“Si vuestro corazón es una rosa, vuestra boca dirá palabras perfumadas” (Prov. Ruso).
“La felicidad es un artículo maravilloso. Cuanto más se da, más le queda a uno” (Blas Pascal).
En mi cuaderno de citas hay una de Hugh Prather que viene a mi mente cada vez que inicio una nueva ficha sobre valores humanos. Dice así: «Tiene que haber otra forma de ir por la vida, sin que lo tengan que arrastrar a uno pataleando y gritando». El amable lector que ha reflexionado sobre cuanto llevamos escrito hasta aquí, sin duda habrá descubierto ya, hace algún tiempo, que la idea central, el objetivo último de esta publicación no es otro que enseñar a todos, divulgar, esa otra forma de ir por la vida, para apartarnos del camino de destrucción, egoísmo, temor y violencia en que vivimos inmersos.
Mi propósito es que el lector aprenda a generar por y para sí mismo la paz del espíritu haciendo camino de amor hacia los demás y se acostumbre a mirar hacia dentro de sí, que es donde sin duda mejor escuchará la voz interior que le oriente y equilibre.
Complacer a los demás, ser condescendiente, es a mi juicio la manera más sencilla, natural y al alcance de cualquiera de superar el temor, la indefinición y el estado inicial de egoísmo del ser humano inmaduro; permite acceder gradualmente a la verdadera transformación personal y a la plenitud del ser, que no puede llegar por otra vía que la de la generosidad y el amor complaciente a los demás.
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Complacer, del latín cum (con) y placere (agradar) significa acceder uno a lo que otro desea y puede serle útil o agradable. Se trata de una actitud de servicio, de estar a disposición de los demás para proporcionarles ese sentimiento, complacencia y agrado, sin cicaterías y sin pasar factura, para sentir alegría y beneplácito por sus logros, su buena suerte y sus actos más o menos meritorios. La complacencia como valor, en la medida que se nutre de generosidad y humanidad, es más condescendiente, nos pone más al nivel del otro y nos invita a que nos acomodemos por bondad a su gusto y voluntad, pero sin renunciar al propio criterio, sin abdicar de la libertad y del respeto que nos debemos a nosotros mismos y sin caer en la despersonalización o el servilismo.
Cuando la complacencia es entendida y practicada de esta manera, se convierte en valor humano positivo y meritorio que dignifica al hombre, le reconcilia consigo mismo y le predispone para la comprensión y la aceptación de los demás como actitud. No paro de preguntarme por qué nos costará tanto ir por la vida siendo respetuosos, complacientes, generosos, simpáticos, bondadosos y condescendientes, en lugar de egoístas, hirientes, antipáticos y desabridos. El temor; quizá el pánico que sentimos ante el futuro, el hastío, el inmovilismo y el no haber encontrado un sentido a la propia existencia son, sin duda, las cadenas que aprisionan y neurotizan a la mayoría de los mortales.
ASERTIVIDAD (01´ 37”)
A mi entender, la verdadera causa del problema está ahí, en que no acertamos a salir de la espiral de egoísmo y temor en que nos encontramos, cercados por un pasado que malogra constantemente nuestro presente y por un futuro incierto que nos aterra y paraliza. Pero hay una manera sencilla, rápida y asequible para todos de romper esas cadenas y hacer camino desde la espiral de temor, egoísmo e inmovilismo en que nos debatimos hacia la plenitud del ser que nos permitirá a cada uno ser dueños de nuestro propio destino. Se trata de elegir aquí y ahora una nueva forma de ir por la vida: dejar de rabiar, patalear, respirar odio, gritar, hacer mala sangre y segregar constantemente adrenalina, y proponerse, cara al futuro, ser complaciente consigo mismo, siéndolo antes con los demás. Descender al nivel de cada ser humano con naturalidad y sencillez, sin que nos duelan prendas por ser amables y complacientes.
No olvide el lector que nuestro objetivo en el cultivo de los valores siempre será el mismo: acceder a la paz con nosotros mismos para conquistar la plenitud del ser. Pero la paz interior solamente germina y anida en los corazones generosos, siempre dispuestos al perdón y a la disponibilidad complaciente y bondadosa que siempre se exterioriza en buenas maneras y en actitudes de consideración, respeto y educación.
Demos unos pasos más hacia nuestros semejantes y no dudemos tanto en mostrarnos magnánimos y animosos en nuestras expresiones de aliento y felicitación y en los merecidos elogios que sin duda les servirán de estímulo para superarse a sí mismos, hacerse merecedores de nuestro reconocimiento y continuar más reconfortados por el camino de la bondad y del bien. Pero no debemos olvidar que la noble acción de complacer a los otros, que nos permite despojarnos de egoísmos y temores para caminar seguros, vestidos de generosidad y comprensión, siempre debe incrementar la paz, la serenidad interior y la plenitud del espíritu y jamás producirnos inquietud o desasosiego.
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COMPLACER A LOS DEMÁS ES GARANTIA DE FELICIDAD
“Sed bien educados con las personas que encontréis subiendo, porque volveréis a encontrarlas al bajar.” (E. Mizner) “
“No esperemos a ser buenos y cordiales. Apresurémonos ya desde ahora a alegrar el corazón de nuestros compañeros durante la corta travesía de la vida.” (Amiel).
“No camines delante de mi, no puedo seguirte. No camines detrás, no puedo ser tu guía. Camina a mi lado y seré tu amigo.” (Prov. Chino)
Todas las personas que he encontrado a lo largo de mi vida verdadera y profundamente felices rubrican con su alegría, su generosidad y su predisposición a mostrarse complacientes en todos sus actos. Se ocupan tanto y con tal complacencia de los demás que parecen olvidarse de sí mismas.
Dejo para la reflexión en la mente del lector las palabras de Khalil Gibran: “Y llevar con vosotros a todos los hombres, porque en la adoración no podéis volar más lejos que sus esperanzas, ni humillaros más bajo que sus angustias”.
Si observamos detenidamente en nuestro derredor, seguramente nos quedaremos perplejos ante tanta gente desesperada y desorientada y ante la inmensa crisis de felicidad y de valores humanos que den auténtico sentido a la existencia. Vivimos sin reposo, corriendo siempre tras una felicidad que nunca llega, preocupados por el pasado o ansiosos por el porvenir, pero sin acertar a disfrutar, momento a momento, cada instante presente. […] empezamos a darnos cuenta de que la auténtica felicidad tras la que corrimos desesperadamente siempre estuvo a nuestro lado, al alcance de la mano, en nuestro propio interior, pero siempre tuvimos los ojos puestos en el pasado o en el futuro y, cegados por las sugestiones y atractivos del mundo exterior, no se nos ocurrió dirigir la mirada hacia nuestro mundo interior donde reina la paz y la armonía. Es allí donde cualquier ser humano en serena reflexión junto a la paz de su espíritu descubre el secreto de la felicidad, la razón última de la propia existencia, que es vivir para hacer felices a los demás, ya que lo más maravilloso de la vida consiste en darse, en ofrecerse en actitud de servicio a los otros.
Por más que lo intentemos, no encontraremos otro camino más seguro que nos lleve a la verdadera felicidad. Sabiamente nos lo indicaba R. Tagore cuando dijo que «la vida se nos da y la merecemos dándola». Adaptando la frase al tema que nos ocupa, yo diría que la felicidad se nos da y la merecemos y conseguiremos en la medida en que entregamos nuestra vida a que los demás la consigan.
Por todo lo dicho, queda claro que complacer a los demás, sin esperar ni pretender nada a cambio, es ejercitar la generosidad de la forma más pura y simple, pues al proporcionarles un poco de felicidad con nuestras atenciones, actitud complaciente y buenas maneras, no paramos de enriquecernos a nosotros mismos y de incrementar nuestra propia felicidad
Los humanos vivimos rodeados de peligros y trampas que nos acechan constantemente. Saber vivir; madurar, hacernos adultos consecuentes y responsables, entre otras destrezas y logros importantes, supone estar capacitados para el discernimiento, para saber distinguir lo verdadero de lo falso, lo bueno de lo malo, lo que nos ennoblece de lo que nos hace indignos, lo que nos hace fuertes y libres de lo que nos esclaviza y debilita. Porque casi siempre, el bien y el mal, lo que nos conviene y lo que nos perjudica, como las setas comestibles y las venenosas, crecen en los mismos prados y no es fácil distinguirlo a primera vista
Es lo que sucede, como en tantas otras cosas, en la noble acción de complacer a los demás, con el loable propósito de hacerles sentir mejor, de serles útil y de acomodarnos por bondad a sus necesidades y deseos cuando más lo necesitan. Corremos el riesgo de que las personas objeto de nuestra complacencia, al percibir nuestro proceder condescendiente y la afectuosa y desinteresada proximidad, no acierten a comprender la verdadera razón por la que nos comportamos así y lleguen a pensar que hemos perdido la confianza en nosotros mismos y el aprecio de los demás y que intentamos a la desesperada ser complacientes con ellos, sometiéndonos y despersonalizándonos para recibir a cambio las migajas de su agradecimiento y de su afecto. Si esto ocurriera, la manera más rápida, directa y clara de sacarles del tremendo error de apreciación que acaban de cometer las personas objeto de nuestra generosa actitud complaciente es hacerles comprender en pocas palabras, pero con tacto para no herirles, que hemos tratado de ser complacientes y condescendientes con el único propósito de demostrarnos a nosotros mismos que hay otra manera más humana, inteligente y hermosa de ir por la vida.
[…] no puedo cerrar el tema sin antes hacer referencia a tantos millones de seres humanos que han perdido su dignidad y el más elemental respeto a sí mismos, a sus convicciones y creencias, y se empeñan por complacer de forma servil a quienes pueden satisfacer sus deseos de riqueza, honores, placeres, etcétera…, […] Esta forma indigna de comportarse es el más triste espectáculo que puede presentar un ser humano y no tiene que ver nada con la actitud complaciente de quien se acerca a cada hermano para compartir su dicha, reconocer sus méritos y mostrarse generoso y magnánimo con el único propósito de hacerle sentirse más feliz y a gusto consigo mismo y que esa felicidad del otro enriquezca e incremente la propia.
MANTENGAMOS SIEMPRE UNA ACTITUD DE GRATITUD
(Charles Buxton)
La palabra gratitud viene del vocablo latino «gratus», que quiere decir agradable. Si algo nos resulta agradable, nos sentimos agradecidos, pero no por lo logrado, sino por la gratitud misma. ¿Qué quiero decir con esto? Que, para que algo me resulte agradable, necesariamente me he de sentir agradecido. Para saber complacer a los demás hemos de saber complacernos a nosotros mismos. ¿Cómo? sintiendo de forma consciente agradecimiento y complacencia por todo lo bueno que haya en mi vida. Es bueno hacer una lista de cosas grandes, pequeñas y hasta insignificantes por las que debo estar agradecido, por las que me debo sentir verdaderamente a gusto.
Cuando comenzamos a darnos cuenta de todas las cosas por las que debemos sentirnos agradecidos y a gusto, nos quedará poco tiempo para compadecernos de nosotros mismos, lamentarnos o para despreciar y odiar al prójimo. Como bien dijo Amiel: “No esperemos a ser buenos y cordiales. Apresurémonos ya desde ahora a alegrar el corazón de nuestros compañeros durante la corta travesía de la vida”.
Por motivos únicamente educativos y de formación permanente compartimos esta publicación. En las redes puede Usted encontrar enlaces que ofrecen descargas PDF (gratuitas) de esta obra del profesor Tierno. Nuestra Fuente es: VALORES HUMANOS (pág. 94 – 97).
Dejamos constancia, que nos hemos permitido intercalar enlaces relevantes y un video relacionado, así como no colocar toda la publicación, usando los corchetes, e indicar que las letras en negritas y cursivas, son nuestras. Con este recurso deseamos escuchar al profesor Tierno, y sobre todo reflexionar con quien nos sugiere que “una lectura sosegada que facilite tu aprendizaje hacia el equilibrio psicofísico y hacia una profunda paz interior, de la que te sentirás cada vez más pleno, a medida que te adentres en sus páginas. Toda la obra pretende ayudarte a saber vivir y a ser feliz”.
Esta publicación pertenece a la SERIE SOBRE LOS VALORES, LA EDUCACION Y LA DOCENCIA
“Si procuras hacer felices a los demás, ya logras gran felicidad.”
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