El llamado más profundo de todos nuestros estudiantes, y de nosotros mismos, es la vocación a la humanización y sólo se logra por medio de prácticas de liberación, dice Paulo Freire (“Pedagogía del Oprimido”). Como educadores tenemos que educar y tener la humilde capacidad de dejarnos educar; es decir, ver todo el proceso educativo como un diálogo permanente.
Los educadores, (argumenta César Bona, en el video «Los nuevos retos de la educación» (que pusimos completo) propiedad intelectual de TEDxBarcelona, y que compartimos con fines únicamente educativos – pastorales), debemos creer en nuestros estudiantes, admitir los errores como algo natural en todo proceso educativo y no castigarlos como fallos que merecen sanción.
Esta parte nos parece muy importante. ¿Dispone de tres minutos? ¿Qué opina, sabemos escuchar a nuestros estuantes? ¿Practicamos la educación liberadora de Freire? ¿Cómo podemos (cada uno, según nuestra realidad) hacer viable esta táctica pedagógica?
El tema planteado por César Bona sobre por qué no debemos castigar la creatividad en la educación es de gran relevancia en el contexto actual. En su conferencia, Bona destaca la importancia de creer en los estudiantes y reconocer que los errores son parte natural del proceso educativo, en lugar de castigarlos como meros fallos dignos de sanción. Esta perspectiva se alinea con la visión de Paulo Freire sobre la educación liberadora.
Paulo Freire, reconocido pedagogo brasileño, planteó la idea de una pedagogía del oprimido, que busca promover la liberación de las personas a través de prácticas educativas emancipadoras. Freire consideraba que la educación tradicional a menudo se basa en una estructura autoritaria, donde los estudiantes son meros receptores de conocimiento y se les castiga por sus errores. En contraste, abogaba por una educación que fomentara la participación activa, el diálogo y la reflexión crítica.
En este sentido, escuchar a los estudiantes se vuelve fundamental. La educación liberadora implica establecer un diálogo abierto con los estudiantes, donde sus voces y perspectivas sean tomadas en cuenta. No se trata solo de transmitir conocimientos de manera unilateral, sino de crear un espacio de intercambio en el que se puedan compartir experiencias, ideas y puntos de vista. Al escuchar a los estudiantes, los educadores pueden entender sus necesidades, intereses y capacidades, lo que les permite adaptar su enseñanza de manera más efectiva.
Para hacer viable esta táctica pedagógica en la práctica, es necesario tener en cuenta las realidades y contextos individuales. Cada educador y cada institución enfrenta desafíos únicos, y es importante adaptar las estrategias de acuerdo con estas circunstancias. Sin embargo, algunos principios generales pueden guiar la implementación de una educación liberadora:
- Fomentar un ambiente seguro y de confianza: Es esencial crear un entorno donde los estudiantes se sientan seguros para expresarse y cometer errores sin temor a ser castigados. Esto les permite desarrollar su creatividad y explorar nuevas ideas.
- Promover la participación activa: Involucrar a los estudiantes en el proceso de aprendizaje a través de debates, discusiones, proyectos grupales y actividades interactivas. Esto les brinda la oportunidad de desarrollar habilidades de pensamiento crítico y creativo.
- Valorar la diversidad de talentos: Reconocer y valorar las habilidades y talentos únicos de cada estudiante, más allá de los resultados académicos convencionales. Fomentar la creatividad y el pensamiento lateral, permitiendo a los estudiantes explorar diferentes enfoques para resolver problemas.
- Aprender de los errores: En lugar de castigar los errores, utilizarlos como oportunidades de aprendizaje. Animar a los estudiantes a reflexionar sobre sus errores, entender las causas y buscar soluciones alternativas. Esto promueve el crecimiento personal y el desarrollo de habilidades de resiliencia.
- Establecer un diálogo constante: Mantener una comunicación abierta y continua con los estudiantes, escuchar sus opiniones y preocupaciones, y responder a sus necesidades. Esto fortalece la relación educador-estudiante y fomenta la confianza y el compromiso mutuo.
Implementar una pedagogía liberadora requiere un cambio de mentalidad y una transformación en la forma en que concebimos la educación. Requiere superar la visión tradicional de la enseñanza como un proceso unidireccional y adoptar un enfoque más inclusivo y participativo. Al hacerlo, estaremos creando un entorno propicio para el florecimiento de la creatividad y el desarrollo integral de nuestros estudiantes.