[Alexander Ortiz] Retos de las Ciencias Sociales en el Siglo XXI

La ciencia, como modalidad de conocimiento, a lo largo de la historia de la humanidad, ha contribuido, sin lugar a duda, a avances técnicos y tecnológicos significativos, a una comprensión un poco más profunda del mundo factico-natural, y ha hecho aportes importantes a la comprensión del intelecto y el desarrollo cognitivo del ser humano. Ahora bien, ¿tenemos necesariamente que confiar en la ciencia clásica y moderna aunque no haya hecho a la gente más bondadosa, más amable, más altruista, más humilde y más solidaria?
¿Qué sentido y significado tiene un conocimiento científico que no haga a la gente menos egoísta, intolerante e irrespetuosa?

¿Debemos continuar prestando atención a una ciencia que no ha reducido el número de guerras en el mundo, en el que a más de 2000 años después de Cristo aún existen miles de analfabetas y diariamente mueren miles de niños y niñas a causa de la violencia, una ciencia que no ha logrado alimentar a los hambrientos?

¿Debemos entronizar a una ciencia que no logra eliminar las fronteras culturales y físicas entres los países?

¿Por qué la ciencia moderna en sus más de 4 siglos de desarrollo y evolución ha permitido que cada día sea mayor la brecha entre los países pobres y los ricos y que, al interior de cada país, cada día los ricos, son más ricos, y los pobres, son más pobres?

¿Por qué a pesar del gran desarrollo de la ciencia moderna han desaparecido totalmente culturas milenarias en nuestro planeta?

¿Por qué la ciencia de occidente ha ocultado o no logra visibilizar las culturas originarias de nuestros pueblos latinoamericanos?

¿Dónde está el valioso conocimiento de las minorías étnicas que tanto beneficio, paz, sosiego y felicidad les ha traído a los miembros de sus culturas?

¿Por qué continuamos contaminando nuestras aguas y la biosfera, talando nuestros bosques y contribuyendo a la extinción de múltiples especies?

¿Qué será de este maravilloso punto azul en el espacio dentro de 2000 años más, o quizá menos?

Quizá la ciencia no sea la única responsable de estos problemas que he distinguido, pero ¿acaso la ciencia que conocemos es autopoiética?

¿Quién ha configurado la ciencia que hemos heredado hasta nuestros días?

¿Dónde está el ser humano amoroso que Dios creo? O quizá mejor, ¿Dónde está Dios?

¿Qué es la vida? ¿Qué es un ser humano? ¿Qué es lo que todo ser humano desea, espera y busca en su vida?

¿Qué es lo que todos deseamos lograr? ¿Existe algo en lo que todos estemos de acuerdo?

¿Existe alguna meta universal? ¿De qué o de quien depende alcanzar dicha meta?

Aristóteles, 432 años antes de Cristo, sugirió que la meta universal y común de todos los seres humanos es la felicidad!

Ahora bien, ¿Se preocupa la ciencia actual por las preferencias, deseos, intereses, necesidades y motivaciones humanas?

¿Qué tipo de conocimiento debe tener primacía en la palestra sociocultural de los seres humanos?

¿Por qué el conocimiento científico debe ser venerado en detrimento de otros tipos de conocimiento igualmente o más valiosos como el conocimiento popular, ancestral, religioso, filosófico, o incluso el artístico?

¿Es que acaso el arte, la música, la pintura no proporcionan felicidad incluso a quienes no son sus creadores?

¿Existe alguna relación beneficiosa entre todos los resultados científicos y las vidas de las personas que no se dedican a conseguir estos resultados?

¿A quién benefician realmente los resultados científicos clásicos?

¿Qué es realmente la ciencia y para que existe? ¿Cuál es su función, finalidad y sentido?

Para Pitágoras la ciencia no era un medio en sí misma. Aprender ciencia era un medio de purificar el alma. De hecho enseñó aritmética, geometría y astronomía con esta intención. En Pitágoras el conocimiento no se reduce a dominio práctico sino que su función rebasa la simple utilidad.

He aquí una doctrina que satisface la demanda de una visión coherente del mundo, configurando cuestiones científicas con las propiedades del alma.

Este punto de vista pitagórico es realmente interesante y también extraordinariamente sorprendente. Podemos utilizar el alma como metáfora del humanismo y la configuración axiológica del ser humano, representado en sus afectos, emociones, sentimientos, actitudes y valores.

Algo similar a la mirada pitagórica intentó hacer el premio Nobel de Física Wolfgang Pauli en asocio con Carl Gustav Jung, el apóstata freudiano.

Ahora bien, ¿contribuye la ciencia actual a formar mejores personas y a mejorar la calidad de vida de los seres humanos?

¿Por qué el conocimiento científico no puede coexistir de manera pacífica con la filosofía, el arte, el sentido común y la religión? ¿Por qué tanta fragmentación que nos conduce a más destrucción?

Sería interesante ver a un científico, filósofo, utilizando su sentido común para vivir de una mejor manera, dibujando su ciencia, coloreando su filosofía y bailando en la danza de Dios. O mejor, un sacerdote o una hermana religiosa creando arte y haciendo ciencia y filosofía.

No existe un mundo fragmentado, lo hemos fragmentado nosotros los humanos, las partes sólo están en nuestra mente, constituyen una abstracción conceptual nociva para la comprensión de la experiencia y la condición humana.

Estamos acostumbrados a separar en vez de integrar, y hoy pululan decenas de dicotomías en nuestro ambiente académico y científico:

Dicotomías:

  • Teoría-práctica.
  • Empírico-epistémico.
  • Objetivo-subjetivo.
  • Objetividad-subjetividad.
  • Sujeto-objeto.
  • Natural-social.
  • Naturaleza-sociedad.
  • Físico-psíquico.
  • Cognitivo-afectivo.
  • Emocional-racional.
  • Genético-social.
  • Ilusión-percepción.
  • Cerebro-mente.
  • Mente-cuerpo.
  • Interno-externo.
  • Biológico-cultural.
  • Cualitativo-cuantitativo.
  • Explicación-comprensión.
  • Ciencias empírico-analíticas, histórico-hermenéuticas y socio-críticas.
  • ¿A dónde estamos? ¿Quiénes somos? Ya no nos conocemos ni nos comprendemos, ni a
  • los demás, ni entre nosotros, ni a nosotros mismos, y todo ello gracias a la fragmentación, ¿para dónde vamos? ¡No lo sabemos!

Hemos fragmentado la universidad en facultades, las facultades en programas académicos, los programas en disciplinas, las disciplinas en temas. Y ya se ha perdido la esencia, no la vemos, la hemos difuminado.

Y debido a lo anterior, en nuestras investigaciones rimbombantemente llamadas científicas pensamos que estamos construyendo conocimiento científico y quizá no estemos aportando ni conocimiento, porque al igual que hemos fragmentado al ser humano en partes, elementos y componentes, dígase: cognitivos, afectivos y praxiológicos o expresivos, asimismo hemos fragmentado también los procesos de investigación social y humana. Y nuestras metodologías están en deuda con la ontología y la epistemología.

¿Cuál es la esencia y naturaleza del ser humano como ser vivo, y de la sociedad como comunidad de seres humanos? ¿Cuál es nuestra ontología sobre los fenómenos o procesos humanos y sociales? ¿Cuál es nuestra epistemología? ¿Existe una epistemología? ¿Cuál? Cada ser humano es único e irrepetible, no existen dos personas que piensen, sientan o actúen de la misma manera. ¡Parece que existen tantas epistemologías como seres humanos!

La Fenomenología es una teoría del conocimiento, es epistemología, no metodología. Muchos autores la consideran un método de investigación, sin embargo, hay que hacer la reflexión ontológica y epistemológica.

Si hacemos la reflexión óntica y ontológica nos damos cuenta que el ser humano analiza, comprende, interpreta y por tanto conoce, desde sí, no desde el otro. Es prácticamente imposible o muy difícil conocer desde el otro precisamente porque conocemos desde nosotros mismos.

Una persona habla y lo que yo escucho lo escucho desde mi porque yo no tengo su cerebro ni su mente, yo soy yo y él es él, yo no puedo biológicamente ser él. Una persona actúa y siente, y lo que yo percibo lo hago desde mi teoría, desde mis creencias, desde mi sistema de nociones y conceptos. Por lo tanto para comprender al otro tengo que ponerme en su lugar, y eso implica dejar de ser yo para ser él, lo cual exige pensar como él, sentir como él, y vivir las experiencias que él ha vivido. ¡Y está claro que esto no es posible!

Si nosotros hacemos la reflexión sobre la esencia y naturaleza del ser humano, si hacemos esta reflexión óntica y ontológica, de cómo configuramos el conocimiento y de cómo se auto-forma una persona y como se configura una comunidad de personas, entonces llegamos a la conclusión de que nunca podremos conocer al individuo en sí ni a la sociedad. Lo que nosotros conocemos y comprendemos es la imagen que tenemos de esos seres humanos. Sólo podemos conocer las distinciones, descripciones y configuraciones conceptuales que hemos configurado del mundo que nos rodea.

La fenomenología es una concepción epistemológica, no una metodología, no podemos reducir la fenomenología a un método. La fenomenología es una concepción filosófica, no un tipo de investigación o una técnica. ¿Cuáles son los métodos y técnicas fenomenológicas? Hay que inventarlos. La reducción fenomenológica propuesta por Husserl como método es de dudosa aplicación: ¿cómo suelto y me desapego de mis creencias, hábitos, habilidades, pensamientos, nociones, sentimientos, emociones, preferencias, deseos, aspiraciones e intereses para conocer y comprender a los demás?

Cada ser humano tiene una visión del mundo que le rodea. Y no es posible conocer la visión de los demás porque las vivencias y experiencias son personales y por tanto individuales. Lo que Husserl propone en su fenomenología es considerar los fenómenos sociales y humanos como objetos intencionales de conciencia.

Luego entonces para yo poder hacer investigación científica sobre el otro tengo que identificar y distinguir las configuraciones psíquicas y sociales, y ser consciente que, como observador, los procesos humanos y sociales que observo al interior de una comunidad son descripciones que yo hago desde mi posición epistemológica, desde mi concepción epistémica y mi configuración cognitiva, por lo tanto jamás voy a reflejar o expresar lo que el otro piensa y siente.

Sólo estoy en condiciones de revelar lo que yo pienso, siento y comprendo de lo que él me dice que piensa, siente y comprende, son comprensiones diferentes, la comprensión es un proceso psíquico individual, no existen dos comprensiones iguales, y lo que comprende el investigador es la argumentación que él mismo hace de la comprensión del otro más no la comprensión del otro en sí misma. De ahí que la ciencia actual tega un extraordinario reto en la configuración del conocimiento científico. Las ciencias socio-humanas están en una encrucijada. La antropología, la historia, la filosofía, la psicología, la economía, la sociología, las neurociencias, la lingüística, la pedagogía, la didáctica, y la administración de los procesos humanos y sociales, deben contraer matrimonio urgente, aún a riesgo de ser demandadas por poligamia. No hay otra alternativa, o se configuran en torno a una unidad o se arriesgan a desaparecer. O reconocen, una vez configuradas, a esa totalidad organizada senti-pensante o deambularán sonámbulas en la soledad de su cotidianidad.

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Autor:
Alexander Ortiz Ocaña, ciudadano cubano-colombiano.
Universidad del Magdalena Santa Marta, Colombia
Doctor en Ciencias Pedagógicas, Universidad Pedagógica de Holguín, Cuba. Doctor Honoris Causa en Iberoamérica, Consejo Iberoamericano en Honor a la Calidad Educativa (CIHCE), Lima. Perú. Magíster en Gestión Educativa en Iberoamérica, CIHCE, Lima, Perú. Magíster en Pedagogía Profesional, Universidad Pedagógica y Tecnológica de la Habana. Licenciado en Educación.
Correo electrónico: [email protected] / [email protected]

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