La educación redentora, reconciliadora y pacificadora[1]
En los evangelios podemos encontrar infinidades de recomendaciones metodológicas de cómo desempeñarnos en la educación. Cristo es el ejemplo más fehaciente que debemos utilizar como paradigma didáctico y axiológico para el uso de metodologías de enseñanza y para establecer relaciones interpersonales significativas con nuestros estudiantes. Su forma de educar era redentora, reconciliadora y pacificadora.
La clase es una actividad docente en la cual los estudiantes guiados por el maestro se enfrentan a la solución de problemas de su vida y del contexto mediante tareas docentes en función de apropiarse de diversos contenidos y alcanzar determinados logros, basándose en métodos y estilo propios, para desarrollar competencias múltiples.
La educación pacificadora es la que estimula al estudiante a sentirse acompañado por Dios y a sentir que está en su presencia. La educación redentora refuerza de manera constante la idea de que Dios es la fuente del conocimiento y la sabiduría, que es una ayuda en quien se pueden apoyar en cualquier circunstancia, incluso cuando se les presenten problemas fuera de la escuela. En la educación reconciliadora el maestro descubre las capacidades del estudiante y le ayuda a desarrollarlas, despierta el espíritu investigativo, propicia la democracia y la participación del niño, fomenta el respeto hacia los semejantes y hace uso de la relación entre la dimensione afectiva y cognitiva de la personalidad del estudiante.
La educación redentora, reconciliadora y pacificadora es dinámica, variada y creativa, con la dirección, orientación y control de Dios y del maestro, quien propenderá por el orden, la armonía, la paz y la seguridad. Se utiliza la Biblia como herramienta didáctica.
Decálogo de la Pedagogía de Jesús (exigencias didácticas del aprendizaje divino)
1. Hacerse presente
Nada reemplaza la presencia física del maestro. El maestro es insustituible. Su presencia le permite formar parte del grupo, integrarse, insertarse y configurarse con él. El maestro debe ser parte de la comunidad de sus estudiantes y estos deben reconocerlo como uno de ellos. El maestro es un estudiante más dentro del grupo, lo cual le permitirá …
2. Infundir paz, tranquilidad y seguridad en sus estudiantes
Nadie debe sentirse amenazado en clase por el maestro. ¡Líbrenos Dios de los maestros que infunden miedo o terror en sus estudiantes! Con Jesús ocurría todo lo contrario. Una atmósfera de paz, de aceptación y de tranquilidad es la que mejor favorece el aprendizaje, la educación y el desarrollo armónico, coherente e integral de los estudiantes. La letra no entra con sangre, la letra entra con amor, con cariño y con ternura. El maestro debe ser capaz de …
3. Utilizar todos los recursos para transmitir su mensaje, incluyendo materiales y audiovisuales
Jesús trasmitía su mensaje viviente y la enseñanza sobre su persona, su misión y, concretamente, la culminación de ésta con su resurrección. “Toquen, miren.” Él mismo es prueba fehaciente de este hecho, por eso no deben dudar. Que toquen sus pies y sus manos. No es un espíritu, es él, el mismo Jesús que siempre han conocido. Para trasmitir el mensaje el maestro debe …
4. Acudir no sólo al raciocinio y a las pruebas retóricas, sino a las experimentales
Emplear pruebas documentales e ilustrarlas con experiencias cercanas a los estudiantes. Las que hoy llaman empíricas y científicas. Cuando les pide algo de comer y come, es como si estuviera haciendo una prueba de laboratorio. ¿Quién podría tener duda de que era real y no un fantasma? En este sentido, el maestro procurará …
5. Acondicionarse y adaptarse al nivel de sus estudiantes
Todo el pasaje de la resurrección de Jesús no es más que eso. Descender a los niveles elementales de unos hombres y unas mujeres no muy ilustrados, temerosos y dudosos. Su comprensión y adaptación se revela aún en el hecho de que no entra a regañarlos, ni a reclamarles su abandono durante su pasión; o, en algunos casos, la desbandaba y desengaño después de haberlo conocido y haber experimentado su poder por tres años. No. Jesús por el contrario, va a lo suyo, él decide …
6. Ir directo al punto, al contenido invariante y esencial
Después de crear una buena atmósfera de aprendizaje (motivación), va directo al asunto para el que reunió al grupo. No se detiene en divagaciones, ni discusiones inútiles. Resplandece, destella e ilumina aquí otra importante cualidad pedagógica que le permite …
7. Reforzar su fe en los estudiantes
Para ello acude al texto de las Escrituras y a las experiencias que juntos han tenido. Esto es lo que se llama tener una mente y una actitud positiva y optimista. Cree que con ese grupo, por cierto no muy selecto de discípulos, puede conquistar el mundo. Y es a eso precisamente a lo que los manda, con el fin de …
8. Crear compromiso
Los motiva, habla a su entendimiento, a su mente, a su alma y a su corazón. El buen maestro debe contar con la mente y el corazón del estudiante, cautivarlo para una causa, la del progreso y la mejora de sus conocimientos, destrezas, habilidades, valores, y para el desarrollo humano integral de su persona. Y luego sí puede …
9. Lanzar a los estudiantes a la acción
“Serán mis testigos”. Les da la responsabilidad que deben ejercer por sí mismos. Y por último se dedica a …
10. Prometer ayuda y asistencia, y proyectar al grupo escolar hacia el futuro
No los deja solos. Les transmite no sólo ánimo, sino poder, y les hace promesas que se hacen efectivas, es decir, crea expectaciones y forma ideales que vale la pena perseguir. En otras palabras, les da razones para luchar y salir adelante con optimismo, poniendo en práctica lo que han aprendido.
¡Qué maravilla de educación!, ¿cierto?, ¡Espectacular!, ¡Magnífica!, ¡Excelente!
Una educación pertinente, útil y relevante.
[1] Utilizo esta caracterización de la clase para diferenciarla de las clases tradicionales, comunes y corrientes que a diario observamos en la gran mayoría de las instituciones educativas.
Autor: Alexander Ortiz Ocaña, ciudadano cubano-colombiano. Universidad del Magdalena Santa Marta, Colombia Doctor en Ciencias Pedagógicas, Universidad Pedagógica de Holguín, Cuba. Doctor Honoris Causa en Iberoamérica, Consejo Iberoamericano en Honor a la Calidad Educativa (CIHCE), Lima. Perú. Magíster en Gestión Educativa en Iberoamérica, CIHCE, Lima, Perú. Magíster en Pedagogía Profesional, Universidad Pedagógica y Tecnológica de la Habana. Correo electrónico: [email protected] / [email protected] |
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