Con las nuevas herramientas tecnológicas de la comunicación e información, necesitamos maestros que busquen invertir la mayor parte del tiempo que les queda fuera de las aulas y de sus responsabilidades familiares, para seguir capacitándose, aprendiendo e investigando, con un pensamiento crítico enriquecido con el método dialogal que presupone la comprensión del mensaje del otro. Los maestros, a través de la historia, han sido y son ejemplo de lectores habituales, que disfrutan y contagian el placer la lectura, haciéndoles válidos referentes al dar respuestas con responsabilidad luego de una reflexión coherente, pues su tarea y responsabilidad social es una de las más trascendentes que pueda realizar cualquier profesión o servicio, ya que influye no solo en el presente sino también en el futuro de sus alumnos.
La globalización, el desarrollo acelerado y la innovación permanente de la información actual, nos obliga como maestros a innovarnos permanentemente, a tener las habilidades y capacidades suficientes que nos permitan conocer, interpretar y apropiarnos de nuevos conocimientos, pero con la particularidad que nos otorga la capacidad de poseer un pensamiento crítico, que se acrisola con una alta disponibilidad de aprendizaje, “desaprendizaje” y reaprendizaje. La opinión de un maestro no es la de cualquier viandante, sino que lleva una enorme carga de confiabilidad y certeza, pues viene de una persona en quien se confía, porque reflexiona, argumenta y ofrece buenas razones de lo que está diciendo o escribiendo. Sus argumentos no admiten ni medias verdades, ni medias falsedades.
Los maestros somos referentes para nuestros estudiantes sobre la importancia de la lectura, del saber leer y lograr una excelente competencia lectora, en permanente desarrollo, que nos permite comprender, comparar e interpretar el significado de un texto y captar los significados del lenguaje, es decir, de entender lo que leemos, y estimular el pensamiento crítico, el razonamiento y creatividad pedagógica, que no admite -como dijo Jorge Luis Borges- el modo imperativo.
El maestro que desarrolla la competencia lectora como habilidad para la comprensión lectora, no comenta solo los titulares o se queda en algunas opiniones o frases, sino que lee el texto completo para interpretar el mensaje y hacer un análisis, una síntesis y estructurar su propio pensamiento desde la comprensión de lo que otro quiere decir, “como alguien situado en un contexto particular desde el que habla, siente y actúa; un otro que es condición necesaria para que tenga lugar un método dialogal, en particular, dentro del escenario educativo”, como nos dijo don Paulo Freire. El maestro de esta comunidad no descalifica o descarta a nadie por pensar diferente, sino que busca encontrar los puntos de coincidencia para sumar y llegar al conocimiento de la verdad usando la imaginación, el humor y la creatividad para aprender a aprender.
Desde la Web del Maestro CMF, tenemos la oportunidad de practicar la mayéutica socrática como instrumento dialéctico para llegar al conocimiento verdadero desde la reflexión, la investigación y la meditación de otras opiniones, que nos permitan escribir y compartir nuestra opinión luego de leer primero todo el artículo, viendo todo el video o escuchando todo el podcast. Busquemos desarrollar de manera excelente nuestros hábitos de lectura, aumentar nuestra comprensión lectora, agudizar nuestro pensamiento crítico y enriquecer nuestros puntos de vista con nuestra inteligencia emocional, antes de escribir o dar una opinión. Ser maestros de verdad, de corazón y de formación permanente, es ser humildes, creer que no sabemos todo, tener paciencia, saber esperar, confiar en nosotros mismos, estar abiertos a lo impensado y tener siempre la disponibilidad para creer que la última palabra en educación todavía no está dicha.
Ojalá adquiramos o mejoremos la importante costumbre de dialogar como maestros sabios para llegar a la Verdad. Nuestra tarea docente tiene como característica peculiar la virtud de la escucha atenta, amable y respetuosa. Y por eso nuestra opinión no es apresurada, primaria, altanera, autosuficiente, humillante, descalificadora o tóxica, pues sabemos de su gran importancia para nosotros y nuestros estudiantes. Nuestras opiniones orales o escritas, tienen el inmenso poder curador o devastador, como lo tienen todas las palabras que pronunciamos o escribimos, y ojalá recordemos el buen consejo de tamizarlas con la verdad, la bondad y la utilidad, como se le atribuye al triple filtro de Sócrates.
El saber pensar y saber hablar, para opinar, necesita, como dice don José Carlos Fernández Romero: “de una buena educación, algo que tristemente hemos olvidado, inmersos en una cultura casi exclusivamente audiovisual y con gran poder de fragmentar la mente, de viciar el discurso y de mantener a las personas en naderías, o sea, sin capacidad de crear vínculos duraderos”, pues “si dos individuos están siempre de acuerdo en todo, puedo asegurar que uno de los dos piensa por ambos” (Sigmund Freud). No olvidemos que “de nada sirve opinar por opinar, ni asumir lo que leemos sin ponerlo en cuestión, ni apoyar una opinión si no tenemos razones para hacerlo”, y que dependerá de lo que tengamos en el fondo de armario, de tu cultura que hayamos cultivado. (Cristina Medina Gómez).
Los maestros, somos los primeros y los más interesados en pedir una educación actualizada, promotores de la innovación, de un cambio educativo siempre dispuesto a descubrir nuevas rutas, que nos enseñen a desaprender los caminos recorridos, porque “se hace camino al andar” (A. Machado), comenzando por nuestra disponibilidad a no vivir instalados en el mundo de los conocimientos dogmáticos y fundamentalistas ya aprendidos, porque los maestros de corazón estamos convencidos que en educación la última palabra todavía no está dicha.
REDACCIÓN WEB DEL MAESTRO CMF