[John Jairo Rincón] La unificación de criterios pedagógicos: la tarea educativa de la escuela claretiana

Dice el Papa Francisco (2013) que este es el momento para que como cristianos nos preguntemos por la tarea que nos convoca en este mundo, bajo la consigna de vencer toda angustia espiritual que agobia a la persona de fe, para así hacerle frente a los tiempos que marcan el devenir de presente siglo. Si analizamos atentamente sus palabras, está más que claro que el maestro por antonomasia está llamado a preguntarse por su labor como educador, y más cuando se abren espacios pedagógicos y espirituales para que se cualifique y, por ende, forme a los que lo acompañan en su día a día.

Bajo ese propósito, muy aterrizado para lo que es educar, es necesario decir que después del II Congreso de Educadores Claretianos de América –que, dicho sea de paso, se realizó exitosamente en Argentina durante cinco días de trabajo disciplinado–, uno debe preguntarse criteriosamente por lo que en él se desarrolló. Por eso no se puede decir otra cosa que el buen maestro sabe escuchar, comparte experiencias con sus pares y directivos, no tanto para hacer triviales comparaciones entre un sinfín de prácticas educativas, sino para enriquecer su quehacer diario con las diversas narrativas pedagógicas del continente.

Sin lugar a dudas quedó muy presente en todos los asistentes el hecho de respetar los siete compromisos del Papa Francisco para un pacto educativo global. En este sentido, es deber del maestro claretiano incorporar estos pilares en toda acción que vincule la enseñanza, para de esta forma contrarrestar toda la inequidad que reina en el presente siglo, una época marcada por el consumismo desmedido que se opone a la vida solidaria que el Santo Padre propone.

Este quiere que cuidemos el planeta, nuestra casa común; que escuchemos atentamente a nuestros jóvenes, sin dejar de lado la inclusión y el respeto por la mujer; que el acto de enseñar se manifieste con amor, respetando siempre las diferencias y la dignidad del que se busca educar; que la familia se vincule a este acto educativo, siendo ella el primer referente social; y que se cree una conciencia económica en donde el ser humano no se cosifique, sino que pueda vivir sin que se lo excluya o se lo descarte en medio de la rutina de las sociedades capitalistas.

Es decir, Francisco quiere que vivamos conscientemente, tal cual como Jesús nos enseñó con su ejemplo de vida. Hoy nos pide que como comunidad claretiana mantengamos ese carisma que nos define a donde sea, pero siempre orientando nuestra escuela hacia la aplicación innegociable de estos siete compromisos, que no nos dicen otra cosa que hay que renovar todas las prácticas educativas globalizadas, porque promueven en su afán económico la individualidad y dejan de lado la colectividad.

Sabiendo todo esto solamente queda la tarea de unificar los criterios que definen a la escuela claretiana, para que en ella se recojan todas particularidades y experiencias que acompañan a las instituciones que la representan. Es que son muchas las formas de educar con el mismo sentir misionero, pero sin que se las haya ajustado a un proyecto realmente unificado.

No se puede desconocer que esta tarea de unificar criterio en cierto modo ya se la adelantó, cuando en el congreso se abordó el Pacto Educativo Global. Sin embargo, es necesario que cuando se construya un documento definitivo se tengan en cuenta los saberes de las distintas escuelas claretianas, con el fin de que nuestro sentir educativo se vea permeado por las realidades que acompañan a la educación latinoamericana.

Esta unificación de criterios nos debe llevar a aterrizar más la practica pedagógica, cristalizada en las aulas con un carisma que sobrevive en espontáneamente, pero que exige que en nuestros planes de estudio se mantenga vivo como evidencia de un espíritu misional. En otras palabras, se debe transversalizar la espiritualidad cristiana en toda estrategia pedagógica que se emplee en pro del cambio social que desea el Papa Francisco.

En conclusión, se puede decir que el II Congreso de Educadores Claretianos de América sirvió para comprender el verdadero papel de la escuela como espacio de convergencia social. También sirvió para escuchar las propuestas de todos los educadores claretianos, que hoy cuentan con las herramientas para encaminar espiritualmente a sus estudiantes, niños y jóvenes que están pidiendo a gritos una propuesta educativa que los libere de la vorágine de un mundo que propone el sin sentido, la desesperanza y la locura materialista que margina al que no logra encajar en sus estilos de vida.

Referencias bibliográficas

  • Bergoglio, Jorge M. (2013). Educar Elegir, la vida. Editorial Claretiana.

NOTA DE REDACCIÓN: La Web del Maestro CMF publica los textos e imágenes originales de su autor, no necesariamente coincide con lo expuesto en el tema, no se hace responsable de las opiniones expresadas, y no promociona ningún producto, servicio, marca o empresa. Sugerimos a nuestros lectores conocer la identidad de la fuente o de su autor o autores, para tener mayores elementos de juicio y la pertinencia a su realidad educativa.


Autor: John Jairo Rincón Cortés.

Estudios: Licenciado en Literatura de la Universidad del Valle, Especialista en Aplicación de TIC para la Enseñanza y Magister en Tecnologías Digitales Aplicadas a la Educación de la Universidad Santander UDES.
Experiencia Laboral: 10 años en el mundo de la educación, y actualmente es Coordinador de Convivencia del Colegio Claretiano Santa Dorotea de la provincia Colombia-Venezuela.
E-mail: [email protected]


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