La interrogante del artículo de hoy nos conlleva no solo al significado de una palabra u otra, sino también a comunicarnos de forma satisfactoria, aunque no necesariamente se llegue a un voto “unánime” y sí al menos a un consenso. ¿Dialogar – Dialogo? 1. Plática entre dos o más personas, que alternativamente manifiestan sus ideas o afectos. 2. Discusión o trato en busca de conformidad o unión. ¿Discutir – Discusión? Contender y alegar razones contra el parecer de alguien. De darle una nueva lectura a las dos definiciones antes expuestas apreciamos términos como “… en busca de conformidad o unión” y por otra parte “…razones contra el parecer de alguien” que por lo visto nos da una señal de belicosidad, de agresividad, este segundo término.
¿Cómo solucionar lo anterior, qué “antibiótico” tomar? Una posible solución es recurrir a la empatía, o capacidad de situarnos en la piel del otro, y la asertividad, mediante la cual conseguimos trasmitir claramente nuestras opiniones, incluso las menos aceptadas por los demás, sin que hieran a nadie ni supongan agravio ni menoscabo para nuestros interlocutores.
¿Cuántas veces llegamos a casa y sin que nadie de la familia haya tenido culpa alguna, nos auto maldecimos y maldecimos por alguna que otra contradicción banal, insustancial en el trabajo? ¿Motivos que nos llevaron al exabrupto? Estrés del mismo trabajo, la personalidad difícil del interlocutor, los problemas con los niños o con el o la cónyuge, o por cualquier otra razón.
¿Solución? Podemos decir lo que pensamos educada y equilibradamente, sin agredir a nadie ni molestar. Y todo ello, naturalmente, sin ceder en lo que consideramos fundamental y evitar, así, que las (a veces inevitables) discusiones nos lleven a donde no queremos. Una primera constatación útil es que resulta muy difícil convencer a los demás.
Y la segunda, que en la mayoría de las ocasiones no es tan importante conseguirlo. Lo que sí reviste trascendencia es que podamos expresar y defender nuestras ideas y posiciones ante lo que se discute. Que se nos atienda y se nos entienda. En ocasiones, merece la pena discutir, porque estamos seguro, convencido que nuestra razón debe ser oída y contrastada y que perfectamente puede tener un impacto positivo acorde al tema tratado.
Es muy humano, la necesidad de mostrarnos y de hacer saber a los demás el lugar que ocupamos en el mundo. Porque tan sólo quien se expresa existe de verdad y (de vez en cuando, al menos) habremos de corroborar nuestra propia existencia. Partamos de una premisa básica, que guiará nuestra interacción con los demás: el hecho de que tengamos nuestra razón no equivale a que tengamos la razón. Ejercer la libertad de expresión nos debe conducir a respetar que la persona a quien hablamos tiene derecho a emitir sus opiniones, a defenderlas y a que sean escuchadas.
El hecho de vivir en sociedad, siendo la comunicación una de las funciones que nos convierte en personas, por lo que expresarnos con libertad y convicción, aunque genere alguna que otra discusión, da fe de que vivimos, de que pensamos, de que sentimos, de que somos diferentes. Y, quizá lo más importante, exponer abiertamente nuestras ideas transmite al exterior la siempre feliz noticia de que nos interesa lo que piensan y sienten los demás.
Autor: Ernesto Gonzalez , ciudadano nicaragüense, nacido en Cuba. Experiencia laboral: Lic. en Ciencias Pedagógicas con mención en química. 40 años de experiencia como docente en los niveles de educación media y superior; cursos de posgrado propios de la especialidad y en pedagogía; autor de libros de texto para la enseñanza media tanto en ciencias naturales, como sociales. Articulista para los periódicos La Prensa, El Nuevo Diario (nicaragüenses 2000-2008), actualmente para el periódico El Siglo 21 guatemalteco. Correo electrónico: [email protected] Cuenta de twitter: @gonzlez_ernesto |
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