Bernabé Tierno: Comprendo a mí prójimo cuando soy capaz de meterme bajo su piel

“Si es cierto que en cada amigo hay un enemigo potencial, ¿por qué no puede ser que cada enemigo oculte un amigo que espera su hora?” (Giovanni Papini)

“Si siente que otra persona, en raras ocasiones le comprende a usted, es difícil que se sienta amado por ella. La comprensión empática es un ingrediente poderoso y necesario para que su hijo se sienta amado” (Dorothy C. Briggs)

El amor; que es el más profundo de los sentimientos, seguramente el sentimiento por antonomasia, se exterioriza en forma de manifestación espontánea de acercamiento, de generosidad y de entrega a los demás. Es emoción que nos invade y nos inunda sin medida y que, aunque la sentimos en lo más profundo de nosotros mismos, casi siempre llega a nuestra vida de forma inexplicable e incomprensible.

A primera vista podría parecer que no es imprescindible recibir algo del otro, ni tan siquiera comprenderle para amarle, puesto que amar es, más que cualquier otra cosa, dar; realizarse en y con el otro. Como dice E. Fromm, «el amor sólo comienza a desarrollarse cuando amamos a quienes no necesitamos para nuestros fines personales».

No obstante, el amor se hace más firme, consistente y maduro, mejora su calidad en la medida en que se retroalimenta en la comprensión, en el conocimiento más profundo y personalizado del otro, que siempre es consecuencia del conocimiento y de la comprensión de uno mismo.

Es la comprensión la que proyecta una luz clara y diáfana sobre los demás y nos sirve de orientación y de guía para saber cómo debemos comportarnos.

Asertividad (01` 37”)

Comprendo a mí prójimo cuando soy capaz de meterme bajo su piel para ver las cosas desde su propio punto de vista, casi desde su mismidad si fuera posible, vistiéndome con sus penas y alegrías, sus limitaciones, rarezas y defectos, sus cualidades y habilidades. Sólo mediante la comprensión me es posible recibir el mensaje de los demás de manera clara y directa, sin tergiversaciones ni interferencias. Cuando el amor no es asistido por la comprensión, corremos el grave riesgo de captar un mensaje distorsionado a través del filtro demasiado delicado y sensible del sentimiento y de la intensa emoción.

El que comprende, de alguna manera incluye en sí mismo y hace propia la realidad de la persona comprendida. Merece la pena comprobar cómo afina el Diccionario de la Real Academia al definir la palabra comprender «abrazar, ceñir; rodear por todas partes una cosa… Contener; incluir en sí, penetrar…»

La pureza del amor, cuya característica dominante ingrediente es expresar cómo sentimos, necesita de la consistencia de la comprensión, que, al estar regida y orientada por el pensamiento, se convierte en la luz, en la guía perfecta de lo que debemos hacer, de cómo habremos de amar y entender al otro desde su realidad que aceptamos y explicamos. Comprender es amar a cada uno a su medida, adaptándonos a sus particulares características como ser humano, único e irrepetible. A mi entender, todo verdadero amor presupone las estructuras firmes de la comprensión en profundidad de la realidad de la persona amada.

¿Es posible comprender al otro y no amarle?

“Todo lo que en los demás nos irrita puede contribuir a que nos comprendamos mejor nosotros mismos.” (G. G. Jung)

 “Si juzgas a la gente, no tienes tiempo para amarla.” (Madre Teresa de Calcuta)

Según casi todos los autores consultados, no es posible conocer a fondo a un ser humano sin amarle. Quien lo expresa quizá de manera más rotunda es Viktor E. Frankl, en su libro El hombre en busca de destino, cuando dice: “El amor constituye la única manera de aprender (comprender) a otro ser humano en lo más profundo de su personalidad. Nadie puede ser totalmente conocedor de la esencia de otro ser humano si no le ama. Por el acto espiritual del amor se es capaz de ver los trazos y rasgos esenciales en la persona amada; y, lo que, es más, ver también sus potencias: lo que todavía no se ha revelado, lo que ha de mostrarse. Todavía más: mediante su amor, la persona que ama posibilita al amado a que manifieste sus potencias. Al hacerle consciente de lo que puede llegar a ser; logra que esas potencias se conviertan en realidad.”

No tiene desperdicio la frase de Frankl. El Verdadero amor y profunda comprensión van inseparablemente unidos. La volición o poder de la voluntad, del sentimiento y del afecto se une estrechamente con la ideación o poder del pensamiento, del conocimiento profundo. Estos dos poderes conforman el perfecto acto espiritual del amor, que impulsa a la persona que ama a descubrir lo mejor.

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El amor-comprensión siempre está regido por una mente que piensa en positivo, abierta a la esperanza y que trata de ver el lado bueno de las personas y de las cosas. Amar y comprender, comprender y amar, es algo tan sublime y tan sencillo al mismo tiempo como estar pendientes de descubrir y alentar en cada ser humano lo mejor de sí y hacérselo ver, para que incremente su fe en la vida, en los demás y en sí mismo.

«Si quieres conocerte, observa la conducta de los demás; si quieres conocer a los demás, mira en tu propio corazón», dice F. Schiller. Las debilidades, limitaciones, temores, falsedades, carencias y miserias que con tanta facilidad denunciamos y criticamos en los otros y nos escandalizan son las mismas que padecemos tú y yo, pero que no acertamos a ver porque evitamos constantemente dirigir nuestra mirada al fondo de nuestro corazón.

Sin embargo, si observáramos de manera imparcial cómo pensamos y obramos, no tendríamos dificultad alguna en comprender y aceptar las propias limitaciones y miserias. Por eso afirmo que el conocimiento, la comprensión y la aceptación de nosotros mismos es la única vía para comprender a los otros.

Si, por el contrario, te rechazas a ti mismo, rechazarás a los demás. Si dudas de ti mismo, desconfiarás de cualquiera, y si destruyes tu vida, arrastrarás a otros con tu propia destrucción. No tienes otra alternativa. Debes elegir, poner orden en tu vida, darle un sentido a tu existencia, ser tu propio mejor amigo, felicitarte cada día por cada pequeño logro. Obrando así, habrás logrado que desde el propio conocimiento de ti mismo germinen la autoaceptación y autocomprensión, que te llevarán, con toda seguridad, a la comprensión y el amor de los demás.

¿Qué se produce antes, la comprensión o el amor?

“Es tan difícil ser justo que la prudencia aconseja ser indulgente.” (Anónimo)

 “Uno de los secretos de una vida larga y fructífera es perdonar todo a todos, todas las noches.” (Ann Landers)

Unos autores defienden que el acercamiento a la realidad más íntima y personal del otro, propiciada por la comprensión y aceptación de uno mismo, no tarda en convertirse en sentimientos de proximidad, en amor.

El proceso sería así: a medida que me acepto a mi mismo y «miro en mi propio corazón», como diría Shiller, entiendo mejor mi propia realidad y me apoyo más confiadamente en esa sensación íntima de consistencia y de paz, producto de la autocomprensión. Al incrementar los niveles de comprensión, mi vida se llena de sentido, de contenido, de una indescriptible y complicada serenidad que necesito hacer extensiva a los demás.

Por tanto, así como una mayor comprensión de mí mismo me lleva a aceptarme más, a quererme y a vivir en paz conmigo mismo, viviendo de forma más significativa, así también la comprensión que ejerzo sobre los otros me inclina a aceptarles y amarles. Según estos autores, primero es la comprensión, la cual, tras profundizar en lo que ha sido y es la vida del otro, hace posible que se despierte en mí la aceptación de su propia realidad, que, al hacerla mía, se convierte en amor.

Otros autores, menos analíticos, defienden que es el amor en cuanto profundo sentimiento que se manifiesta espontáneamente como acercamiento efusivo y de entrega hacia el otro, quien se abre paso rápidamente hacia el interior de la persona amada, comprendiéndola más y más de forma empática. Para estos autores es el amor el que hace posible, o al menos facilita, la verdadera comprensión y conocimiento del otro.

Personalmente defiendo una postura intermedia, síntesis de las dos expuestas. Yo creo que tanto la volición, en cuanto tendencia que nos inclina a buscar el bien en cosas y personas, como la cognición o comprensión, que hace posible una acción amorosa consciente, corren paralelas en estrecha unión. No se trata, por tanto, de dilucidar si lo primario es el amor o la comprensión o si uno es anterior al otro, ya que lo esencial es su mutua interdependencia.

Sólo la tendencia hacia el bien del otro no basta; es imprescindible el compromiso, la seguridad de una acción consciente y pensada (comprensión), haciendo bueno el dicho: «Obras son amores, que no buenas razones».

La comprensión, soporte y razón de los valores de hermandad

Decía al principio que cuando comprendemos, necesariamente incluimos de alguna manera en nosotros mismos, hacemos nuestra la realidad del otro. En consonancia con este supuesto, debemos admitir que la comprensión es un valor humano clave, ya que sirve de soporte y razón a otros valores que por definición hacen referencia más o menos directa a las conductas y actitudes de hermandad con los demás y se traducen en disposición y voluntad expresa y explícita de acercamiento humano y de ayuda para la resolución de sus problemas y conflictos.

Me estoy refiriendo a valores humanos tan fundamentales como: el perdón, la tolerancia, la amabilidad, la misericordia, la compasión, la solidaridad, la individualidad, el altruismo, el respeto y la dialogicidad y algunos más, aunque aquí sólo hago referencia a los que de manera más clara y directa necesitan de la comprensión-amor, para cristalizar; para hacerse realidad en cada ser humano en concreto.

  1. La comprensión y el perdón. Perdono cuando corrijo mi propia percepción errónea de que alguien me ha querido hacer daño de forma intencionada, con verdadera maldad. Para despojarme de sospechas, rencores, juicios recriminatorios y resentimientos, es necesario que mi mente explique, comprenda los mecanismos internos que han podido impulsar al otro a tratarme de forma injusta, despiadada o desconsiderada.

Por la comprensión empática aprendo a ponerme en lugar de quien me ofende, a entenderle, exculparle… ¡Perdonarle!

Es la comprensión quien descarga al ofensor de las maldades de su pasado y al mismo tiempo libera también al ofendido que ejerce el perdón del lastre de inútiles resentimientos y rencores, fomentando en ambos (ofensor y ofendido) pensamientos y actitudes de unidad, plenitud y concordia. La verdadera grandeza de espíritu, la madurez psíquica de un ser humano siempre estará determinadas por su nivel de comprensión y de tolerancia para con las miserias humanas, por la generosidad y la sensibilidad mostradas con los más necesitados y por la facilidad para perdonar y elevarse por encima de los agravios.

Toda comprensión empática, coronada por el perdón, enriquece mucho más al que da que al que recibe, por la inmensa paz interior que le proporciona. En mi opinión, sólo el que sabe elevarse por encima de los agravios prueba su grandeza de espíritu. En seis palabras lo resumió el poeta inglés Alexander Pope: «Errar es humano, perdonar es divino.»

  1. La comprensión y la tolerancia. La tolerancia es verdadera virtud, valor humano que se caracteriza por el reconocimiento de las diferencias, por el respeto a los demás y por la convicción de que nadie posee ni la verdad ni la razón absolutas. Para ser tolerante necesito comprender que siempre habrá personas próximas y menos próximas a mí, cuyas opiniones, creencias, estilo de vida, ideología, etcétera, no serán en absoluto coincidentes con las mías, pero que yo debo aceptarlas y respetarlas, pues tienen todo el derecho a ser como son, a ser ellos mismos Es la tolerancia quien hace posible una convivencia civilizada.

Sin embargo, y manteniendo hasta la última letra cuanto acabo de decir en favor de la tolerancia, es necesario matizar que ésta nunca puede ser indiscriminada, tiene un límite: la falsedad, el error, el autoritarismo y la represión no deben ser tolerados.

Jamás debe confundirse la verdadera tolerancia, valor humano que dignifica y engrandece a quien la practica, con la falsa tolerancia o la indiferencia. El nervio central de la tolerancia como virtud humana, que nada tiene que ver con el temor, la sumisión, la humillación o la pérdida de la propia dignidad, es la expresión clara de respeto a los demás, aceptando sus diferencias, lo cual supone una gran dosis de comprensión; pero, de ningún modo, soportar incondicionalmente que alguien nos haga daño impunemente a nosotros mismos o a los demás.

  1. La comprensión y la amabilidad. La amabilidad, que me atrevería a definir como necesidad biológica del espíritu que nos arrastra a comportarnos de manera afectuosa y complaciente con los demás, a sentir y compartir gozosamente su felicidad o su desgracia, su alegría o su tristeza, es básicamente comprensión empática, cálida y profunda de la realidad del otro que vivo en mi y la siento como mía.

Bellamente lo expresó Adam Smith en su ya inmortal frase: «Por más egoísta que quiera suponerse al hombre, sin duda hay algunos elementos en su naturaleza que lo llevan a interesarse por la suerte de los otros, de tal modo que la felicidad de éstos le es necesaria, aunque de ello nada obtenga excepto el placer de presenciarla”. Porque, en definitiva, comprender es amar y amar es comprender, pues tanto en el amor como en la comprensión hay un denominador común que es “el dar sin demanda”, que diría Khalil Gibran.

Publicaciones del mismo autor:

La comprensión y la misericordia

“Si quieres conocerte, observa la conducta de los demás; si quieres conocer a los demás, mira en tu propio corazón.” (F. Schiller)

La misericordia arranca siempre del conocimiento de sí mismo y de la sensibilidad que cada uno es capaz de manifestar ante las debilidades y miserias humanas, convencido de sus propias limitaciones, debilidades y miserias.

Al comprenderme y amarme a mí mismo, a pesar de mis defectos, que conozco muy bien por el ejercicio de una sincera reflexión, me estoy preparando y capacitando para apiadarme de los demás, ser más humano y tolerante.

La misericordia es siempre una consecuencia de la generosidad, de la magnanimidad de corazón y de una gran humanidad, pero sobre todo de una profunda comprensión empática de las miserias de los demás, tras haber comprendido y admitido las propias y reflexionado humildemente sobre ellas.

La comprensión y la compasión

Compadecerse implica una íntima y profunda identificación personal con los sufrimientos, desgracias y males que soportan no sólo las personas más próximas a nosotros, como familiares y amigos, sino cualquier ser humano que nos encontremos en nuestro camino.

Como en los demás valores que mueven a las conductas de hermandad, en la compasión el soporte fundamental es la comprensión. A la compasión se llega por la comprensión empática del que sufre y al hacer mío su sufrimiento, en la misma comprensión solidaria, le amo.

La comprensión y la solidaridad

“Es bueno dar algo cuando ha sido pedido, pero es mejor dar sin demanda, comprendiendo.” (Khalil Gibran)

Entre los valores que venimos llamando de hermandad, la solidaridad es la que ocupa el lugar más próximo a la comprensión, ya que surge de forma inmediata y espontánea antes que cualquier otro sentimiento, nada más realizarse el acto comprensivo.

La solidaridad es como la puesta a punto del motor de nuestro corazón. Ella nos despoja de egoísmos e intereses mezquinos y nos prepara y anima a preocuparnos por los demás, a luchar por resolver tantas injusticias y desigualdades sociales.

Yo me hago solidario si el bien y el bienestar que busco para mi trato de encontrarlo con el mismo interés y tesón para los demás. Es bueno que nuestros hijos conozcan y sientan las profundas desigualdades sociales de su entorno y del mundo en que vivimos. Que aprendan a sentirse solidarios, a comprender a los más desprotegidos. Obrando así, les estamos capacitando para adoptar, en un futuro próximo, todas las conductas de hermandad que generan la comprensión y la solidaridad.

La comprensión y la individualidad

Por la comprensión, respeto de manera espontánea la dignidad individual de los demás y sé ver el carácter único de cada persona. La individualidad es un valor humano que necesita de la comprensión y del respeto de los demás a mi propia libertad, al derecho que yo tengo de ser y de desarrollarme como individuo, como persona, dejándome ser yo mismo.

Comprender a alguien es ayudarle a descubrir, a sentir y vivir con plenitud su identidad, el hecho de ser diferente y valorarse por ello.

Comprenderme a mi mismo es asumir la realidad de mi existencia, única e irrepetible, conferir unidad a mi propia vida, darle un sentido y orientarla hacia una meta, pero desde la individualidad que me permite ser «yo» y acceden al sancta sanctorum de mi mismidad.

La comprensión y el altruismo

“Si pudiéramos leer la historia secreta de nuestros enemigos, hallaríamos en sus vidas penas y sufrimientos suficientes para desarmar toda nuestra hostilidad.” (H. W. L.)

El altruismo forma panela con la solidaridad, es su hermano gemelo. Son ramilletes que arrancan unidos del tronco común de la comprensión, desde donde parten todas las conductas de hermandad.

El altruismo es determinación firme y perseverante de empeñarse por el bien común en general y de las personas más cercanas a nosotros en particular.

El altruismo, que para los cristianos es la caridad, al fundir en un acto amoroso el amor a Dios y a todos los seres creados, es estilo de vida, permanente actitud de servicio de toda persona, sea cual fuere su patria, religión, condición o raza, que ha encontrado verdadero significado y sentido a su existencia en ser útil a los demás.

La comprensión de las carencias, miserias y sufrimientos nos lleva en un primer momento a sentirnos solidarios para hacer realidad de inmediato las acciones concretas de altruismo que ayudan a mejorar la calidad de vida de los más necesitados y menesterosos.

La comprensión, el respeto y la dialogicidad

El respeto mutuo proviene del reconocimiento de la igualdad fundamental entre todos los seres humanos. El respeto, por tanto, es un deber, pero además es una necesidad, es un valor ya que nadie tiene el monopolio de la verdad ni de la razón, y mucho menos un grado mayor de humanidad que le dé derecho a sentirse superior a los demás.

El respeto nos recuerda a todos que somos iguales, aunque diferentes, pero nunca más o menos que los demás. Pero, como acabamos de afirmar, el respeto es un valor humano necesario del que dependen valores como la libertad, la creatividad, la originalidad, la dialogicidad…

Sólo es posible contrastar opiniones (dialogar), permitiendo que cada cual se exprese y obre libremente (libertad). El respeto permite a los demás proyectar su propia existencia como individuos irrepetibles, ser ellos mismos y decidir sobre su persona y sus actos (creatividad, originalidad) y que vivan sus vidas como búsqueda constante de encuentros humanos enriquecedores (actitudes dialogantes).

Comprensión y madurez psíquica

“Quien no comprende una mirada, tampoco comprenderá una larga explicación.” (Prov. Árabe)

Acabamos de ver que comprender, por encima de todo, es respetar y aceptar la individualidad y originalidad de los demás, y ésta es una de las principales características de la persona con higiene mental y madurez psíquica. Es el «no juzguéis y no seréis juzgados” del Evangelio.

La comprensión es el valor dominante en todo sujeto con salud mental excelente, que se siente satisfecho como ciudadano del mundo, vive en paz consigo mismo y con los demás y no tiene el menor interés en juzgar y condenar al prójimo.

La comprensión favorece el paso de un pensamiento dicotómico, que tiende compulsivamente a clasificar a las personas de forma rígida en buenos y malos, listos y tontos, sin admitir términos medios ni matices, a un pensamiento totalizador universal, de un mundo completo en el que caben todos los seres humanos por igual y sin distinción. A este pensamiento totalizador, característico de la madurez psíquica que nos hermana e implica a todos los hombres, se accede por la vía de la comprensión-amor.

Fin del primer volumen.

Por motivos únicamente educativos y de formación permanente compartimos esta publicación. En las redes puede Usted encontrar enlaces que ofrecen descargas PDF (gratuitas) de esta obra del profesor Tierno. Nuestra Fuente es:  VALORES HUMANOS (pág. 98-103).

Dejamos constancia, que nos hemos permitido intercalar enlaces relevantes y un video relacionado, así como indicar que las letras en negritas y cursivas, son nuestras. Con este recurso deseamos escuchar al profesor Tierno, y sobre todo reflexionar con quien nos sugiere que “una lectura sosegada que facilite tu aprendizaje hacia el equilibrio psicofísico y hacia una profunda paz interior, de la que te sentirás cada vez más pleno, a medida que te adentres en sus páginas. Toda la obra pretende ayudarte a saber vivir y a ser feliz”

Esta publicación pertenece a la SERIE SOBRE LOS VALORES, LA EDUCACION Y LA DOCENCIA

“Deja la mejor y más profunda huella en la mente y el corazón de los demás.”

NOTA DE REDACCIÓN: La Web del Maestro CMF publica los textos originales de su autor, no necesariamente coincide con lo expuesto en el tema, y no se hace responsable de las opiniones expresadas. Sugerimos a nuestros lectores conocer la identidad de la fuente o de su autor, para tener mayores elementos de juicio y la pertinencia a su realidad educativa.

REDACCIÓN WEB DEL MAESTRO CMF



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