Si quisiéramos entender lo que es la Disciplina Positiva, con palabras sencillas, diríamos que es poner las reglas de comportamiento o los límites desde el respeto, organizando las relaciones de convivencia con un buen el trato humano. Nos ayuda a entender la naturaleza infantil, nos prepara para esa revisión íntima y profunda de qué educador estamos siendo, pero que no asegura que los niños vayan a hacer siempre lo adecuado, pero sí que nosotros, los educadores, estaremos trabajando de tal manera que los chicos puedan tomar las mejores de sus decisiones, facilitando la toma de conciencia de que cada cual decidirá si necesita cambiar algo y cómo lo quiere modificar.
La Disciplina Positiva se funda a partir de la Psicología Individual de Alfred W. Adler médico y psicoterapeuta austríaco, que pone “más énfasis en el poder que tiene cada individuo a la hora de estructurar el funcionamiento de su mente según lo que ocurre en el presente”; y la del psiquiatra y educador estadounidense Rudolf Dreikurs, quien, desde la propuesta de Adler, la llama “Educación Democrática”, como un nuevo enfoque pedagógico o psicoeducacional, con una particular conceptualización de la educación infantil y juvenil en general, y el método de intervención con niños problemáticos; sin intentar “curar” o mejorar una sintomatología o cambiar la personalidad, sino que se acerca a lo que se entiende hoy como “orientación psicológica” o “counselling”.
Posteriormente las especialistas en Educación Jane Nelsen y Lynn Lott releyeron la obra de Adler y Dreikurs, lo transformaron y dieron vida a la Disciplina Positiva, con una mirada distinta de la educación, para hacer frente al mal comportamiento de un niño y no caer en una pura corrección y control “a través de la amenaza, el miedo, la culpa y el soborno”. En su libro “Disciplina Positiva para Adolescentes” (1988), se proponen enseñar “a padres y educadores, a través de talleres vivenciales, a desarrollar habilidades y competencias que les permitan desarrollar su rol eficientemente ya sea en la crianza en el hogar o en el salón de clase”. (DISCIPLINA POSITIVA – EDUCANDO CON AMOR Y RESPETO).
La Disciplina Positiva, se presenta como un paradigma que descarta el miedo y los métodos punitivos a la hora de manejar el poder en las relaciones, poniendo el acento en dos grandes fuerzas generativas, inmensas e inagotables en beneficios: la confianza y el afecto. Cuando los niños desobedecen tenemos miedo, cuando se llenan de furia, cuando no saben, cuando no pueden… y abordamos (algunas veces) la inseguridad natural de los niños con herramientas muy eficaces a corto plazo (castigamos, humillamos, avergonzamos, chantajeamos), pensando ilusoriamente que son educadoras; pero es la oportunidad en que los niños empiezan a experimentar desde su primera infancia que “los entrenadores de vida, esos que se supone que tienen la ciencia para mostrar cómo funcionar en el mundo, son poco o nada confiables”.
“¿Cómo podremos saber cómo se hace? ¿Cómo se aplica en la vida real la comprensión, la escucha, llegar a acuerdos, respetar pautas, responsabilizarse de las decisiones?
La plataforma GESTIONANDO HIJOS, publicó una entrevista de Elena Couceiro a Marisa Moya, Licenciada en Psicología, Diplomada en Ciencias Humanas y Educación Infantil y entrenadora de Disciplina Positiva para padres y docentes, y que nosotros compartimos textualmente, tres preguntas de Couceiro con las respuestas de Moya, con fines únicamente educativos – pastorales, anotando que las cursivas y resaltados son nuestros, esperando que este tema nos ayude al conocimiento, actualización, reflexión, diálogo y posible aplicación de este paradigma para lograr una mejor disciplina, con respeto.
Elena Couceiro: “¿Por qué te parece [la disciplina positiva] un enfoque adecuado para educar a los niños y las niñas?
MARISA MOYA: Porque la Disciplina Positiva tiene en cuenta la naturaleza infantil, sus características y necesidades y ayuda al educador a “meterse en los zapatos de los niños”, a tomar conciencia de que para cumplir con la tarea de la educación debemos hacernos sensibles a que en cada uno de nuestros chicos hay un sinfín de necesidades vitales únicas que según sean atendidas van a dar lugar al bienestar infantil o a niños hipervigilantes o niños con sentimientos de insuficiencia e incapacidad porque sus tensiones cotidianas no encontraron el alimento armónico. Al finalizar cada día el niño tiene que tener la garantía de que ha sido acompañado en su proceso vital por un adulto que ha facilitado su crecimiento personal. Con conciencia podemos responsabilizarnos de nuestra conducta y modificarla de forma que les induzca a mejorar la suya sin perjudicar su autoestima.
Elena Couceiro: En los libros sobre disciplina positiva se dice que un niño que se porta mal lo hace porque se siente mal. ¿Cómo podemos los padres averiguar el malestar que se esconde detrás de un mal comportamiento?
MARISA MOYA: Así es, Dreikurs decía que un niño que se porta mal es un niño desanimado, que no ha encontrado la manera de perseguir las finalidades de pertenencia e importancia y que basándose en creencias erróneas de cómo lograrlas elige estrategias inadecuadas, de atención indebida, de poder no constructivo, de venganza para mitigar el dolor que le produce no conseguir el sentimiento de ser tenido en cuenta o bien de insuficiencia o incapacidad cuando llegan a la conclusión de que darse por vencidos es la única opción porque realmente no valen para nada.
La mala conducta es una llamada, una petición de ayuda inconsciente por parte del niño al adulto. Falta de competencias (no poseo más desarrollo cognitivo, ni tampoco de orden socio emocional), desconocimiento, ¿quién nació con las normas de conducta aprendidas?, desmotivación, ¿cuántos conflictos provoca el cansancio en los niños, cuando tienen hambre, cuando tiene sueño, cuando tienen exámenes…? o tan solo cuando han vivido un acontecimiento que les hace reaccionar desde su cerebro primitivo en el que la razón no puede actuar. En esta petición de ayuda, en cada una de las malas conductas hay un mensaje tácito, soy un niño y solo quiero pertenecer. ¿Parecería distinta la mala conducta si la concibiéramos como fruto “del desánimo”, fruto de “falta de competencia”, “una conducta del cerebro primitivo” o una “conducta apropiada para la edad”? El niño no necesita en esos momentos la corrección, el niño necesita que entendamos y comprendamos, (no confundir con aceptación del mal comportamiento), que trabajemos “la calma” para que su cerebro más racional le permita enfocarse en soluciones. Para reconocer ese mensaje oculto del mal comportamiento, la razón que lo motiva, el adulto debe preguntarse a sí mismo qué emociones despiertan en él, cuál es su reacción emocional, porque este mal comportamiento es la solución que pone el niño a su problema más profundo para obtener la conexión que necesita. Nuestros sentimientos son los que nos indican el objetivo erróneo del niño.
Elena Couceiro: ¿Es cierto que es necesario hacer caso a los niños cuando menos lo merezcan, porque es cuando más lo necesitan? ¿Cómo podemos ayudarles?
MARISA MOYA: Sin duda, otro de los aspectos que es difícil de asumir por los educadores. Demasiado frecuente todavía la expresión del “ninguneo”. Los niños no desarrollan características positivas a partir de la ausencia de conexión, tampoco cuando sienten que no son aceptados sus sentimientos. A los padres y profesores nos urge acabar con las malas conductas y utilizamos herramientas a corto plazo para acabar con ellas sin ser conscientes de que para que los niños se porten bien no hay, antes, que hacerles sentir mal porque esto no es motivador. Los niños se portan mejor cuando se sienten bien y se sienten bien cuando sus sentimientos son escuchados y comprendidos. Esta es la vía para poder comunicar con el malestar infantil, un proceso de confianza y empatía para que el niño se sienta seguro y abierto a la comunicación y el enfoque en soluciones”.
Finalmente, la Disciplina Positiva nos dice que “los castigos convencionales no son buenos en el largo plazo porque generan resentimiento y rebeldía ya que no logran conectar las necesidades de padres e hijos, no se les da importancia a sus necesidades y finalmente no cumplen el objetivo de enseñarles valores para la vida”.
Así que, si queremos que nos escuchen, escuchemos, si queremos amabilidad, seamos amable, si queremos respeto, respetemos, y si queremos un hogar o una escuela en paz, seamos más positivos a la hora de educar. Textos tomados y adaptados de DISCIPLINA POSITIVA O CÓMO EDUCAR CON AFECTO Y FIRMEZA.
Les sugerimos leer la entrevista completa en: MARISA MOYA: “LOS EDUCADORES TENEMOS EN NUESTRAS MANOS MEJORAR EL MUNDO HACIENDO QUE LAS RELACIONES ESTÉN BASADAS EN EL RESPETO MUTUO Y EN EL AMOR”
“Sigue siendo mi sueño de crear la paz mundial a través de la paz en los hogares y en las aulas. Cuando tratemos a los niños con dignidad y respeto, y les enseñamos valiosas habilidades de vida para formar un buen carácter, ellas derramarán paz en el mundo” (Jane Nelsen).
REDACCIÓN WEB DEL MAESTRO CMF