Los estudios de Jean Piaget y Lev Vygotsky, entre otros psicólogos nos menos importantes, fueron concebidos en el marco de cierta estructura filosófica de referencia, el enfoque genético de Piaget y la concepción sociocultural de Vygotsky, como consecuencia de su epistemología dialéctica. Ambas posturas epistémicas fueron muy codiciadas por la mayoría de los científicos de la mente humana a principios del siglo anterior, y aún mantienen un notable prestigio. A nuestro modo de concebir esta cuestión, creemos que el desarrollo ulterior de las ideas de estos dos grandes psicólogos y epistemólogos, requieren de una estructura filosófica de referencia diferente, el paradigma configuracional.
Primeramente, es un imperativo significar que nuestro conocimiento acerca del pensamiento aún es embarazosamente incompleto, de ahí que hemos decidido hacer una precisión ontológica: El pensamiento no es material, no tiene forma corpórea, no es objetivo, es intangible, inconmensurable, por lo que no tiene existencia física en un lugar específico del cuerpo humano, aunque los neurocientíficos y psicólogos ubican sus procesos en el cerebro, sin embargo no tiene estructuras reales propias que se puedan identificar físicamente a nivel fisiológico. Y en el caso de que las tuviera, no sabemos con seguridad cuáles de las estructuras configuradas por la mente en un proceso de investigación cuyo objeto de estudio sea el pensamiento son las que corresponden al pensamiento en sí y cuáles son el resultado de nuestro propio pensamiento en su intento de estructurar, configurar y dar cuenta de esta realidad.
Estudiar el pensamiento es una actividad extremadamente compleja y osada. Sin embargo, sería interesante desarrollar investigaciones en esta línea, sobretodo en la primera infancia. La única forma de observar el pensamiento en acción es a través de uno mismo, de nuestro propio proceso de pensamiento. En efecto, en este caso, el método científico más pertinente es el propio ser humano. Soy yo, con mi pensamiento, analizando cómo pienso, qué pienso, por qué y para qué pienso lo que pienso, quién puede hacer un análisis detallado del pensamiento configuracional. Sin embargo, descifrar qué piensa un niño o niña, por qué y para qué lo piensa, cómo lo piensa, es una actividad, aunque no imposible, irremediablemente compleja igual que maravillosa y, además, irremediablemente necesaria e impostergable.
Si yo ejecuto un proceso subjetivo consciente podría dilucidar algunos de los misterios de mi propio pensamiento y, aún así, yo no podría aportar una explicación diáfana, comprensible e infalible de lo que ocurre en el interior de mi mente.
La información que brinda un sujeto individual no es muy fiable en el sentido de que la única visión directa que tenemos del pensamiento depende, en parte, de ese mismo pensamiento, de un proceso de conciencia subjetiva, y es por ello que este proceso metacognitivo no puede aportar una explicación nítida y fiel de los procesos que transcurren en nuestro interior mental.
Es por ello que proponemos la introspección reflexiva para el estudio del pensamiento configuracional. Esta técnica consiste en lograr un ascenso regresivo a las condiciones y fundamentos de la conciencia, o sea, la conciencia regresando a ella misma, la presentación y representación de sus propias estructuras, dinámicas y actos constitutivos.
La introspección reflexiva es la capacidad de análisis propio o auto-análisis, es una técnica inquisitiva, provocadora, de búsqueda y pesquisa interior, de observación interna de sí mismo (auto-observación). En efecto, los procesos del pensamiento sólo pueden ser percibidos por parte del mismo proceso que los incluye, es decir, el propio pensamiento. Es una situación compleja, desafortunada y adversa para la investigación científica, lo cual obliga al investigador a matizar las intuiciones que pueden obtenerse del proceso investigativo.
¿Lo anterior implica que no es posible hacer investigación científica sobre el pensamiento de otra persona? Todo lo contrario, sí podemos y debemos hacer ciencia sobre el pensamiento humano, y lo hemos hecho, pero debemos continuar profundizando los estudios sobre este tema complejo, sobre todo en los primeros años de vida del ser humano.
La hipótesis general que defendemos, a partir de aplicar la Teoría de las Configuraciones al estudio del pensamiento humano, es que el pensamiento, incluido el infantil, es configuracional. Además, tenemos la sensación y la intuición de que el pensamiento tiene un sustrato genético, biológico y neural, además de una condición sociocultural. El pensamiento es una configuración humana compleja, sistémica, dialéctica y holística que configura el componente biológico, genético, neural, psicológico, social y cultural.
A título de antecedentes, y antes de pasar a presentar varios de los hipotéticos mecanismos necesarios para que se cumpla la hipótesis general que acabamos de exponer, quisieramos decir que, desde el punto de vista de la complejidad configuracionista, estos procesos si bien es cierto que son opuestos y contrarios, también es cierto que son complementarios. Cada uno de estos procesos constituye una configuración compleja y, a su vez, está configurado en los demás, formando así una configuración holística y dialéctica de configuraciones sistémicas dinámicas y complejas, que incluyen lo externo y lo interno, lo cultural y lo biológico, lo social y lo genético, las relaciones interpersonales y el cerebro.
Por ejemplo, está claro que el cerebro es el órgano de todas las operaciones sensibles, que constituyen la condición del pensamiento, en el sentido de que no hay pensamiento sin sensaciones, pero el cerebro no es el órgano del pensamiento, sino que condiciona el pensamiento, el cerebro no es causa del pensamiento, es una condición de éste, ya que el pensamiento es inmaterial y el cerebro es material. Sin lugar a dudas una lesión cerebral afecta el razonamiento, pero el cerebro no genera, por sí mismo, pensamientos. No los causa, pero los condiciona.
Antes de avanzar en la cuestión sobre cómo el pensamiento configuracional se configura desde el nacimiento del niño, es preciso reconocer y valorar los legados de estos dos grandes de la psicología infantil: Piaget y Vygotsky, aunque desde la teoría configuracional del pensamiento intentamos argumentar que los mayores descubrimientos de estos eminentes psicólogos, fueron limitados y restringidos por sus premisas filosóficas de partida y que, libres de esos obstáculos y trasladados a una nueva estructura de referencia epistémica, dichos hallazgos son aún más poderosos, significativos y trascendentales.
La mayor parte de los avances que se han realizado hasta la fecha en el campo del pensamiento humano se han sustentado en enfoques psicológicos. No es de extrañar entonces que los procesos asociados al pensamiento sean considerados, como procesos mentales puros, no contaminados con otros procesos, como los procesos neurales, biológicos, genéticos, sociales y culturales.
En nuestra concepción configuracional del pensamiento, sustentada en la teoría de la complejidad y en la nueva teoría de sistemas, es necesario considerar estos aspectos como procesos inmanentes al pensamiento, causas y consecuencias de éste, origen y destino, inicio y fin, génesis, evolución, desarrollo y manifestación. Sin embargo, en estos momentos, en el caso concreto del primer año de vida por ejemplo, sólo es posible y necesaria una aproximación teórica gradual que se sustente en nuevas pruebas empíricas que se puedan obtener en el futuro.
En esta época, puede ser que hablar de pensamiento configuracional en bebés, infantes, o en niños de 2 ó 3 años, podría suscitar pánico, compasión e incluso burla, y sugerir la existencia de este tipo de pensamiento podría provocar desconcierto. El hecho fascinante es que hemos observado y caracterizado rasgos de conducta en niños que oscilan en estas edades, que pudieran ser indicadores de un pensamiento configuracional incipiente. De ahí que, aunque sea preciso bosquejar respuestas preliminares, no hablaremos de respuestas, sino de conjeturas, intuiciones y suposiciones. Empecemos, pues, proponiendo una definición operativa de pensamiento infantil: El pensamiento infantil es todo acto afectivo-volitivo, consciente, intuitivo o instintivo, mediante el cual el niño muestra sus sensaciones y/o emociones. Es necesario aclarar que aquí intentamos aportar una definición provisional de pensamiento configuracional infantil. Ahora bien, por ahora, la equivalencia entre los estados afectivos y cognitivos debería considerarse una hipótesis útil, y no como una certeza.
Si buscamos en un diccionario clásico la palabra pensamiento, encontraremos que en la mayoría de los casos es relacionada con conciencia, entendimiento, reflexión, discernimiento, conocimiento y percepción. Nunca se asocia a elementos afectivos o emocionales. Sin embargo, sí se asocia a la percepción. Y es precisamente este punto el que sustenta nuestra propuesta de definición. El pensamiento infantil está asociado a la percepción, pero una percepción determinada por las sensaciones y emociones.
Podría resultar tentadora la idea de considerar la equivalencia postulada entre sensación y percepción y, por traslado conceptual, entre sensación y pensamiento. Si bien al hacer esta conceptualización no degradamos la posición que ocupa el pensamiento en la historia de la humanidad, intentamos, desde una perspectiva diferente, comprender el pensamiento infantil y su relación con las sensaciones y emociones. Cuando consideramos al pensamiento configuracional infantil a través del filtro de esta idea, estamos conjeturando que este tipo específico de pensamiento existe para proporcionar una satisfacción cognitiva o una señal emocional al niño. Si bien la función principal del pensamiento configuracional infantil es alertar al niño sobre sensaciones inminentes, es probable que tenga implicaciones en otras dimensiones humanas. En este sentido, es prudente esbozar conceptos aproximativos, pero sospecho que la estrategia de configuración del pensamiento infantil implica la configuración de las configuraciones afectiva, cognitiva e instrumental.
Una acotación epistemológica válida e imprescindible: El pensamiento humano está formado por procesos de un extraordinario alto nivel de complejidad, que se relacionan de manera dialéctica y están constituidas por sistemas de sistemas, cuyas funciones, dinámica y funcionamiento son muy difíciles de describir, interpretar, comprender, explicar y predecir. La comprensión e interpretación holística de estos sistemas de sistemas y las relaciones dialécticas y dinámicas entres sus procesos inmanentes y entre ellos mismos, es lo que llamo configuración, ya sea configuración cognitiva, configuración afectiva o configuración instrumental. Ahora bien, nadie puede demostrar de manera satisfactoria que un niño que no hable tiene pensamiento, aunque es razonable triangular las considerables pruebas de las que disponemos y concluir que es altamente probable que sí lo tenga. En ese sentido, nos resulta fascinante suponer que desde antes del nacimiento el niño da muestras fehacientes y suficientes de una pensamiento configuracional en germen.
Cuando se contempla el espectáculo que ofrece el niño interactuando con el adulto o con algún objeto, uno se asombra de las actitudes evidentes. De todo ello se puede razonablemente conjeturar que, en efecto, el pensamiento tiene una doble génesis: interna y externa, biológica y cultural, genética y social. Esto quiere decir que, contrariamente a lo que establece la tradición y la convención científica, y contrario a los postulados de Piaget y Vygotsky, el pensamiento configuracional infantil no surge sólo con el lenguaje y a partir de éste, sino que surge desde la transferencia genética de los padres al niño y desde su evolución biológica, antes y después del nacimiento, mediada, por supuesto, por el lenguaje y la acción del adulto.
Muchas sorpresas hemos recibido a lo largo de nuestras investigaciones. La intuición y la ciencia nos dicen que el niño antes de nacer no es consciente, es decir, no tiene pensamientos. Sin embargo, a nuestro juicio, esta explicación es inverosímil. Creemos que es una intuición falsa, atribuible a las limitaciones del sujeto y sus creencias, sus concepciones epistemológicas, su filosofía sobre el ser humano y su cosmovisión. Un hallazgo fascinante apoya la idea de que desde que el niño está en el vientre de su mamá muestra rasgos caracterológicos del pensamiento configuracional. En los últimos años esta hipótesis ha recibido más apoyo, ya que cuando el bebé nace es capaz de reconocer el sabor de la pizza que la madre solía comer en embarazo y el olor del perfume que ella utilizaba en dicho período. Los estudios que hemos realizado, basándonos en la observación intensa, persistente e intencional de la conducta de niños y niñas en su primer año de vida, apuntan en la misma dirección. Las pruebas circunstanciales en favor de esta idea son reveladoras. Esto conlleva a consecuencias metodológicas, asimismo indispensables, para resolver o apenas comprender el enigma de la relación entre lo externo y lo interno, por un lado y el enigma del pensamiento configuracional infantil, por otro. En este sentido, como ya hemos señalado, proponemos utilizar la técnica de la introspección, y la auto-observación subjetiva para avanzar en las argumentaciones científicas. Es un ejercicio difícil y no exento de riesgos. Puede que la información obtenida por esta vía sea equívoca, pero vale la pena asumir el riesgo, pues la técnica auto-fenomenológica es una vía pertinente, bondadosa y poderosa, que ofrece una visión directa del pensamiento humano.
La posesión más fundamental de cualquier ser humano, en cualquier momento, es, a nuestro juicio, el pensamiento configuracional, y de hecho, el pensamiento infantil es configuracional, y además, tiene un cimiento biológico, genético, neural, psicológico, social y cultural. Esta es una propuesta audaz que las investigaciones ulteriores apoyarán por completo.
Para explicar la razón por la cual consideramos que el pensamiento infantil es configuracional: sociocultural, neuropsicológico y biogenético, es necesario asumir un enfoque de complejidad configuracional y despojarnos de todo prejuicio conceptual relacionado, que hemos construido a lo largo de nuestras vidas. En efecto, el medio que rodea al niño va configurando su pensamiento en forma de espiral, con momentos de avance, de retroceso, de estancamiento, y de nuevo de avance, desde niveles inferiores y casi incipientes hasta niveles superiores e impredecibles para el propio ser humano. Este episodio, que se ha enriquecido con algunas observaciones adicionales y una buena dosis de reflexión posterior, nos hizo caer en cuenta de cómo la relación del niño con los objetos y con las personas que le rodean, va configurando su pensamiento. Sin embargo, el ser humano, con su pensamiento, configura la realidad y el mundo que le rodea.
La situación que se perfila, a partir de los hechos y las reflexiones que hemos presentado es extraña e inesperada, pero bastante liberadora y provocativa. A manera de colofón para este cántico a la particularidad y la gloria del pensamiento configuracional infantil, quisiera hacer una consideración precisamente acerca de su configuración y su complejidad. Ha llegado el momento de reunir los hechos en apariencia dispares, y las hipótesis acerca de la génesis, evolución, desarrollo y manifestación del pensamiento configuracional infantil.
En el primer año de vida del niño se produce un proceso de configuración básico que cimienta el pensamiento configuracional infantil. La primera línea de la explicación acerca del modo en que todo ello se consigue toma en consideración algunos hechos de importancia decisiva. Los debates que se centran en la educabilidad del pensamiento suelen subestimar dos cuestiones de manera flagrante: la configuración biológica y la configuración genética del niño. La configuración biogenética es el primer estadio, el primer peldaño y la clave para el desarrollo ulterior del pensamiento configuracional. A la vista de este esquema es probable que, el pensamiento configuracional infantil, como hemos insinuado, tenga un origen biológico y evolutivo, propio de la especie humana, y que además, para sorpresa de muchos, tenga un componente hereditario. Es asombrosa la omnipresencia de estos rasgos en conductas infantiles similares a comportamientos de sus padres. La configuración neuropsicológica es el puente, el viaducto entre la configuración biogenética y la configuración sociocultural del pensamiento configuracional.
La configuración sociocultural es el motor impulsor del pensamiento configuracional infantil, sobre todo a partir del primer año de vida, cuando el niño comienza a construir el lenguaje y la palabra se convierte en el mecanismo que evidencia las particularidades de su configuración biogenética y de su configuración neuropsicológica. A pesar de que estas consideraciones teóricas que exponemos son extraordinarias, es preciso buscar respuestas más profundas en cuanto a la forma en que el niño muestra el carácter configuracional de su pensamiento.
El pensamiento configuracional expresa la dialéctica entre el cerebro (configuración biológica, genética y neural) y la mente humana (configuración psicológica, social y cultural). El pensamiento configuracional es un proceso dependiente de procesos neurales (biogenéticos) y de esquemas mentales (socioculturales)
Partiendo de todas las reflexiones realizadas anteriormente, podemos afirmar que el pensamiento configuracional es el nuevo paradigma científico del siglo XXI.
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Autor: Alexander Ortiz Ocaña, ciudadano cubano-colombiano. Universidad del Magdalena Santa Marta, Colombia Doctor en Ciencias Pedagógicas, Universidad Pedagógica de Holguín, Cuba. Doctor Honoris Causa en Iberoamérica, Consejo Iberoamericano en Honor a la Calidad Educativa (CIHCE), Lima. Perú. Magíster en Gestión Educativa en Iberoamérica, CIHCE, Lima, Perú. Magíster en Pedagogía Profesional, Universidad Pedagógica y Tecnológica de la Habana. Licenciado en Educación. Correo electrónico: [email protected] / [email protected] |
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