Cada vez son más los estudios que aseguran que; El rendimiento de los alumnos, depende fundamentalmente del bienestar de sus emociones.
Aquí encontrará información práctica acerca de como generar un clima emocional positivo en el aula.
Basado en estudios científicos (Referencias al final página) y a la experiencia en el aula con el programa IMOCLI Emotional Learning
1. Estilo educativo democrático, respuesta sensible y gestión del aula.
Numerosos estudios demuestran que el clima escolar guarda mucha relación con el estilo educativo de los profesores o profesoras. Los estilos autoritarios generan actitudes de sumisión y desprecio ante la autoridad, así como relaciones de competitividad y baja colaboración. Mientras que los estilos más democráticos favorecen el desarrollo de un pensamiento crítico, respeto a la diversidad y actitudes colaborativas.[i] Hay acuerdo en considerar una serie de características del estilo democrático como:
- La preocupación por la participación de sus alumnos y el trato equitativo hacia los mismos. Los docentes con este estilo facilitan que los alumnos participen de manera activa en la toma de decisiones de todos los aspectos significativos que les afectan (metodologías, evaluación, normas, etc). Se muestran empáticos y abiertos a las críticas o las opiniones diferentes, utilizándolas como estímulo para la reflexión en el grupo y el aprendizaje.
- El interés genuino por cada alumno y alumna, con independencia de su rendimiento escolar.
- Las habilidades de manejo del aula. En concreto, la capacidad de liderazgo, orientación y motivación. Es decir, saber plantear de forma clara y bien estructuradas las actividades de enseñanza y aprendizaje; saber crear un clima de apoyo en el grupo, combinándolo con un andamiaje individualizado; y saber cómo motivar y exigir tareas de reflexión profundas.
Pero otra de las claves relacionadas con el estilo de los profesores y profesoras es, sin duda, su capacidad para estar conectados emocionalmente a sus alumnos. Lo que les permite ser conscientes de sus sentimientos y, por tanto, ajustar su respuesta a sus necesidades inmediatas sin olvidar hacia dónde deben dirigirles (objetivos de educación). Esta capacidad está relacionada con el ejercicio de un nivel muy complejo de empatía, lo que requiere un alto grado de autogestión emocional. Mary Ainsworth nos enseñó que una respuesta sensible implica tener empatía y, al mismo tiempo, tacto para elegir cuándo ofrecer apoyo y cuándo confrontar para marcar límites. Es decir, tener en cuenta el estado mental del alumno o alumna (o grupo) y relacionar su disposición emocional y capacidad antes de actuar en una dirección u otra.
2. Compartir sentimientos en grupo
Un grupo que comparte sentimientos, es un grupo cohesionado.
Podemos compartir en grupo lo que sentimos:
- Antes, durante y después de una actividad de enseñanza y aprendizaje.
- Cuando suceden hechos significativos para el grupo o en la sociedad.
- Ante una experiencia de un conflicto entre compañeros.
- Cuando un compañero o compañera está pasando por una mala situación, etc.
Compartir sentimientos no sólo une, sino que nos permite comprender a los demás, desarrollar autoconocimiento, granularidad emocional (relacionada con un mayor nivel de inteligencia emocional) [ii] y construir atribuciones más realistas sobre lo que nos ocurre. Sólo cuando se conoce y considera lo que sienten los estudiantes, es cuando podemos empezar a hablar de inclusión y de ajuste a las necesidades individuales.
3. Diálogos para conocerse y para aprender
Los seres humanos contamos con una herramienta natural que nos permite establecer lazos, adquirir conocimientos variados e ir construyendo una red social invisible que nos aporta seguridad, vayamos donde vayamos: la conversación. Nuestro día a día se teje de conversaciones, desde charlas intrascendentes hasta conversaciones íntimas, y todas ellas cumplen funciones psicológicas muy trascendentes para las personas, especialmente para aquellos y aquellas que están en desarrollo. Con Imocli aprovechamos ese gran potencial de la conversación para estructurar dos tipos de diálogos esenciales en un aula:
- Por un lado, asegurar de forma frecuente conversaciones entre compañeros que permitan tratar temas diversos desde un punto de vista interpersonal. La experiencia nos ha demostrado que cuando conversamos en distintos niveles de profundidad, se desarrolla la confianza interpersonal, las habilidades sociales, se aprende a manejar la
- diversidad y se reduce la probabilidad de ejercer abusos de poder entre compañeros. El conocimiento entre compañeros permite adquirir una conciencia grupal única que sirve de base para el compromiso con el grupo y el cuidado interpersonal.
- Por otro, instaurar el diálogo abierto en el grupo. Es decir, establecer diálogos desde la igualdad, partiendo de la concepción de que el conocimiento está abierto y juntos, a través del diálogo lo construimos. Todas las ideas cuentan y las propias se construyen sobre la base de lo que escuchamos, y esto incluye al profesor o profesora.
4. Debate
El clima emocional de aula también guarda relación con la libertad para participar abiertamente y debatir sobre cuestiones que son relevantes para la vida de los estudiantes.
Importancia del debate en el clima emocional
El debate podría considerarse como la herramienta principal de co-construcción del conocimiento, el instrumento principal con el que cuenta un profesor o profesora para gestionar las participaciones y el conocimiento en el aula. El ejercicio del debate en el aula, es uno de los medios más importantes para aprender los unos de los otros, para desarrollar habilidades sociales complejas y asertividad, y desde luego, para poder desarrollar un pensamiento crítico.
Cómo se crea un debate
El manejo del debate requiere partir de una concepción constructivista del conocimiento, considerando los puntos de vista divergentes y las dificultades como oportunidades de reflexión compartida en el grupo y mejora de procesos a nivel individual y grupal. Pero el debate toma su sentido máximo cuando los propios alumnos lo utilizan como un medio de tratamiento de los problemas que les afectan dentro de lo que se concibe como asambleas de estudiantes, en los que se les da la oportunidad de discutir sobre cómo aumentar el bienestar en la escuela. Al final de esas reuniones deberán pactar normas y vigilar su cumplimiento o renovación si fuera necesario.
5. El conflicto como oportunidad de aprendizaje y construcción de normas
Una de las habilidades del docente que se han asociado a la construcción del clima socioemocional, es la capacidad para mediar conflictos. De manera que se puedan usar como oportunidades de desarrollo moral y de habilidades emocionales y sociales entre los alumnos y alumnas.
De este modo, estamos enseñando a resolver la ansiedad en el aula y a buscar otras alternativas que favorezcan desarrollar la identidad sin maltratar a otros o sin dejarse herir o manipular. Ello implica facilitar el desarrollo de juicios morales, más maduros para evolucionar desde planteamientos más egocentristas hacia la autonomía moral, reflexionando sobre los hechos desde otras perspectivas.
Frente a tratamientos basados en el control y la sanción, la mediación implica ejercitar la escucha profunda, niveles maduros de empatía y facilitar que sean los propios alumnos y alumnas los que participen en los procesos de análisis y toma de decisiones, construyendo así sus propias normas para orientarse en el futuro.
6. Apoyos para enfrentar relaciones de abuso o maltrato.
El clima moral está directamente relacionado con el bullying. En las aulas donde hay un buen clima, los alumnos y alumnas se sienten identificados con su grupo y asumen una responsabilidad de cuidados de los unos hacia los otros. Una manera de incidir en la construcción del clima socioemocional es crear un grupo de voluntarios a quienes puedan recurrir las víctimas de algún tipo de bullying bajo la regla de confidencialidad. Estos voluntarios deben apoyar escuchando y animando a la víctima a que ella misma pueda poner en marcha alguna solución y, recurriendo con su consentimiento, a algún profesor/a en caso de necesidad.[iii]
7. Trabajo cooperativo
Las metodologías de aprendizaje cooperativo son las más idóneas para cultivar el clima emocional, ya que al tener que ayudar a los demás se potencia el aprendizaje significativo de la escucha y la empatía.
El trabajo en equipo determina la necesidad de colaborar, negociar y depender de la ayuda de otros para alcanzar objetivos que de forma individual serían imposibles o muy difíciles de lograr. En un mundo complejo, saber colaborar y manejar la diversidad es clave, por eso el programa Imocli se centra de forma especial en esta capacidad, aportando las herramientas y estrategias para que los estudiantes aprendan a trabajar en equipo como equipos emocionalmente inteligentes, es decir, como equipos de alto rendimiento, donde se busca de la mejora continua, utilizando el conflicto como principal medio de superación y búsqueda de la eficacia y la afectividad entre sus miembros. Al tener que ayudar a los demás se potencia el aprendizaje significativo de la escucha y la empatía, y se experimenta el sentimiento de ser valioso, de pertenencia al grupo y de solidaridad.
8. Colaboración de las familias.
Cada vez hay más apoyo científico a la participación de los familiares en la escuela, no sólo asistiendo a eventos organizados por el centro educativo, sino también participando en muchas de las actividades de enseñanza y aprendizaje que se realizan en el aula[iv]. Las familias deben conocer además el trabajo a nivel socioemocional que se está desarrollando en el aula y reforzar desde el hogar el desarrollo de valores y comportamientos, compartiendo los mismos objetivos educativos en casa y en la escuela.
9. Reconocimientos y celebraciones
Lo que celebramos tiene mucho que ver con nuestros valores y con aquellos modelos de comportamiento que deseamos implantar. Para generar un clima emocional positivo, es fundamental compartir las emociones positivas que nos genera el estar juntos y disfrutar del día a día.
De esta manera, podemos celebrar el esfuerzo realizado, los progresos, los
actos de solidaridad, los logros, etc. Ello conlleva admirar a aquellos que nos ayudan en un sentido u otro. Además de celebraciones especiales, el día a día debe estar plagado de reconocimientos a cada esfuerzo, a cada apoyo dado a los demás y a cualquier mínimo avance.
10. Compromiso y sentido ético.
Todo lo que se aprende puede y debe tener una conexión con los demás, con la mejora de nuestras relaciones, con el bienestar del grupo, con la transformación de la sociedad. Cuando se realizan actividades con objetivos pro-sociales o responsabilidad social, la motivación, el rendimiento y la cohesión en el grupo aumenta[v]. Cuando se percibe el apoyo de los demás, el compromiso por cuidar de los demás aumenta, así como el rendimiento y la excelencia escolar.[vi]
El aula como sociedad ideal
Comportarnos en clase tal y como nos gustaría que fuese la sociedad es un objetivo clave que podemos proponer a nuestros alumnos y alumnas cuando iniciamos el curso. Vivir una auténtica democracia, una sociedad de ayuda mutua y felicidad, de esfuerzo y creación de nuevos conocimientos. Una sociedad capaz de satisfacer nuestras necesidades básicas: de seguridad afectiva, de autoeficacia, reconocimiento, autonomía e inclusión.
No es suficiente con expresar discursos sobre valores y colgar carteles recordatorios. Sin embargo, relacionarnos según las claves comentadas, nos permite construir un contexto en el que se comience a experimentar sentimientos grupales: sentimiento de confianza, eficacia y de pertenencia, cohesión o identidad grupal.
Se trata en definitiva de conseguir que chicas y chicos, puedan ir a la escuela motivados por ver a su profesor o profesora porque le tienen afecto y respeto. Conseguir que deseen compartir con sus compañeros sus sentimientos, ideas y proyectos. Sentir que forman parte importante de un grupo y que sus esfuerzos tienen un sentido que les trascienden como personas. Desde esa experiencia es fácil poder pensar y hablar de mi clase, mi grupo, mi equipo… Sentir un nosotros.
En nuestro programa Imocli desarrollamos los conocimientos, habilidades y actitudes necesarias para construir el clima socioemocional a través de la herramienta MEWE, incluyendo a las familias como parte importante de la construcción de ese clima. En nuestro próximo artículo hablaremos sobre cómo lograr que las familias participen activamente en el proyecto educativo de la escuela.
- [ii] Barrett, L.F. (2017). La vida secreta del cerebro. Barcelona: Paidós, 2018.
- [iii] Cowie, H. & Wallace, P. (2000). Peer Support in Action: From Bystanding to Standing By. Londres: Sage.
- [iv] Díez, J., y Flecha, R. (2010). Comunidades de Aprendizaje: un proyecto de transformación social y educativa. Monográfico sobre Comunidades de Aprendizaje. Revista Interuniversitaria de Formación del Profesorado, 67(24,1), 19-30
- [v] Wentzel, K (1996). Social goals and social relationships as motivators of school adjustment. Social motivation: understanding children´s school adjustment. En J. Junoven y K.Wentzel. Cambridge, Cambridge University Press.
- [vi] Syvertsen, A.K., Flanagan, C.A. y Stout, M.D. (2009). Code of silence: Students’ perceptions of school climate and willingness to intervene in a peer’s dangerous plan. Journal of Educational Psychology, 101, 219-232.
Este contenido ha sido publicado originalmente por Imocli en la siguiente dirección: imocli.com – Autor: Carmen Loureiro Rey
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LECTURA 1: BIENESTAR EN LA ESCUELA – BUEN CLIMA ESCOLAR