[Ernesto González] La fonética y la mascarilla

La mascarilla (también llamado nasobuco, tapabocas, cubre bocas o barbijo), instrumento diría que vital en tiempos actuales, como medida preventiva – sin contar con el celular, lo cual nos han convertido en seres con una mano siempre ocupada y que tiende a la atrofia -, unas universales, otras propias para el sector de la medicina, pero que en general la diferencia entre una y otra estriba en el nivel o capacidad de filtración de las gotículas del transmitidas por el paciente que contiene al COVID 19, la respirabilidad adecuada (durante la inhalación y la exhalación) , así como la resistencia a la penetración por líquidos corporales.
¿Cuánto debe dificultar el uso de la mascarilla, a un docente al impartir clases en modo presencial?

No queda duda que la nueva presencia de dicho “obstáculo”, dificultarán los sonidos físicos del discurso humano, entiéndase la Fonética, rama de la lingüística que estudia la producción y percepción de los sonidos de una lengua con respecto a sus manifestaciones físicas.

Donde desde el punto de vista fisiológico intervienen en la producción del sonido los órganos orales siguientes: los labios, la mandíbula, la lengua y las cuerdas vocales, con los que el hablante modifica la salida del aire que procede de los pulmones, todo ello corresponde a la fonética articulatoria.

También contamos con la fonética acústica la cual se encarga de la medición científica de las ondas de sonido o sonoras que se crean en el aire cuando hablamos, donde están presentes los llamados rasgos acústicos: vocálico/no vocálico y consonántico/no consonántico, compacto/difuso sonoro/sordo, nasal/oral, intercepto/continuo, estridente/mate, grave/agudo.

Sonido propagado a través del aire, siendo su velocidad de unos 330 metros y cuya intensidad o volumen del sonido podrá ser fuerte (bocina de un vehículo) o débil (un susurro); la problemática estará ante la “nueva barrera” donde el choque de la onda sonora emitida por el docente reducirá los decibeles (db) y dificultará la llegada de la “información” al receptor (estudiante), en este caso hablamos de la fonética auditiva.

Hecho que puede ocasionar – como consecuencia – que el estudiante “cuelgue” ante la no escucha.

¿Soluciones posibles y consecuencias? Aumento de decibeles, que conlleva a mayor abuso de las cuerdas vocales, resequedad de la cavidad bucal, a lo que se adiciona la dificultad para llevar la mascarilla en ambientes cálidos y húmedos; la posibilidad de contaminación de no cambiar la mascarilla que se ha humedecido, ensuciado o deteriorado por el uso excesivo del tiempo que incluye la aparición de lesiones cutáneas de la cara.

En fin un nuevo ¿enigma?, o ¿reto?, sí. Habrá que pensar en que los docentes y estudiantes hagan uso de mascarillas “con ventanas o transparencias” donde ambos puedan leerse los labios, recurrir a presentaciones de refuerzo, uso de discursos breves, apoyarse de manos para enfatizar los puntos importantes y las cosas que se quieran destacar, posturas y movimientos del cuerpo y rostro (en este caso limitado) para transmitir información sobre las emociones y pensamientos del emisor.

En resumen la respuesta adecuada estará una vez más en la creatividad del docente.


Autor:
Ernesto Gonzalez , ciudadano nicaragüense, nacido en Cuba.
Experiencia laboral:
Lic. en Ciencias Pedagógicas con mención en química. 40 años de experiencia como docente en los niveles de educación media y superior; cursos de posgrado propios de la especialidad y en pedagogía; autor de libros de texto para la enseñanza media tanto en ciencias naturales, como sociales. Articulista para los periódicos La Prensa, El Nuevo Diario (nicaragüenses 2000-2008), actualmente para el periódico El Siglo 21 guatemalteco.
Correo electrónico:
[email protected]
Cuenta de twitter: @gonzlez_ernesto

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