Todas éstas y otras son frases que pueden escuchar nuestros hijos a lo largo de su período de crecimiento. Lógicamente, que en el caso de los padres y madres no solemos hacerlo en la mayoría de las ocasiones con una mala intención, cuando realmente queremos expresar con ellas simplemente comentarios descriptivos de comportamientos que nos cansan y que quisiéramos corregir. Pero ¿llegan a tener algún resultado? La respuesta es si pero no con el efecto que posiblemente pensemos.
Cuando un niño o niña, joven escucha comentarios de este tipo de las personas que le rodean, va creándose una imagen de «sí mismo» que se va ajustando a dichas opiniones. Si esto ocurre de manera sistemática y no se equilibra con otro tipo de comentarios o acciones puede terminar con lo que normalmente se conoce como problemas de autoestima, problemas de comportamiento por falta de motivación personal e inclusive llegar hasta una frustración generalizada.
Lógicamente los padres no nacemos sabiendo cómo sobrellevar estos temas. Actuamos como podemos, unas veces por ensayo y error, otras por intuición u otras por seguir los mismos modelos que conocimos de nuestros padres. Expresarnos de esta manera va dirigido en dos sentidos: por un lado nos sirve a nosotros para aclararnos concretamente qué es lo que queremos que se cambie y por otro lado, sirve a nuestros hijos e hijas a comprender que no son «ellos como personas» los que nos molestan sino acciones concretas de comportamientos que manifiestan en determinados momentos.
Está más que comprobado que todos siempre estamos motivados por algo, más los niños, y lo que ocurre es que no lo están por aquello que a nosotros los adultos nos parece prioritario. Por ejemplo: No es secreto que existe una edad en que a los “más pequeños” de la casa, les cuesta bañarse, y que en el caso de nosotros los padres y madres lo vemos como una necesidad higiénica y por supuesto prioritaria. En el caso de los adultos es diferente, nos levantamos y vamos a trabajar cada día porque obtenemos satisfacción personal al trabajar y segundo porque nos pagan. Lo que está claro es que ambas son igual de necesarias para poder seguir viviendo.
Cuando cumplimos con las tareas asignadas y reconocen nuestra labor en nuestro centro de trabajo, nos sentimos satisfechos con nosotros mismos e incluso nos entran ganas de trabajar aún más. Lo mismo les ocurre a nuestros hijos, cuando les contamos el número de veces que nos hicieron caso en el día o lo bien que hicieron el trabajo programado e incluso lo responsables que fueron con sus tareas de casa, ellos también sienten ese orgullo necesario para seguir probando nuevas y más tareas.
Cuando los niños se sienten útiles en el lugar donde viven, cuando sienten que sus acciones y decisiones son tomadas en cuanta por sus padres comienzan a sentir la satisfacción de ser excelentes personas. De lo anterior se deriva que nosotros como padres debemos destacar los aspectos positivos, resaltando los puntos fuertes de nuestros hijos y enseñándole donde ha progresado. Animémosles a creer en ellos mismo y así haremos que nuestros hijos se sientan personas de provecho.
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Autor: Ernesto Gonzalez , ciudadano nicaragüense, nacido en Cuba. Experiencia laboral: Lic. en Ciencias Pedagógicas con mención en química. 40 años de experiencia como docente en los niveles de educación media y superior; cursos de posgrado propios de la especialidad y en pedagogía; autor de libros de texto para la enseñanza media tanto en ciencias naturales, como sociales. Articulista para los periódicos La Prensa, El Nuevo Diario (nicaragüenses 2000-2008), actualmente para el periódico El Siglo 21 guatemalteco. Correo electrónico: [email protected] Cuenta de twitter: @gonzlez_ernesto |
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