura, esperó a que el profesor llegara al final de uno de sus libros sin haberlo terminado antes, […] Es que el placer de leer estaba muy cerca, secuestrado en esos desvanes adolescentes por un miedo secreto: el miedo (muy, muy antiguo) de no comprender”. Cf Cuarentena por coronavirus: el escritor que postuló el derecho a no leer, largar un libro y «picotear»
Los profesores, los padres de familia, los bibliotecarios y toda la comunidad educativa, podemos desarrollar un papel importante en la enseñanza para que nuestros niños y jóvenes sientan la libertad de escoger una lectura interesante y encuentren el gusto de leer. Juntos podemos crear, en nuestra escuela, -sea rural o urbana-, un entorno que fomente el amor por la lectura en todos los estudiantes, y el saber exponer su comprensión.
Quizá por propia experiencia, para aquellos que hemos gestionado hace años las aulas o aún estamos en ellas, sabemos que, si a temprana edad se desarrolla un amor por la lectura, esos niños y jóvenes están más propensos a ser lectores de por vida. Cuando los estudiantes se sienten libres de elegir lo que quieren leer, están más propensos a encontrar libros que sean interesantes y relevantes para ellos. Esto les ayuda a disfrutar de la lectura y a descubrir el valor de la misma.
Como sostiene Pennac, la libertad de lectura fomenta la creatividad y la expresión personal. Cuando los estudiantes pueden elegir lo que quieren leer, pueden explorar sus intereses y descubrir nuevas perspectivas. Esto les ayuda a desarrollar su propio pensamiento crítico y a formar sus propias opiniones. Como afirmó Paula Conde en el su artículo de Clarín.
Para corroborar el pensamiento de Pennac, el Premio Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa declaró que recuerda con cariño al hermano Justiniano que le enseñó a leer “era un ángel caído del cielo”, y cómo “en esas clases se bailaba y cantaba como un juego para aprender los tiempos de los verbos.” El escritor peruano considera que “el leer fue lo más importante que aprendió. Gracias a esa habilidad “vivía las historias” y que empezó su amor por los libros.” Cf Vargas Llosa: El hermano Justiniano que me enseñó a leer era un ángel caído del cielo
Ojalá podamos coincidir, desde nuestras propias y particulares realidades sociales y educativas, que enseñar a leer a los estudiantes con libertad, es una forma de promover su desarrollo personal y académico. No nos será muy difícil llegar a comprobar que los estudiantes que se sienten libres de elegir lo que quieren leer, y encuentran padres y profesores con quienes compartir su juicio, están más motivados para leer y obtienen más beneficios de la lectura.
Recordemos -siempre y con entusiasmo- al gran escritor argentino Jorge Luis Borges, quien nos confía al oído docente que, «el verbo leer, como el verbo amar y el verbo soñar, no soporta “el modo imperativo’. Yo siempre les aconsejé a mis estudiantes que si un libro los aburre lo dejen; que no lo lean porque es famoso, que no lean un libro porque es moderno, que no lean un libro porque es antiguo. La lectura debe ser una de las formas de la felicidad y no se puede obligar a nadie a ser feliz.»
El pensamiento y el decálogo de Pennac, analizado por las opiniones de tantos especialistas en el video de Alejandría Little Films, que compartimos por motivos únicamente educativos y de formación permanente; la gratitud Vargas Llosa y el consejo de Borges, nos animen a seguir creyendo que la lectura nacida por motivación propia, ayuda a desarrollar la imaginación, la comprensión del mundo, mejorar la convivencia humana y desarrollar la empatía y cuidado de la Casa Común.
Si los niños (y también los jóvenes) aprenden a amar la lectura viendo a los adultos y, sobre todo, a sus padres y profesores, que leen y disfrutan de la lectura, ofrezcámosles una variedad de libros para que escojan y encuentren aquellos que les interesen; hablémosles sobre los libros que leen; preguntémosles qué piensan de los libros que leen y nos cuenten sobre las historias que leen, para ayudarles a desarrollar su comprensión y su amor por la lectura. La felicidad de leer es un regalo que puede durarles toda la vida. Con un poco de esfuerzo y mucho entusiasmo, los profesores, encontraremos nuevas rutas para incentivar la lectura y encontrar tiempo para acompañar a nuestros estudiantes a descubrir el placer de la lectura y la felicidad que hallamos en saber que “el que lee mucho y anda mucho, ve mucho y sabe mucho” (Miguel de Cervantes).