Con ocasión de recordar y pedir por el eterno descanso de los difuntos el día 02 de noviembre, la Iglesia Católica de manera especial el 05 de noviembre ha celebrado una Eucarística en sufragio de los Cardenales y Obispos fallecidos durante el último año, compartimos algunos pensamientos del Papa Francisco.
Consideramos que podrían ser un posible recurso pastoral, compartimos algunas frases que podrían ser de utilidad, para aquellos que así lo crean por conveniente, por su mensaje sobre un tema que el Catecismo de la Iglesia Católica afirma: “Creemos firmemente, y así lo esperamos, que del mismo modo que Cristo ha resucitado verdaderamente de entre los muertos, y que vive para siempre, igualmente los justos después de su muerte vivirán para siempre con Cristo resucitado y que Él los resucitará en el último día (cf. Jn 6, 39-40). […] Gracias a Cristo, la muerte cristiana tiene un sentido positivo.
«Para mí, la vida es Cristo y morir una ganancia» (Flp 1, 21). «Es cierta esta afirmación: si hemos muerto con él, también viviremos con él» (2 Tm 2, 11). La novedad esencial de la muerte cristiana está ahí: por el Bautismo, el cristiano está ya sacramentalmente «muerto con Cristo», para vivir una vida nueva; y si morimos en la gracia de Cristo, la muerte física consuma este «morir con Cristo» y perfecciona así nuestra incorporación a El en su acto redentor”.
HOMILÍA PAPA FRANCISCO EN LA CONMEMORACIÓN DE LOS FIELES DIFUNTOS. 02.11.2020 (05´ 41”)
Para los creyentes, “la gran luz de estas palabras prevalece sobre la oscuridad del profundo duelo causado” por la muerte de amigos y familiares. Las palabras del Papa Francisco traen luz a la exégesis y la esperanza del futuro de las personas que mueren en la fe y la eficacia de la oración de la Iglesia. Y en este año especialmente ya hemos rezamos por todos “los difuntos víctimas del coronavirus: por quienes han muerto solos, sin la caricia de sus seres queridos; y por todas las personas que han dado la vida por servir a los enfermos”; y hoy por los pastores difuntos.
Dejamos, especialmente a los profesores de Área de Educación Religiosa, a los catequistas y profesores creyentes, estas frases para que con la creatividad propia de su vocación docente les pueda servir de insumo para el diálogo y la reflexión en su comunidad educativa.
- “Cuando Job está más hundido, en lo peor, hay un abrazo de luz y calor que le asegura: «Yo, sí, yo mismo le veré, le mirarán mis ojos, no los de otro» (Jb 19,27). Esta certeza, en el momento preciso, casi el último de la vida, es la esperanza cristiana”.
- “Una esperanza que es un regalo: no nos pertenece. Es un don que debemos pedir: “Señor, dame esperanza”. Hay tantas cosas malas que nos llevan a desesperar, a creer que todo será una derrota final, que después de la muerte no habrá nada…”.
- “La esperanza nos atrae y da sentido a nuestras vidas. No veo el más allá, pero la esperanza es el don de Dios que nos atrae hacia la vida, hacia la alegría eterna”.
- “La esperanza es un ancla que tenemos al otro lado, y nosotros, aferrándonos a la cuerda, nos sostenemos (cf. Hb 6,18-20). “Sé que mi Redentor vive y lo veré».” Y esto, hay que repetirlo en los momentos de alegría y en los malos momentos, en los momentos de muerte, digámoslo así”.
- “Esta certeza es un don de Dios, porque nosotros nunca podremos alcanzar la esperanza con nuestras propias fuerzas. Tenemos que pedirla”.
- “La esperanza es un don gratuito que nunca merecemos: se nos da, se nos regala. Es gracia”.
- “Este es el propósito de la esperanza: ir a Jesús”.
- “El Señor que nos recibe allí, donde está el ancla. La vida en esperanza es vivir así: aferrados, con la cuerda en la mano, con fuerza, sabiendo que el ancla está ahí. Y esta ancla no falla, no falla”.
- “Hoy, pensando en los muchos hermanos y hermanas que se han ido, nos hará bien mirar los cementerios y mirar hacia arriba”.
- La fe “es la fuerza que nos da la esperanza, este don gratuito que es la virtud de la esperanza”
- “Estamos llamados a creer en la resurrección no como una especie de espejismo en el horizonte, sino como algo que está presente y nos involucra misteriosamente ya desde ahora”.
- “La resurrección no ignora ni enmascara el desconcierto que humanamente experimentamos ante la muerte”.
- Jesucristo, “excepto en el pecado, es totalmente solidario con nosotros: experimentó también el drama del luto, la amargura de las lágrimas derramadas por el fallecimiento de un ser querido”.
- Jesús “nos llama a renovar el gran salto de fe, entrando ya desde ahora en la luz de la resurrección: «El que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees esto?». Cuando se produce este salto, nuestra forma de pensar y ver las cosas cambia”.
- “La mirada de la fe, trascendiendo lo visible, ve en cierto modo lo invisible (cf. Hb 11,27). Cada evento se evalúa entonces a la luz de otra dimensión, la de la eternidad”.
- “La muerte prematura de un justo se considera desde una perspectiva diferente a la común: «Agradó a Dios y Dios lo amó, vivía entre pecadores y Dios se lo llevó… para que la maldad no pervirtiera su inteligencia, ni la perfidia sedujera su alma» (4,10-11)”.
- “Desde la perspectiva de la fe, esa muerte no se presenta como una desgracia, sino como un acto providencial del Señor, cuyos pensamientos no coinciden con los nuestros”.
- “Los amorosos designios de Dios para sus elegidos escapan completamente a aquellos que tienen la realidad mundana como único horizonte. Por lo tanto, sobre estos —como hemos oído— se dice: «La gente ve la muerte del sabio, pero no comprende los designios divinos sobre él, ni por qué lo pone a salvo el Señor» (4,17)”.
- Que el Señor nos ayude a considerar su parábola existencial de la manera correcta.
- Le pedimos a Dios “que disuelva esa melancolía negativa que a veces nos penetra, como si todo terminara con la muerte”.
- La melancolía negativa “es un sentimiento alejado de la fe, que se añade al miedo humano de tener que morir, y del que nadie puede decir que es completamente inmune”.
- “Ante el enigma de la muerte, incluso el creyente debe convertirse continuamente”.
- “Cada día estamos llamados a ir más allá de la imagen que instintivamente tenemos de la muerte como aniquilación total de una persona; a trascender lo evidente, los pensamientos sistemáticos y obvios, las opiniones comunes, a encomendarnos enteramente al Señor que declara: «Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí no morirá para siempre» (Jn 11,25-26)”.
- “La oración por nuestros hermanos fallecidos es verdaderamente cristiana, y nos permite tener una visión más real de su existencia: comprender el sentido y el valor del bien que han hecho, de su fortaleza, de su compromiso y de su amor desinteresados; comprender lo que significa vivir aspirando no a una patria terrena, sino a una mejor, es decir, la patria celestial (cf. Hb 11,16)”.
- “La oración en sufragio por los difuntos, elevada en la confianza de que viven con Dios, extiende así sus beneficios también a nosotros, peregrinos aquí en la tierra”.
- La oración por los difuntos “nos educa para una auténtica visión de la vida; nos revela el sentido de las tribulaciones que debemos atravesar para entrar en el Reino de Dios; nos abre a la verdadera libertad, disponiéndonos a la búsqueda continua de los bienes eternos”.
- Debemos sentirnos «llenos de confianza, esforzarnos en agradar a Dios».
- La vida de un siervo del Evangelio gira en torno al deseo de lograr todo aquello que agrada al Señor. Este es el criterio de cada elección que hace, de cada paso que da.
- Recordemos, pues, con gratitud el testimonio [de los] difuntos que vivieron en la fidelidad a la voluntad divina; recemos por ellos, tratando de seguir su ejemplo.
- “Que el Señor derrame siempre sobre nosotros su Espíritu de sabiduría, de manera especial en este tiempo de prueba. Particularmente en los momentos en que el camino se hace más difícil, no nos abandona, permanece con nosotros, fiel a su promesa: «Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos» (Mt 28,20).
Estas frases han sido extraídas de estas dos fuentes:
HOMILÍA DEL SANTO PADRE FRANCISCO (02/11/2020)
SANTA MISA EN SUFRAGIO DE LOS CARDENALES Y OBISPOS FALLECIDOS DURANTE EL AÑO
“Somos todos pequeños e indefensos delante del misterio de la muerte. […] Lo dirá a nosotros, a cada uno de nosotros: «¡Levántate, resucita!». […] Jesús nos tomará de la mano y nos dirá: «Ven, ven conmigo, levántate». Allí terminará la esperanza y será la realidad, la realidad de la vida. […] nos tomará de la mano, con su ternura, su mansedumbre, su amor”. (18/10/2017).
REDACCIÓN WEB DEL MAESTRO CMF