Este artículo fue inspirado en el post de Santiago Martín Acurio Del Pino, Máster en Derecho Digital, Abogado y Doctor en Jurisprudencia, especialista en Derecho Penal y Derecho Digital, quien ha advertido sobre los riesgos legales y de privacidad asociados al uso de aplicaciones que transforman nuestras fotos en dibujos animados.
En los últimos años, y con especial intensidad en redes sociales, se ha popularizado el uso de aplicaciones que permiten transformar nuestras fotos en versiones animadas o caricaturescas. Desde filtros que te convierten en un personaje estilo “anime” hasta retratos al estilo de Pixar o Studio Ghibli, estas herramientas despiertan admiración, ternura… y también preocupaciones.
Como docentes, no solo somos usuarios de estas tecnologías: también somos formadores de ciudadanos digitales. Por eso, debemos reflexionar sobre las implicancias éticas, legales y pedagógicas de estas prácticas aparentemente inocentes, pero potencialmente peligrosas.
1. ¿Qué entregamos cuando subimos una foto?
Cuando subimos una foto a una app que ofrece “dibujarte”, le estamos dando acceso a una imagen de nuestro rostro. A simple vista, esto no parece preocupante. Sin embargo, el rostro es un dato biométrico sensible, al igual que la huella digital, el iris o la voz. Este tipo de datos permite identificarnos de manera única y permanente.
¿Qué es un dato biométrico?
Según el Reglamento General de Protección de Datos (GDPR) de la Unión Europea, se define como:
“Datos personales resultantes de un tratamiento técnico específico, relativos a las características físicas, fisiológicas o conductuales de una persona física, que permitan o confirmen la identificación única de dicha persona” (Art. 4.14, GDPR).
En pocas palabras: estamos entregando un pedazo de nuestra identidad.
2. ¿Quién se queda con esa imagen?
Muchos usuarios no leen los términos y condiciones de uso de estas aplicaciones. Algunos estudios indican que menos del 10 % de las personas los leen con atención (Obar & Oeldorf-Hirsch, 2020).
Lo que se oculta en esa letra pequeña es que al subir tu foto:
- Estás dando consentimiento (implícito o explícito) para que la imagen sea almacenada.
- En muchos casos, la empresa puede modificar, vender o utilizar la imagen con fines comerciales, publicitarios o de entrenamiento de sistemas de inteligencia artificial.
- Algunas aplicaciones incluso se reservan el derecho de usar esa imagen a perpetuidad.
Esto no solo representa una pérdida de control sobre tu imagen, sino también una potencial violación al derecho a la privacidad y al uso legítimo de tu identidad.
3. El rostro como llave digital
¿Te has preguntado por qué tantas plataformas usan reconocimiento facial? Porque es una forma única y difícil de falsificar de identificarte. No obstante, si alguien obtiene una imagen de tu rostro, especialmente si está optimizada por inteligencia artificial, puede intentar suplantarte digitalmente.
Esto puede implicar:
- Accesos no autorizados a dispositivos que usan desbloqueo facial.
- Montajes ofensivos o manipulaciones (deepfakes) con fines de extorsión o daño moral.
- Creación de perfiles falsos para estafas o campañas de desinformación.
Un ejemplo emblemático fue el escándalo de Clearview AI, empresa que recolectó más de tres mil millones de rostros sin consentimiento para alimentar su base de datos de reconocimiento facial. Esto generó una ola de demandas y prohibiciones en varios países.
4. Deepfakes y montajes: la amenaza invisible
Los avances en inteligencia artificial han permitido la creación de “deepfakes”: videos falsos generados con imágenes reales que simulan hablar, actuar o decir cosas que jamás ocurrieron. Estas tecnologías han sido utilizadas para difamar, engañar o manipular emocionalmente a millones de personas.
Si una imagen animada conserva tus rasgos faciales, puede ser usada como base para entrenar modelos de IA que simulen tus expresiones. Lo más alarmante: ya no necesitas estar en línea para ser víctima, basta con que alguien haya subido una imagen tuya.
5. ¿Y qué pasa con los menores?
Este punto es especialmente relevante para docentes. Muchos padres y apoderados, con toda la buena intención, comparten imágenes de sus hijos en redes sociales o usan aplicaciones para convertirlas en avatares animados.
El problema se agrava cuando consideramos que los menores de edad:
- No han dado un consentimiento informado.
- Son más vulnerables al robo de identidad.
- Pueden ser víctimas de ciberdelincuentes que buscan explotar sus datos.
Como educadores, debemos promover una cultura de protección de la infancia digital. Esto implica cuestionar qué contenidos compartimos, qué herramientas usamos y cómo educamos sobre el autocuidado en línea.
6. La trampa del “todo es gratis”
Muchas apps que ofrecen estos efectos animados son “gratuitas”. Sin embargo, como dice el dicho: si algo es gratis, el producto eres tú.
Estas aplicaciones obtienen rentabilidad al:
- Recoger y vender datos de comportamiento.
- Crear perfiles detallados para publicidad dirigida.
- Usar tus imágenes para entrenar modelos de inteligencia artificial que luego venden a gobiernos o empresas privadas.
Un informe de MIT Technology Review (2022) señaló que los datos faciales son uno de los insumos más buscados para entrenar algoritmos de reconocimiento y análisis emocional.
7. ¿Qué deberíamos hacer como docentes?
El primer paso es informarnos y mantenernos actualizados. Luego, debemos formar ciudadanos digitales críticos y responsables. Aquí algunas acciones clave:
a) Educar sobre privacidad digital
Incluir temas como protección de datos, consentimiento informado y seguridad en línea en nuestras clases.
b) Promover la lectura crítica de términos de uso
Pocos leen los términos y condiciones, pero enseñar a nuestros estudiantes a identificar cláusulas problemáticas es un gran paso hacia la autonomía digital.
c) Fomentar el pensamiento ético sobre tecnología
No todo lo que se puede hacer, se debe hacer. Convertir rostros en caricaturas puede parecer divertido, pero debemos ayudar a los estudiantes a pensar en las consecuencias.
d) Ser ejemplo
Evitar compartir imágenes de estudiantes sin permiso, y usar herramientas educativas que respeten la privacidad.
Conclusión
Transformar una foto en un dibujo animado puede parecer un juego inofensivo. Pero detrás de esa imagen colorida se esconden amenazas reales a la privacidad, la identidad y la seguridad personal.
Como docentes, no solo debemos cuidar nuestra huella digital, sino enseñar a las nuevas generaciones a proteger la suya. La ciudadanía digital responsable no se limita al conocimiento técnico: implica valores, criterio ético y compromiso con el bienestar común.
REDACCIÓN WEB DEL MAESTRO CMF