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[Pedro Fulleda] La Ludología responde a la pregunta ¿qué es el juego…?

Para dar respuesta a ¿qué es el juego? podría bastar con acudir a las múltiples definiciones dadas por los autores más reconocidos. Entre las más completas está la de Johan Huizinga en «Homo Ludens»: «El juego, en su aspecto formal, es una acción libre ejecutada ‘como sí’ y sentida como situada fuera de la vida corriente, pero que a pesar de todo puede absorber por completo al jugador, sin que haya en ella ningún interés material ni se obtenga en ella provecho alguno, que se ejecuta dentro de un determinado tiempo y un determinado espacio, que se desarrolla en un orden sometido a reglas, y que da origen a asociaciones que propenden a rodearse de misterio o a disfrazarse para destacarse del mundo habitual». De esta afirmación se derivan los siguientes conceptos básicos, que intervienen en la definición del juego:
  • Ejercicio de la libertad, recreación simbólica de la realidad, estimulación desde el placer, satisfacción por su desarrollo, demarcación espacio-temporal, concertación de intereses. motivación socializadora.

Todo juego es una actividad lúdica, pero existe un gran campo de acciones lúdicas que no son, precisamente, juego, por lo que el segundo término es continente del primero. Reducir el alcance de la Lúdica al juego tiene que ver con los mismos orígenes del concepto, en las voces latinas ludus, ludere, con el significado de «lo no serio, el simulacro, la burla, para designar al juego infantil, el recreo, la competición, la representación litúrgica y también la teatral, así como los juegos de azar». Su empleo como adjetivo ha permitido identificar tal tipo de acción presidida por la recreación simbólica de la realidad, o actividad lúdica.

Pero ocurre que semejante recreación puede transcurrir en dos direcciones opuestas, sin perder los restantes conceptos básicos que definen esta acción. Mientras una está presidida por la broma y la falta de gravedad en la conducta de las personas, la otra se refuerza en la seriedad con que se la asuma. Y esta circunstancia fundamental marca las fronteras entre lo que es juego y lo que no lo es. Así, la Lúdica, como categoría superior, se concreta mediante las formas específicas que asume, en todo caso como expresión de la cultura, en un determinado contexto de tiempo y espacio. Una de tales formas es el juego, o actividad lúdica por excelencia. Y también lo son las diversas manifestaciones del arte, del espectáculo y la fiesta, la comicidad de los pueblos, el afán creador en el quehacer laboral -que lo convierte de simple acción reproductiva en interesante proceso creativo-, el rito sacro y la liturgia religiosa y, por supuesto, la relación afectiva y el sublime acto de amor en la pareja humana. En todas ellas está presente la magia del simbolismo lúdico, que transporta a los participantes a una dimensión espacio-temporal paralela, estimulando los recursos de la fantasía, la imaginación y la creatividad.

Para entender cabalmente qué es el juego es preciso comprender el alcance de la Lúdica como recurso insustituible para la satisfacción de la necesidad de desarrollo en los seres humanos. La respuesta podemos buscarla en el ámbito de los conceptos filosóficos.

Para la Filosofía todo comienza con la necesidad. Como categoría filosófica, la necesidad surge de la esencia, de la naturaleza interna de un fenómeno en desarrollo. Es algo constante y estable para todo proceso determinado, y por tanto es condición universal de la existencia material, a la que está sometido todo cuanto existe. En el caso de los seres vivos, como necesidad vital ella se manifiesta a través de dos formas concretas e intrínsecamente relacionadas: la necesidad de subsistencia y la necesidad de desarrollo. La primera rige la acción de los organismos individuales en su lucha por la supervivencia, como son los actos de la alimentación, defensa, descanso, etc., por lo que tiene un marcado carácter ontogénico. La necesidad de desarrollo rige sobre todo la acción de los organismos en función de la preservación de su especie, como son los actos de la reproducción y los evolutivos en general, por lo que tiene un esencial carácter filogénico.

La solución de la necesidad, en su doble vertiente, la consiguen los organismos vivos mediante su actividad. Y es en este punto donde concurren las diferencias que califican a los diversos estadios biológicos. La primera de ellas radica en la clasificación en vegetales y animales. Mientras para los primeros las manifestaciones de su actividad orientada a la satisfacción de ambos tipos de necesidad transcurren sobre todo en el marco de su individualidad, para los segundos están regidas por una condición cualitativamente superior, al requerir tanto de la acción individual como de la grupal. Así, todas las funciones vitales en los vegetales se satisfacen por el mismo individuo, mientras que en los animales, como consecuencia y condición de su facultad de locomoción, las necesidades de subsistencia pueden ser satisfechas por el individuo aisladamente, pero las de desarrollo exigen la presencia como mínimo de la pareja, creándose de tal modo las premisas para la convivencia grupal -en manadas- de los animales, que tiene en la sociedad humana su máxima expresión.

Otra gran diferencia tiene que ver con el comportamiento sensorial de las especies animales. Y en este caso es preciso definir dos conceptos: lo instintivo y lo consciente. La actividad instintiva responde a impulsos naturales, determinados por factores biológicos y hereditarios, sin la presencia de reflexión como condicionante previa. La actividad consciente requiere de una intencionalidad reflexiva como condición inicial, lo que implica la toma de conciencia sobre la acción y sus resultados. En los animales la actividad será siempre instintiva, tanto la orientada a la satisfacción de la necesidad de subsistencia, como a la de desarrollo. En el ser humano, por las superiores facultades de su corteza cerebral, la actividad en una u otra dirección será generalmente consciente, aun cuando puede presentar acciones absolutamente instintivas vinculadas a la supervivencia.

De tal modo, el humano es el único ser vivo capaz de abordar la solución de su necesidad de subsistencia con un tipo exclusivo y superior de actividad, que es el trabajo. Sólo el ser humano trabaja, pues los animales resuelven dicha necesidad mediante acciones instintivas, biológicamente determinadas. Lo que diferencia, por ejemplo, el trabajo del peor arquitecto de la labor de la mejor abeja es que aquel antes de acometer la construcción de un edificio la realizó previamente en su mente, por lo que su actividad es muy superior al permitir la incorporación de soluciones creativas, imposibles de lograr en el panal, instintivamente construido por las abejas, según un patrón transmitido genéticamente. Y por igual causa, es también el único ser vivo capaz de abordar la solución de su necesidad de desarrollo con un tipo exclusivo y superior de actividad, que es el acto lúdico.

Sólo el ser humano juega -así como igualmente sólo él tiene acceso al arte, a la risa, a la liturgia religiosa y a la creatividad-, pues incluso cuando estemos en presencia del retozo de los cachorros -sobre todo de las especies más cercanas al homo sapiens por su inteligencia, tales acciones «ludiformes» no alcanzan la categoría de lúdicas por varias razones: por carecer de intencionalidad reflexiva y no ser conscientes sino instintivas, también por no estar presente en ellas el simbolismo lúdico, el «hacer como sí…» que caracteriza al juego en los seres humanos por la capacidad abstracta de su pensamiento, y por estar dichas acciones más vinculadas a la satisfacción de la necesidad de subsistencia que a la de desarrollo: con que los cachorros se adiestran para la supervivencia.

En resumen, en los animales la satisfacción de la necesidad de desarrollo responde a mecanismos evolutivos biológicamente determinados, mientras que en el ser humano está regida, además y principalmente, por procesos culturales, de los que forma parte el juego.

NOTA DE REDACCIÓN: La Web del Maestro CMF publica los textos originales de su autor, no necesariamente coincide con lo expuesto en el tema, no se hace responsable de las opiniones expresadas, y no promociona ningún producto, servicio, marca o empresa. Sugerimos a nuestros lectores conocer la identidad de la fuente o de su autor o autores, para tener mayores elementos de juicio y la pertinencia a su realidad educativa.


Autor:
Pedro Fulleda Bandera, nacido en Cuba y residente en Ecuador.
Licenciado en Comunicación Social, con experiencia laboral como periodista especializado en temas históricos y culturales. Se desempeñó como docente de especialización en el Instituto Superior de Cultura Física. Presidió la sección «Juego y Sociedad» de la Asociación de Pedagogos de Cuba. Ha impartido cursos y conferencias sobre lúdica y desarrollo humano en diversos países iberoamericanos.
Autor de artículos y libros sobre Ludología y temas de actualidad política y social.
Enlaces de interés: pedrofulleda.blogspot.comwattpad.com
E-mail: [email protected]

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