La investigación es esencial para una educación profunda que desarrolle el pensamiento de los estudiantes. Cuando un estudiante enfrenta un problema desconocido sólo tiene dos alternativas de actuación: o se queda inmóvil y desalentado, o aplica procedimientos rudimentarios de la intuición.
El profesor debe respetar el derecho del estudiante a indagar, dudar, criticar, lo importante es que el profesor y los estudiantes se asuman como seres curiosos, imaginativos, intuitivos, que se impliquen con sus emociones en el aprendizaje cognitivo y muestren su capacidad de conjeturar, de comparar, procesos básicos de la investigación.
Los contenidos de las diversas áreas del conocimiento son esencialmente discutibles y tienen un potencial problematizador, es decir, pueden ser objeto de especulación, cuestionamiento e investigación. Esto supone que el profesor en la educación debe convertirse también en aprendiz, debe transitar, junto a sus estudiantes, por caminos del conocimiento desconocidos también para él, y enseñar mediante las estrategias de descubrimiento, indagación e investigación.
Si el profesor piensa de manera acertada puede enseñar a pensar del mismo modo, aunque en ocasiones piense de manera errada. La educación de excelencia es aquella en la que el estudiante aprende a pensar, pensando, configurando su propio pensamiento.
Una educación basada en la investigación no es lo mismo que una educación problematizadora, aunque están relacionadas. En la educación investigativa el profesor no conoce la solución del problema e investiga junto a sus estudiantes, es un aprendiz. En cambio en la educación basada en problemas el profesor conoce la solución y casi siempre es él quien plantea el problema a sus estudiantes.
La educación excelente comienza con preguntas que pueden estar inmersas en un relato, demuestran la importancia de las preguntas, estimulan a los estudiantes para que se comprometan críticamente con dichas preguntas, buscan la solución a las preguntas y terminan con nuevas preguntas, y las respuestas a estas preguntas no son dadas por el profesor sino por los estudiantes.
La educación de excelencia es una educación problematizadora, que estimula el deseo de aprender y propende porque el estudiante realice un mayor esfuerzo intelectual.
La esencia y naturaleza de la enseñanza está dada en la humildad del profesor para orientar el aprendizaje del estudiante a partir del diálogo. En una educación excelente, las preguntas son más importantes que las respuestas. Esta idea nos traslada a Sócrates, quien configura el saber con la virtud mediante su axioma «solo sé que nada sé», conquistando de esta manera la verdad atrapada precisamente en el saber. Sólo sabe quién no sabe, porque al no saber, reflexiona y aprende algo nuevo. En cambio, quien cree saber todo no ejecuta más acciones de aprendizaje y, por lo tanto, no aprende nada nuevo. Mediante la enseñanza, Sócrates transforma la habilidad en virtud, la discusión en diálogo, la opinión en concepto y la doxa en episteme.
Para lograr estimular la tenacidad y el esfuerzo en el estudiante, la educación debe tener un estilo socrático, debe desarrollarse mediante preguntas, pero estos interrogantes no debe hacerlos sólo el profesor, el estudiante también debe estar en condiciones de formular preguntas en la educación, y el profesor debe tener la bondad y amabilidad de contestarlas, al igual que le exige al estudiante que conteste las suyas. La educación no es sólo del profesor, es también del estudiante, por lo tanto éste tiene todo el derecho de definir su dinámica, independientemente de que el profesor oriente dicho proceso.
La escuela es un lugar donde el que sabe interroga al que no sabe. Pero en realidad ambos, estudiante y profesor, deben pensar y sentir que no saben para, juntos, interrogar al objeto del conocimiento.
El profesor interroga a su estudiante a quien considera que no sabe, que no tiene luz, o sabe menos que él, contrario a la lógica cognitiva del aprender, que se sustenta en un proceso heurístico y hermenéutico. Sólo se aprende preguntando, no escuchando las preguntas y las respuestas. La pregunta es más importante que la respuesta. El estudiante no aprende al escuchar la respuesta del profesor sino al hacer la pregunta. El interrogante es fuente de saber, la duda y el error también.
Sin lugar a dudas, una educación que pretenda estimular el pensamiento crítico de los estudiantes, su autonomía y su independencia cognoscitiva, debe ser una educación reflexiva, en la que el estudiante aprenda mediante la reflexión. Sólo se forma la persona mediante la conversación. El diálogo es uno de los fundamentos de la configuración humana, y por tanto debe convertirse en estrategia de enseñanza y aprendizaje. Las experiencias de aprendizaje reflexivo garantizan la comprensión. El estudiante debe reflexionar sobre lo que está aprendiendo y con lo que está aprendiendo, sólo de esta forma podrá aprender a cabalidad, reflexionando sobre lo que aprende y con el contenido que aprende. No se trata de asimilar, apropiarse o absorber el contenido que estudia, sino de cuestionarlo, problematizarlo, pasarlo por un tamiz heurístico y hermenéutico.
La educación exitosa debe liberar al estudiante de la rutina cotidiana y fomentar la reflexión. La educación debe estar vinculada a la vida del estudiante, para que él no sienta que el aprendizaje es un acto en sí mismo sino una continuidad de su actividad vital.
La educación debe sustentarse y provocar la experiencia del estudiante por una razón muy simple: sólo se aprende a través de la experiencia. Toda experiencia requiere de una pregunta para ser validada y confirmada. Si no nos preguntamos entonces no sabremos si los eventos o situaciones son como en realidad creíamos que eran. No hay aprendizaje sin interrogación. La configuración de la pregunta está inmersa en todo proceso de aprendizaje y en toda experiencia. De manera que la pregunta es la apertura de la experiencia.
La pregunta genera aprendizaje porque implica un desconocimiento, pero a la vez un conocimiento. La pregunta implica no saber algo, pero también implica querer saber, es decir, saber que no se sabe. Si el estudiante cree que todo lo sabe entonces no se pregunta nada y no aprende, no se abre a la experiencia cognitiva y no reflexiona. En cambio, si él asume que no sabe la respuesta entonces le da sentido a la pregunta y hace la reflexión que le proporciona la experiencia, base de su aprendizaje. Enseñar es orientar ese proceso de aprendizaje. Y para ello no hay estrategia, la vía es la pregunta.
Este diálogo heurístico y ameno es el que garantiza la comprensión, que se logra a partir de la duda. La educación debe provocar la duda en el estudiante, debe estimular la pregunta más que la respuesta, debe generar incertidumbre tanto en el estudiante como en el profesor, quien debe transitar con sus estudiantes por caminos desconocidos también para él, mediante el dialogo, la reflexión, el intercambio de ideas, opiniones, criterios y punto de vistas, la discusión respetuosa, la reciprocidad de posiciones y perspectivas, como una actividad dialéctica y hermenéutica.
Una buena educación no es aquella en la que los estudiantes repiten de manera mecánica, dogmática y acrítica una información transmitida por el profesor o leída en los libros. La buena educación es aquella que estimula la actividad mental intensiva de los estudiantes, de manera que éstos hagan un gran esfuerzo intelectual. Mientras más barreras y obstáculos cognitivos el profesor coloque a sus estudiantes, mejores serán sus condiciones para un verdadero aprendizaje, auténtico, autónomo, significativo y desarrollador.
La educación es para la vida y la vida es una gran escuela. Una educación desarrollada a partir de problemas del contexto establece una integración dialéctica entre el mundo de la vida y el mundo de la escuela, permite hacer más vivencial y significativa la educación, más auténtica y desarrolladora. Sin embargo, muchos docentes se divierten diciendo las respuestas a los estudiantes, no los dejan pensar ni indagar. Los privan del placer que proporciona la búsqueda.
Los profesores deben permitir que los estudiantes transiten por caminos desconocidos del conocimiento, y debe transitarlos jubiloso junto a ellos, incluso aunque conozca la respuesta a un problema, debe fingir que no la sabe, con el fin de estimular la búsqueda de los estudiantes. No debe tener temor por la reacción de sus estudiantes al escuchar que él no conoce la solución, debe ser humilde y tener un pensamiento positivo, debe tener fe, entusiasmo y confianza, en la capacidad de sus estudiantes.
Finalmente, lo que se descubre tiene sentido y significado, lo que el profesor dice es su saber, no es saber del estudiante. Sólo se aprende lo que se descubre.
Autor: Alexander Ortiz Ocaña, ciudadano cubano-colombiano. Universidad del Magdalena Santa Marta, Colombia Doctor en Ciencias Pedagógicas, Universidad Pedagógica de Holguín, Cuba. Doctor Honoris Causa en Iberoamérica, Consejo Iberoamericano en Honor a la Calidad Educativa (CIHCE), Lima. Perú. Magíster en Gestión Educativa en Iberoamérica, CIHCE, Lima, Perú. Magíster en Pedagogía Profesional, Universidad Pedagógica y Tecnológica de la Habana. Licenciado en Educación. Correo electrónico: [email protected] / [email protected] |
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