Nadie cuestiona que uno de los aspectos sobre el que más incidencia hay que hacer, es la relación familia-escuela en el tema de la comunicación. Todo material, espacio y tiempo que ayude a mejorar el diálogo será en provecho de los estudiantes.
“En definitiva, se ha de estar muy atentos al rendimiento y conducta escolar de los hijos, establecer un contacto periódico con el centro escolar, mostrar una mentalidad positiva, colaborativa y de diálogo, ya que lo fundamental es favorecer el desarrollo educativo de los hijos” (Asesoría Educativa CERCÓS).
El artículo que compartimos, con fines educativos – pastorales fue publicado EL MUNDO (España), con redacción de EFE (Valencia), y trae la opinión de Consuelo Benavente Fiscal de Menores de Valencia (España), con más de 16 años de experiencia. Ella analiza la conducta de los padres y su repercusión en el comportamiento de los estudiantes, y sostiene que lo más recomendable es primero “asumir la responsabilidad y enterarse de lo que ha sucedido”, para evitar la comunicación violenta y agresiva. “Quien ponga la mano en el fuego por lo que hace su hijo fuera de casa se la va a quemar, porque puedes tener mucha confianza con él y haberle educado de la mejor forma posible, pero nunca sabes si puede hacer una “atrocidad” o algo más grave”, afirma.
Aunque puede ser el análisis de los jóvenes de otra realidad social y con normas y leyes diferentes, recomendamos leer este artículo de El Mundo, porque en algunos puntos que toca, hay elementos comunes a cualquier geografía social, como la influencia de las redes.
“Hay padres energúmenos que cuestionan la autoridad docente”
La coordinadora de la sección de Menores de la Fiscalía Provincial de Valencia, Consuelo Benavente, advierte contra los “padres energúmenos” que, al igual que sus hijos, “cuestionan las decisiones del personal docente” y erosionan el principio de autoridad en los centros educativos.
A su juicio, “tras una amonestación a un hijo, el padre no puede pedir explicaciones al profesor hecho un energúmeno, y mucho menos mostrar esa actitud ante su hijo” y advierte de que “lo primero es asumir la responsabilidad y enterarse de lo que ha sucedido”, explica en una entrevista concedida a Efe.
Tras más de 16 años de experiencia en la sección de menores de Valencia, los dos últimos como coordinadora, Benavente reconoce que todavía se siente alarmada por el enquistamiento de los casos de maltrato por parte de hijos a padres en las estadísticas anuales, aunque no son los más habituales entre menores de 18 años.
“Los que más se repiten son los delitos contra el patrimonio: hurtos o robos, por delante de casos de maltrato, lesiones o amenazas”, añade.
Tras años de experiencia con menores inmersos en conflictos, esta fiscal afirma tajante: “Quien ponga la mano en el fuego por lo que hace su hijo fuera de casa se la va a quemar, porque puedes tener mucha confianza con él y haberle educado de la mejor forma posible, pero nunca sabes si puede hacer una gamberrada o algo más grave”.
“Sin embargo”, agrega, “hay varios cosas que se pueden detectar y, sobre todo, hay que actuar ante la primera señal de alarma“.
Señala que nunca suele haber conductas aisladas en menores normalizados, sino que siempre “hay algo detrás, quizá abusos -no siempre de carácter sexual-, abandono por parte de los padres, entorno de violencia de género, fracaso escolar u otras situaciones de riesgo a las que nadie ha hecho caso”.
“Solemos encontrar elementos comunes en menores que se ven involucrados en problemas, como la falta de autoestima; por eso necesitan reafirmarse aunque sea machacando a un compañero y asumiendo cierto liderazgo frente a otros”, explica.
Acoso escolar
En determinados casos ese liderazgo mal entendido deriva en auténticos casos de acoso. “El acoso escolar no existe como delito, por lo que a la hora de tramitar los expedientes se concretan en lesiones, amenazas o delitos contra la integridad moral, por lo que es complicado disponer de estadísticas al respecto”.
Sin embargo, Benavente advierte de que “todo no se puede considerar acoso; ha de haber algo más que amenazas o lesiones, aunque sean graves: un grupo de acosadores, una víctima, una desigualdad de poder, una acción continuada y unos hechos que incluso pueden provocar secuelas psicológicas“.
Según detalla, “el acoso no es algo nuevo, aunque ahora se conoce más. Por una parte es bueno porque se toma conciencia y se intenta prevenir, pero en ocasiones se transmiten informaciones que no se reciben como es debido y hemos de saber que todo no es acoso. Los casos más mediáticos son graves, es cierto, pero no hay tantos como la gente se piensa“.
“Lo que sucede”, puntualiza, “es que el uso de las redes sociales agravan esta clase de conductas. No es lo mismo una frase vejatoria escrita en la pizarra, que se borra, que los mensajes o vídeos en redes sociales”.
E igualmente preocupante, añade, es el hecho de que las víctimas de acoso ya no puedan encontrar refugio ni en sus propias casas, porque siguen recibiendo mensajes a través de sus móviles.
“No podemos decir que hayan despuntado [estos delitos de base tecnológica] pero sí que determinadas acciones o comportamientos los agravan”, concluye la fiscal.
Este contenido ha sido publicado originalmente por El Mundo (España) en la siguiente dirección: elmundo.es