Veamos el siguiente diálogo entre docentes del nivel primario, luego de haber dado la salida de los alumnos del turno mañana:
Maestra de 4°A: ¡Qué locura de mañana!
Maestra de 3°B: Si, la de hoy, la de ayer, las de la semana pasada…
Maestra de 4°C: ¡Todos los días faltan 3 o 4 maestras!
Maestra de 4°A: Y no te olvides que ayer además de las 4, faltaron la preceptora y la secretaria.
Maestra de 3°B: ¿Se dieron cuenta que esto viene pasando desde hace unas tres semanas?
Maestra de 5°A: (Se acerca al grupo) ¿se enteraron? ¡Otra renuncia, y es la tercera en diez días! ¡Marta, la maestra de 6°B!
Maestra de 4°C: Pero entró hace 15 días reemplazando a Anita. ¿Qué le pasó?
Maestra de 5°A: Dijo que se hartó del grupo y de la desorganización que hay.
Maestra de 4°A: Lo del grupo no sé porque no los conozco, pero de la desorganización, muy equivocada no está.
Maestra de 3°B: Es real, cada uno hace lo que quiere, no están en los lugares que les corresponde del patio, los profesores especiales toman la clase a cualquier hora, y nadie dice nada.
Maestra de 5°A: Y como nadie dice nada, y todo da igual…se toman el día porque tienen al nene enfermo, o al marido, o le duele la cabeza…siempre hay una excusa.
Maestra de 4°A: Y a todo esto… ¿el equipo directivo no se da cuenta de lo que está ocurriendo?
Y la pregunta es… ¿Qué está ocurriendo en esta institución que los docentes con años en ella, comenzaron a ausentarse, a tomar licencias, o directamente renunciar?
El ausentismo laboral es consecuencia de la despersonalización en la enseñanza, el docente deja de implicarse, las relaciones humanas con el alumnado son superficiales, se llega a la rutina e inhibición, actitudes que no son elegidas por el profesor pero que encuentran como único modo de no implicarse personalmente. Todo ello es lo que lleva a las bajas laborales. Esta huida del trabajo es causa aparente del estrés, la tensión, el desencanto… la tasa más alta de ausentismo suele producirse tras cinco años de profesión. Transcurridos este periodo es donde se encuentra el grupo más alto de bajas laborales. También se suele producir peticiones de traslados. Los docentes trasladados eligen centros escolares menos conflictivos. Este cambio suele generar plazas de trabajo libres en estos colegios más conflictivos a los que generalmente se envían profesores noveles, bastante más inseguros y que además desarrollan su labor en peores condiciones de trabajo, comenzando así con muy inseguros y que además desarrollan su labor en peores condiciones de trabajo, comenzando así con muchas dificultades.
Este ausentismo, entre otras tantas variables, es consecuencia de un padecimiento muy común en el cuerpo profesional de la docencia, el MALESTAR DOCENTE.
Cuando hablamos de malestar docente hacemos referencia a un fenómeno que afecta a una buena parte de los maestros y que se origina en respuesta a una serie de factores o acontecimientos negativos que los aquejan en el marco educativo. Este malestar es el que lleva a los docentes al tan mencionado estrés laboral (“burnout”), ansiedad que exhiben los docentes afectados, pudiéndose llegar a alcanzar la depresión como resultado último.
En la jerga docente el burnout es conocido como el síndrome de la cabeza quemada. Se puede decir que el “burnout” es un proceso de respuesta múltiple a un estrés crónico que se caracteriza por extenuación, una gradual y progresiva despreocupación, así como ausencia de sentimientos emocionales hacia los beneficiarios del trabajo: ¡los niños!
El pensamiento popular dice: “no sé de que se quejan los maestros si trabajan 4 horas, tiene dos semanas de vacaciones en invierno y 3 meses en verano”. (¡como si esto fuera cierto!).
Diferentes estudios a nivel mundial en diversos sistemas educativos tanto americanos, europeos, asiáticos, han demostrado que ser docente, en cualquiera de sus niveles, es una de las profesiones más estresantes.
¿Cuáles son las causas que llevan al docente hacia ese “malestar” y a pensar en la posibilidad de abandonar la profesión?
Atendiendo a los principales determinantes organizacionales, es necesario destacar los siguientes: aspectos:
- Excesivo trabajo: planificar las clases, armar a carpeta didáctica, dar las clases, entrevistas con padres, con dirección, tener la corrección al día, armar la tarjetita de invitación, ensayar para el acto, preparar el acto, enviar notas…Y esto por dos, si el docente tiene doble cargo.
- Multiplicidad de demandas: de secretaría tener el registro ordenado, completo, forrado; la documentación de los alumnos completa y ordenada. De Dirección: tener la planificación anual, la mensual, las actividades, de realizar el seguimiento de los alumnos con dificultades, de leer los instructivos que se envían, de asistir a las reuniones de personal y capacitación…
- Ambigüedad y conflictos del papel a desempeñar: ¿soy maestra, secretaria, directora, mamá, portera, médica…?
- Insuficiencia de recursos: no tengo borrador, faltan tizas, el proyector no funciona, la escuela no tiene wifi, …
- Relación docente/cantidad de alumnos: una maestra, 36 alumnos, 4 de ellos con necesidades especiales…
- Burocracia: “complétame la planilla ¡Ah, por duplicado!, después llévala a firmar al Consejo Escolar, la traes a Secretaría para sellar…”, “manden a las casas las planillas de Cédula Escolar, la de autorizaciones, las de salud, y registren a quien se la dan y cuando las devuelven…”.
- Escasa autonomía en la toma de decisiones: “esto no está funcionando, pero no se puede cambiar porque acá siempre se hizo así…”.
- Indisciplina de los alumnos e interacción con ellos. Se considera que el comportamiento hostil de los alumnos representa un papel fundamental en el origen y desarrollo del malestar docente.
- Pobres actitudes en los alumnos: “no hacen la tarea, no traen los materiales, no cuidan sus pertenencias, no estudian…”.
- Pérdida de respeto de la comunidad hacia el docente: “la madre me cuestiona cómo di la clase” …, “el padre me gritó en la puerta para que le entregue al nene rápido…”.
- Exiguas retribuciones, escasa efectividad en el trabajo: “por lo que cobro, más no pienso hacer”.
- Aburrimiento debido a la rutina, así como estrés y frustración: “¡estoy frustrada! No me dejan usar juegos para incentivar las clases. Tiene que ser todo estructurado”.
- La incompetencia y falta de cooperación de la administración sería la principal causa del desgaste: “fue siempre maestra de 1°grado, hoy es la Directora … no sabe nada, y como no sabe no te puede ayudar…”
El estrés laboral o “burnout” ha ido adquiriendo en la última década un progresivo protagonismo entre los síntomas del malestar docente,
Algunos síntomas propios del “quemado” son su insatisfacción con el trabajo, negativismo, aburrimiento, falta de preparación, irritabilidad, frecuentes enfermedades, afección de la memoria, cansancio y depresión.
Todas estas circunstancias unidas al desprestigio social que conlleva la profesión desde hace años, hacen que nos encontremos ante un problema psicológico individual de origen social, que genera el conjunto de síntomas anteriormente mencionados.
Es difícil enumerar todos ellos, pero se puede hacer una relación ahondando un poco sobre de los más destacados:
- La sociedad ha cambiado muy rápidamente y la formación de los educadores no ha sufrido cambios sustanciales. Los estudios no se adaptan a las nuevas tecnologías y a las necesidades y problemática de la sociedad actual. Esto desencadena un estado anímico que genera en el docente un malestar, provocado por el cambio social, al que se tiene que enfrentar y para el que no tiene estrategias de actuación.
- El prestigio social de los profesionales de la enseñanza ha disminuido considerablemente. Algunos padres atribuyen el fracaso escolar a los maestros, pero los logros alcanzados solo a sus hijos, sin valorar en ningún momento la labor del docente. Esto no mejora en ningún caso la situación de los mismos, que se sienten solos y desprotegidos, ante una sociedad que los devalúa social y laboralmente (agresividad hacia el profesional educativo, poner en duda su rendimiento laboral, escasa inversión del Ministerio…). Todo esto les lleva, a cuestionar su labor.
- La autoridad y el conocimiento de los docentes, empieza a verse cuestionado por una parte del alumnado. Aunque ya en los primeros cursos aparecen problemas de conducta, es en el segundo ciclo y sobre todo en secundaria, donde los alumnos/as presentan mayor agresividad, desafiando a los profesores tanto en comportamiento como en conocimiento ya que, para ellos, la información que les proporciona la red, tiene más valor que la que le aporta el docente, sintiéndose éste en una situación de clara desventaja. La mayor implicación de los padres en la educación de los hijos, haría posible que los alumnos/as no menospreciaran la figura del docente, ya que es en el seno familiar donde se debe inculcar valores como el respeto y la tolerancia. Por otra parte, un adecuado conocimiento de ciertas habilidades sociales por parte del docente, también mejoraría las relaciones entre el alumno/a y el profesor/a.
- La falta de motivación en el alumnado comienza cada vez más pronto, apareciendo ya en los primeros cursos, aunque también se agudiza a medida que son mayores. Un buen número de alumnos/as no valoran la adquisición de conocimientos, lo ven como algo innecesario (una pérdida de tiempo), quizás porque en la familia no se le da la importancia necesaria o tal vez porque en las escuelas se suele impartir una educación poco participativa, que carece de motivación para el alumnado. El implantar en las escuelas una enseñanza participativa y motivadora, donde las nuevas tecnologías tengan un espacio relevante podría aumentar el interés de nuestros alumnos/as y como consecuencia, cambiar su actitud frente a la educación y a las personas que la imparten y contribuiría a mejorar las tensiones dentro del grupo.
- Los grupos de alumnos que conviven en nuestras aulas, presentan cada vez más, características muy diversas en cuanto a la edad, estatus social de la familia, país de origen, motivaciones etc. Debido a esto son grupos muy heterogéneos que demandan una educación muy personalizada, difícil de realizar con el número de alumnos que suele haber en el aula (30, 36, …) y el poco personal de apoyo con que se cuenta. También sería muy necesario, el aumento de profesores especialistas y de apoyo en el aula.
- La familia elude cada vez más su responsabilidad educativa, delegándola sistemáticamente en la escuela, y contradictoriamente la desacredita desvalorándola y quitándole autoridad a los profesores.
Un estudio realizado por la Fundación Lúminis en el 2001 (y hablamos de 21 años atrás), llevó a la conclusión de que las familias cada vez esperan más de la escuela y de la labor educativa de los docentes. Los padres exponen que sienten una gran responsabilidad por la formación de sus hijos/as, pero a la vez tienen una actitud de renuncia a gran parte del papel educativo propio de la familia. Lo más frecuente es delegar estas responsabilidades a la escuela y no parecen mostrar un interés coherente con la formación integral como personas de sus hijos. Al margen de estadísticas y centrándonos en lo que se ve en la escuela día a día, son cada vez menos las familias que asumen como algo prioritario la educación de sus hijos/as. La generalidad es que digan que sienten gran preocupación por su formación y que se implican en las tareas escolares, pero la realidad nos demuestra que no es cierto. La formación integral de los niños/as es una tarea de padres y educadores, pero si los padres delegan esta formación en la escuela renunciando a su papel educativo y además desautorizan a los educadores cuando toman decisiones con las que ellos no están de acuerdo, difícilmente se podrá impartir una buena educación en las escuelas.
- El docente no solo trabaja intelectualmente. En los últimos años se ha burocratizado mucho la enseñanza y tiene que realizar trabajos administrativos. Se le asignan tareas que podrían realizar otros especialistas. Estas funciones afectan cada vez más al profesorado que tiene que dedicarle demasiado tiempo a la realización de informes, estadísticas y evaluaciones de todo tipo, que restan tiempo a las labores educativas y además no facilitan el trabajo del profesor/a, sino que lo hace más estresante y menos satisfactorio.
Resulta más que claro que un docente expuesto a todo o parte de lo anterior, generará en él un malestar, que no podrá eludir de manera sencilla ni de sus efectos…
Las principales consecuencias del malestar docente las podríamos graduar de la siguiente manera:
- Sentimientos de desconcierto e insatisfacción entre los problemas de la práctica de la enseñanza, en contradicción con la imagen ideal de ésta que los docentes querrían dar.
- Absentismo laboral.
- Peticiones de traslado.
- Deseo manifiesto de abandonar la docencia.
- Agotamiento.
- Ansiedad.
- Estrés.
- Depreciación del Yo. Autoculpabilización ante la incapacidad para mejorar la enseñanza.
- Ansiedad como estado permanente.
- Neurosis reactivas.
- Depresiones.
Estas consecuencias llevan a los docentes a solicitar una de las licencias que más ausencias prolongadas producen, las licencias por psiquiatría. A modo de ejemplo, en el mes de octubre de 2021, sobre un total de 114 licencias elevadas a junta médica de La Plata, 70 correspondieron a psiquiátricas, ¡el 61%!
Retomando el diálogo inicial, y modo de comprender mejor aun la situación de la institución, que podría ser cualquiera de la provincia, e interpretar los conceptos anteriores, conozcamos un poco los antecedentes …
La escuela tiene 18 secciones de grado, A, B, y C, de 1° a 6°grado, Directora, Vicedirectora, 2 secretarias, 1 prosecretaria y 2 preceptoras.
Cada grado, desde Primero cuenta con tres docentes, uno para Matemática, uno para Prácticas del Lenguaje, y uno para las Ciencias…reitero, desde PRIMER GRADO.
Desde el inicio de las actividades en febrero y luego de pasados 3 meses de clases, los docentes no tuvieron reunión alguna con el equipo directivo para tratar las orientaciones pedagógicas ni organizativas institucionales del ciclo lectivo. Ocasionalmente recibieron por “whatsapp” o “e-mail” alguna indicación como, por ejemplo:
“los docentes deben enviar las actividades semanales por mail al equipo directivo para su corrección e imprimirlas. Luego de la devolución, hacer las correcciones que se hayan marcado y volver a imprimir”.
O…
“Las carpetas de matemática deben estar divididas en aritmética y geometría, tanto en los docentes como en los alumnos”. ¿Y la integración de los contenidos?
O…
“los alumnos no pueden usar liquid paper o borratintas para realizar correcciones. Deberán usar etiquetas autoadhesivas”.
Y la lista de comunicados (todos ellos reales, al igual que el diálogo inicial) continúa. Mientras tanto, los docentes están lidiando día a día con situaciones que requieren de ayuda u orientación. Maestras que cuentan dentro de su aula con niños con necesidades especiales; con acompañantes terapéuticos; con maestras integradoras, que necesitan recibir guía para el tratamiento de estas situaciones, coordinar con esos equipos, o simplemente ser orientados en metodologías ´para trabajar en las distintas áreas con el grupo de alumnos en general.
El equipo directivo está abocado a atender la constante catarata de padres, que a diario solicitan reunión. Y así pasan sus horas en la escuela, desatendiendo al motor de la institución: los docentes, quienes comienzan a llegar tarde, a faltar semanalmente, a pedir licencias más extensas…Y estas ausencias muchas veces son cubiertas por las maestras que están presentes, en sus horas de materias especiales.
Y así, al verse desprotegidas, desamparadas, a la deriva, sobrecargadas, comienzan a transitar el camino hacia el “malestar”. Y digo comienza a transitar porque según una investigación de Roberto Baltazar Montes, el malestar docente se puede dividir en varias etapas, a lo que él llamo “termómetro del estrés”:
- Luna de miel: Todo marcha aparentemente bien, el docente tiene energía y paciencia para enfrentar cualquier situación que se le presente, convive bien con alumnos, padres de familia y autoridades.
- El despertar: El docente empieza a visualizar algunas problemáticas que deben enfrentar, se da cuenta de la falta de confianza de los padres de familia, de los conflictos que existen con las autoridades y con otros docentes y del desinterés por parte de los alumnos.
- El agotamiento: El docente ha tratado de sobrellevar su situación laboral, ha buscado estrategias, sin embargo, el agotamiento físico y emocional se va haciendo presente día a día.
- El burnout: También conocido como el síndrome de “quemarse” en el trabajo, se produce como una respuesta al estrés laboral crónico integrado por actitudes y sentimientos negativos hacia las personas con las que se trabaja y hacia el propio rol profesional (en este caso, hacia alumnos, padres de familia, autoridades, otros docentes). Normalmente la persona se encuentra agotada y este fenómeno ocurre con frecuencia a médicos, maestros, funcionarios de gobierno, policías o trabajadores sociales ya que trabajan en relaciones de ayuda hacia otras personas. En esta etapa el docente presenta agotamiento emocional, dificultades con los alumnos, falta de control del grupo, despersonalización y ha perdido de vista sus objetivos y logros personales.
Para llegar finalmente al “fenómeno Fénix”: el docente está decidido de que a pesar de lo difícil que es su trabajo, seguirá ejerciéndolo para lograr sus objetivos. Buscará nuevas estrategias y no se sobrecargará de trabajo, esta consciente que poco a poco, la experiencia le ayudará a sobrellevar su labor.
Aunque la institución esté en llamas, el docente de vocación siempre habrá de resurgir de entre las cenizas como el ave Fénix.
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Autor: Gustavo Preiti |
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