Todos los alumnos tienen derecho a aprender a leer satisfactoriamente y es obligación de la Escuela entregar las herramientas necesarias. Formar niños y niñas lectores y escritores es un objetivo central de la escolaridad. Todos los alumnos tienen derecho a aprender a leer satisfactoriamente y es obligación de la Unidad Educativa disponer las medidas necesarias para que puedan hacerlo. Es más, uno de los mejores certificados de calidad de una escuela es contar con niños y niñas lectores que utilicen la lectura como una conducta social que les sirva para transmitir o recibir información, entretenerse y/o aprender, etc. no sólo en su vida escolar sino en su vida cotidiana.
Como todo proceso constructivo y de carácter evolutivo, la adquisición de la lectura y la escritura está estrechamente vinculada al desarrollo cognitivo, socio afectivo y social del ser humano. La lectura y la escritura forman parte, en sus múltiples dimensiones y usos, de la vida de las personas y de las sociedades. Aprenderlas exige un contexto cuyos protagonistas, profesores y alumnos, las valoren y las experimenten también en esa multiplicidad de usos.
En la escuela se activa el proceso de desarrollo y potenciación de la lectura. Allí, los alumnos deben encontrar lasoportunidades y la sistematización necesaria para aprender a leer y escribir, para disfrutar de la lectura y de la escritura, y para utilizarlas como herramientas de aprendizaje del pensamiento.
Enseñar a leer no es sólo un tema técnico, de elección de métodos o de proyecto editorial. Es una tarea profundamente comprometida que exige una determinada actitud de confianza en las posibilidades de los alumnos y en la propia experticia del docente para hacerlas aflorar, Es indispensable que la relación docente – alumno permita una comunicación fluida de confianza y respeto mutuo para que los factores emocionales conjuntamente con los cognitivos faciliten el desarrollo del proceso.
Algunos puntos centrales que la escuela debe considerar para potenciar un enfoque, un método, una práctica y una opción en definitiva, que permita desarrollar las competencias de lectura y escritura en los alumnos son:
Igualar el discurso con la práctica; La escuela tiene que identificar el Enfoque de Lectura a utilizar y desarrollar un conocimiento profundo acerca de los conocimientos implicados en la apropiación del sistema de la lengua escrita y acerca de cómo se utiliza ésta en sus dos dimensiones, lectura y escritura como medio para aprender. Luego de identificado el método y/o el enfoque a utilizar, el desafío que resta es; establecer coherencia entre el discurso del modelo o método elegido y las “Teorías Implícitas” de los docentes de la escuela, en cuanto a cómo se debe enseñar y como aprenden los alumnos a leer y escribir. Con esto teoría y práctica se igualan.
Asumir la lectura como una responsabilidad de la escuela; Las decisiones sobre qué, cuándo, cómo y dónde se lee, no son sólo del Sector de Lenguaje ni del profesor “especialista”, sino que le compete al conjunto de profesionales del establecimiento. Es necesario recuperar el carácter transversal de la lectura. No es lo mismo “leer literatura” que “leer ciencia” o “leer matemáticas.”
Hacer de la escuela un “contexto letrado”. La escuela está al servicio del desarrollo de las competencias lectoras de los alumnos. La utilización del contexto es un medio para acceder al conocimiento, la información y la comunicación. Ambientar la escuela con ese cuidado facilita la funcionalidad del aprendizaje.
Hacerse cargo de la dimensión afectiva y emocional. Que la escuela se instale en la premisa de la diversidad de los alumnos (de intereses, de competencias, de familiaridad con la lectura); y la premisa de la capacidad de los docentes para influir, para ayudar, para generar a partir de expectativas positivas – acerca de las posibilidades de los alumnos y de las propias- genera un contexto que permite el acceso a la lectura de todos los alumnos.
Intervenir en la rutina de la enseñanza de la lectura; En las escuelas se lee con frecuencia de la misma forma textos muy parecidos para hacer luego las mismas o similares actividades en el aula. Por ejemplo, es habitual encontrar clases donde en lectura colectiva todos los alumnos siguen la lectura y leen un párrafo en forma individual, y luego se formulan preguntas de comprensión sobre lo leído; también es frecuente encontrar actividades donde en forma individual el alumnos debe leer un texto y luego contestar un cuestionario de lo leído o realizar un ejercicio con lo leído, etc.
Los motivos para leer pueden y deben ser diversificados (a diferencia de las actividades antes descritas) para asegurar a la lectura su carácter de medio para resolver determinado problema o necesidad.
Darle un lugar al carácter estratégico de la lectura. En al ámbito de la lectura es más frecuente de lo deseable que la escuela se centre en comprobar las competencias que muestra el alumno (a través de las evaluaciones) que enseñarle a ser competente. La Escuela debe propiciar prácticas de enseñanza que desarrollen la reflexión del alumno sobre el proceso de aprendizaje y el uso reflexivo de los procedimientos de “aprender a aprender a través del aprendizaje de la lectura”.
En consecuencia, la invitación es a que la escuela se mire hacia dentro, y pueda ordenar su intencionalidad pedagógica en el desarrollo de la lectura, sus prácticas, rutinas y procedimientos de una nueva manera y forma de hacer las cosas.
Autor: Ornella Yacometti Zunino, es Licenciada en Educación y Psicopedagoga de la Universidad Educares, Magíster en Gestión Educativa y Doctor en Educación de la Universidad Ramón Llüll, Barcelona. Actualmente, se desempeña como Directora Ejecutiva de la Red Chileduc.
Este contenido ha sido publicado originalmente por Chile Educ en la siguiente dirección: chileduc.com
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