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[Ricardo Russo] Género, medio ambiente y desarrollo sustentable son innovaciones educativas: ¿Cómo se relacionan con la Sustentabilidad?

El concepto de sustentabilidad en cualquier tipo de proceso, se relaciona con la llamada crisis ambiental, que muchos autores atribuyen a los problemas sociales y ambientales generados por un modelo de desarrollo depredador de la naturaleza y de las culturas; en sí misma esta crisis es de origen antrópico; y como tal está relacionada con el desarrollo económico y el fomento de las capacidades humanas y sociales; sin embargo, el respeto por el medio ambiente no ha sido paralelo y este irrespeto, es también causa de la crisis ambiental.

En esta breve nota, histórica reflexiva, no se tratan todos los temas involucrados en la sustentabilidad aplicados a los procesos de Innovaciones Educativas (IE), sino que se enfatizan sólo algunos. Tan solo es una introducción al debate sobre la sustentabilidad y su relación con las IE; para llevarlo a lo ambiental o ecológico; aunque, según Boff (2002) la ecología supone un paradigma nuevo, es decir, “una forma de organizar el conjunto de relaciones de los seres humanos entre sí, con la naturaleza y con su sentido en este universo”, y esta disciplina puede ser una “nueva alianza con la creación, alianza de veneración y de fraternidad”. ¿Esto no es acaso una innovación educativa?

La “sostenibilidad” (ó sustentabilidad) tiene diversas conceptualizaciones y múltiples dimensiones que han sido enfocadas desde diferentes ángulos en las últimas décadas. Como consecuencia, el vocablo sostenibilidad puede significar ideas y conceptos muy distintos porque se puede aplicar en diferentes niveles o a procesos particulares. El reto no radica en la definición del concepto, sino en la identificación de las características de la gestión que la promueven. La noción de sustentabilidad se desarrolló originalmente en un marco bio-físico, como una respuesta ante la toma de conciencia de la escasez de los recursos naturales (considerados como stocks físicos aislados). Actualmente esta noción se está aplicando en un contexto de mayor alcance, lo que ha producido muchas veces confusión en su uso, puesto que las implicaciones de políticas que de ella se derivan, tal como se utilizó originalmente (stocks), no dan las señales correctas cuando son aplicadas en otros ámbitos, como los procesos particulares en la complejidad.

El concepto puede interpretarse de diferentes formas, ya sea a nivel “macro” (sistemas bio-físicos globales, estilos de desarrollo, procesos sociales, economías regionales, etc.) o a nivel “micro (unidad de análisis más delimitadas, ecosistemas, agroecosistemas, sistemas productivos, entre otros). Pero independientemente del nivel o alcance, el sistema debe permanecer estable a través del tiempo. En otras palabras, la variables de entrada de cualquier sistema o proceso deben ser iguales o mayores a las variables de salida, independientemente de las interacciones de las variables de estado, internas al sistema (Gallopín 2003). De manera que, la sustentabilidad debe entenderse como un concepto multidimensional y como el resultado de la interacción de variables ecológicas, económicas, sociales, culturales y políticas. De esto, se interpreta que la capacidad del entorno de asumir la presión humana (resiliencia) permite que sus recursos naturales no se degraden irreversiblemente (Cáceres, 2008).

¿Qué relación existe entre sostenibilidad y desarrollo sostenible?

Los conceptos de sostenibilidad y desarrollo sostenible (DS) deben examinarse desde una perspectiva sistémica; ésta puede ir desde un enfoque antropocéntrico a ultranza hasta uno extremadamente ecocéntrico y se los relacionan con los criterios de sostenibilidad muy fuerte, fuerte, débil y muy débil (Gallopín 2003); que a su vez coinciden con los principios de sostenibilidad formulados por el economista Herman Daly[1], quien plantea que permiten avanzar hacia un desarrollo sostenible.  Estos principios son: a) Para una fuente de recursos renovables, no consumirla a una velocidad superior a la de su renovación natural; b) Para una fuente no renovable, no consumirla sin considerar desarrollar una nueva «fuente» que, agotada la primera, nos permita continuar disfrutando de las mismas prestaciones (crear sustitutos); y c) Para un residuo, no generar más que aquél que el sumidero correspondiente sea capaz de absorber y neutralizar de forma natural (Constanza y Daly, 1992).

Ya hace más de tres décadas que Daly (1991) visualizaba que no es probable que la riqueza y el crecimiento económico produzcan un DS debido a lo mucho que consumen y desechan los países industriales. Lo que implica que la teoría del DS no asume que la racionalización económica del mercado resuelva necesariamente los problemas medioambientales. Por lo tanto, los defensores del DS propugnan la necesidad de una racionalización ecológica, con evaluaciones de impacto ambiental, mitigación de los problemas ambientales, aunque resulte costoso, y defensa del principio de precaución en favor de los recursos naturales (induvio pro natura). Con otro enfoque, el concepto de sustentabilidad para Gadotti (2002), indica que “el desarrollo podía ser un proceso integral que incluyera dimensiones culturales, éticas, políticas, sociales y ambientales, y no sólo económicas”. Esto nos hace pensar que existen dos lógicas una económica (la neoliberal) y otra holística (la del nuevo paradigma), no sólo distintas sino contradictorias, la primera excluyente y la segunda incluyente; y que ambas se combinan en el concepto de DS. Desde esta perspectiva, la protección y la preservación del medio ambiente son fundamentales; dado que las personas más vulnerables del planeta dependen en gran medida de la tierra para ganarse la vida, lo que significa que el aire fresco, el agua limpia, los ecosistemas sanos y una energía económica accesible y limpia son los componentes esenciales necesarios para crear una vida mejor.

Género, medio ambiente y desarrollo sustentable son innovaciones educativas

La línea de pensamiento «género, medio ambiente y desarrollo sustentable», se entrama con el enfoque conocido como «género en el desarrollo» (GED) que se consolidó en la década de los noventa. En éste se sostiene que la discriminación que afecta a las mujeres se expresa principalmente en nuestras sociedades a través de: a) la división por género del trabajo y la consecuente asignación casi exclusiva de la responsabilidad de la crianza de los hijos y del trabajo doméstico a las mujeres; b) el acceso desigual de varones y mujeres a los recursos productivos y a sus beneficios; y c) las limitaciones a la participación en los procesos de adopción de decisiones y al acceso al poder público en sus diversas expresiones. Desde esta corriente se considera a la construcción de género como uno de los agentes intermediadores de las relaciones entre las mujeres y los varones con el medio ambiente (Rico 1998). A partir del concepto de género se produce un profundo cambio en la delimitación del objeto, ya no se habla sólo de las mujeres sino de las relaciones sociales que éstas establecen y del sistema de poder en el que están insertas. Los postulados de «género, medio ambiente y desarrollo sustentable» permiten identificar las diferencias existentes entre las mujeres enfatizando el carácter social, histórico y cultural de los procesos de subordinación y negociación en los que se encuentran insertas. En el marco referencial de la educación; la inclusión de la perspectiva de género, según rebolledo (2013), supone un factor de innovación y cambio educativo que ha sido posible gracias a las contribuciones del feminismo.

Referencias bibliográficas
  • Araújo Álvarez, R.; Lorenzo Rial, M.A.; Varela Losada, M.; Álvarez Lire, M.M. (2015). Educando en desarrollo sustentable: El índice de género y medioambiente. Opción, vol. 31, núm. 6, pp. 36-54
  • Batllori Guerrero, Alicia (2008). La educación ambiental para la sustentabilidad: un reto para las universidades. Cuernavaca: UNAM, Centro Regional de Investigaciones Multidisciplinarias.
  • Boff, L. (2002). El cuidado esencial. Ética de la humano, compasión por la tierra. Madrid: Editorial Trotta.
  • Costanza, R.; Daly, H.E. (1992). Natural Capital and Sustainable Conservation Biology, Vol. 6, No. 1, pp. 37-46
  • Gadotti, M. (2002). Pedagogía de la tierra. México: Siglo Veintiuno Editores.
  • Gallopín. G.C. (2003). Sostenibilidad y desarrollo sostenible: un enfoque sistémico. Santiago de Chile: CEPAL.
  • Rebollo, Mª.Á. (2013). La innovación educativa con perspectiva de género. retos y desafíos para el profesorado. Profesorado, Vol. 17, No. 3. pp. 3-8.
  • Rico, M.A. (1998). Género, medio ambiente y sustentabilidad del desarrollo. Santiago de Chile: CEPAL.
  • Morales, P. (2010). Investigación e innovación educativa. Revista Iberoamericana sobre Calidad, Eficacia y Cambio en Educación. Vol. 8: 48–73.
  • Rotela, A.M., Tardivo, R., Pelosio, I. (2012). Innovaciones educativas para un cambio ambiental sustentable. XI Congreso Iberoamericano de Extensión Universitaria. Santa Fé, AR: Universidad Nacional del Litoral.

NOTA DE REDACCIÓN: La Web del Maestro CMF publica los textos originales de su autor, no necesariamente coincide con lo expuesto en el tema, y no se hace responsable de las opiniones expresadas.

[1] Ex Economista del Departamento de Medio Ambiente del Banco Mundial, Washington, DC, (EE.UU.). discípulo del economista rumano-estadounidense Nicholas Georgescu-Roegen.


Autor:
Ricardo Russo, ciudadano argentino-costarricense.
Profesor, Universidad La Salle, San José, Costa Rica y Universidad de Costa Rica, EEAVM, Ochomogo, Cartago, CR.
Doctorado en Educación, Universidad La Salle, Costa Rica. Ph.D., Universidad de Yale, New Haven, EE.UU. Magister Scientiae, Universidad de Costa Rica.
Correo electrónico: [email protected] y [email protected]

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