El concepto de “padres de algodón e hijos de cristal” se refiere a un fenómeno social en el que los padres sobreprotegen a sus hijos y evitan que enfrenten situaciones incómodas, difíciles o frustrantes. Los padres de algodón son aquellos que tienen límites poco firmes y buscan evitar cualquier tipo de incomodidad para sus hijos, facilitándoles la vida al máximo. Por otro lado, los hijos de cristal son descritos como personas frágiles y desmotivadas, con poca tolerancia a la frustración, dificultad para transitar procesos y carencia de recursos para superar obstáculos.
Según la descripción dada por la experta Analia Forti, los padres de algodón tienden a sobreproteger a sus hijos al extremo, evitando que experimenten situaciones que puedan causarles incomodidad, como viajar en transporte público, caminar largas distancias o enfrentar desafíos. Esta actitud puede generar consecuencias negativas en los hijos, como la falta de recursos para afrontar la vida adulta, la falta de tolerancia a la frustración, la falta de perseverancia y la dificultad para encontrar sentido y vocación en sus vidas.
Es importante destacar que estos términos son metáforas y generalizaciones, y no todos los padres ni todos los hijos se ajustan a estas descripciones. Cada familia y cada individuo es único, y las dinámicas familiares pueden variar ampliamente. Sin embargo, esta reflexión plantea una preocupación válida sobre el impacto de una sobreprotección excesiva en el desarrollo y la capacidad de enfrentar los desafíos de la vida.
Es importante encontrar un equilibrio entre brindar apoyo y protección a los hijos y permitirles enfrentar y superar dificultades de manera autónoma. Fomentar la resiliencia, la capacidad de adaptación y el desarrollo de habilidades para la vida puede ser fundamental para ayudar a los hijos a crecer emocionalmente fuertes y preparados para enfrentar los desafíos que la vida les presente.
Analía Forti es Licenciada en Ciencias para la Familia, consultora psicológica con enfoque logoterapéutico, psicóloga social y mediadora familiar. En sus escritos reflexiona sobre la cotidianeidad de las personas, el vínculo con las emociones y las formas de afrontar la vida.
En diálogo con LU9 Radio Mar del Plata, la escritora, ensayista, conferencista e investigadora en temáticas de familia, reflexionó sobre “los padres de algodón y los hijos de cristal”.
Al respecto, comentó: “Si bien son metáforas, parece que fueran etiquetas, pero en realidad son recursos lingüísticos que son utilizados para describir las conductas de las nuevas generaciones de padres y las consecuencias de las nuevas generaciones de hijos”.
En esta línea, comentó que “esto de padres de algodón refiere a personas con mucha blandura en sus límites y los hijos de cristal está hablando de la fragilidad que genera el tener papás que no ejercen sus funciones de manera tal que sirvan de contención, refuerzo y les brindes recursos para afrontar las dificultades de la vida”.
No obstante, resaltó que “están dándose cuenta de que tienen una blandura que no están pudiendo manejar y sus hijos están creciendo fragilizados”.
Para identificarlos, señaló que “son papás que lo que buscan es evitarle a los hijos todo tipo de incomodidades, facilitarles la vida al máximo. Un ejemplo de mamá de algodón es que a su hijo no le gusta ir al baño del colegio, entonces le manda un mensaje a través del celular en plena mañana avisando que tiene ganas de ir al baño y no quiere ir al del colegio, entonces la mamá como está cerca agarra a su auto, lo lleva hasta su casa y lo restituye al colegio”.
En términos generales, la experta describe la situación de la siguiente manera:
Padres de algodón centrados en que sus hijos:
- No se frustren
- Tengan todo lo que quieran
- No hagan esfuerzos
- No encuentren dificultades
- No tengan que tolerar un NO
- No se enojen
- No sufran
- No viajen en transporte público
- No caminen
- No vean familiares enfermos
- No asistan a funerales ni entierros
- No tengan obligaciones
- Exijan sus derechos
- Satisfagan sus deseos
- Manejen los tiempos de la familia
- Decidan aún aquello para lo que no están preparados
Hijos de cristal que:
- Se desmotivan fácilmente
- No tienen tolerancia a las frustraciones
- Quieren todo ya
- No saben transitar procesos
- No tienen recursos para vencer la dificultad ni superar obstáculos
- Carecen de perseverancia
- No están dispuestos al esfuerzo para obtener logros
- No aceptan límites
- Creen tener derecho a todo y responsabilidad con nada
- Son frágiles
- La comodidad limita el desarrollo de su potencial
- No tienen recursos para afrontar la vida adulta
- Se deprimen fácilmente
- No encuentran sentido a su vida
- No descubren su vocación
- Esperan que todo lo hagan y resuelvan por ellos
- Todo debe ser rápido, inmediato y gratificante
- Necesitan estímulos constantes que los lleven al límite
- No se sienten aptos para la vida.
“Padres de algodón, hijos de cristal” ¿Cuáles son sus características?
La crianza es un verdadero desafío en todo sentido, sin lugar a dudas. Uno siempre intenta dar lo mejor, pero esa misma meta es la que puede encerrar una trampa mortal, en donde los padres y madres terminan criando pequeños dictadores, con consecuencias tan negativas como nefastas.
Son padres a los que les cuesta poner límites, cercados siempre por los deseos del hijo o hija, que apuestan a evitarles cualquier tipo de frustración o malestar, que no pasen nunca por un “NO”, a los que les permiten manejar tiempos ajenos y la lista continúa… ¿El costo? Nada más y nada menos que hijos desmadrados desde todo punto de vista, y futuros adultos con grandes problemas.
Por exceso o defecto la crianza no es algo sencillo, pero sí puede contar con herramientas que permitan allanar caminos y no perderse en el intento.
Así lo explica la neuropsicóloga Cecilia Ortiz, quien explica “los denominados ‘padres de algodón’” son aquellos que confunden el ‘proteger’, con ‘sobreproteger’. Entonces se termina pensando que dándoles todo a los hijos, para que supuestamente no sufran, es algo positivo y bueno para ellos. Hay que entender que sufrir es parte de la vida, como la frustración, y eso no implica que se crie a niños infelices. Facilitar todo tipo de situaciones, sólo hace que en la adultez esos niños se transformen en adultos de cristal, es decir se frustren, no sepan enfrentar situaciones y se quiebren como el cristal.
Además, se transforman en seres egoístas y egocéntricos con escasa capacidad de empatía por quien tienen al lado o adelante.
La frase de padres “quiero que me quiera y que no se enoje”, ¿no decanta en falta de límites amorosos?
Totalmente, de hecho, padres y madres deben entender que los límites son una expresión de amor, no de castigo. La generación adulta de otros tiempos es una generación bisagra en donde el “NO” viene de una educación muy estricta como coletazos de épocas del proceso. Aí el “NO” representa algo negativo, y no tiene que ser así. Entonces no hay reglas claras.
¿Por qué son tan importantes estas reglas?
Porque es una mirada de protección a futuro, de lo contrario lo único que hacemos es desampararlos, tratando justamente de hacer lo contrario.
¿Es bueno que enfrenten ellos mismos las situaciones, guiándolos?
Siempre. Si el niño no se acordó de comprar el mapa requerido para el estudio, entonces significa que, en lugar de llevárselo, deberá responsabilizarse frente al docente, y ver de qué manera compensa en lo académico, sólo por nombrar un ejemplo. De lo contrario en un futuro la culpa la va a tener el otro (desde su mirada) y no él mismo haciéndose responsable de sus actos.
Hay que entender que decir “no” no es de mal padre o malo. Los límites son también hacia nosotros mismos como adultos, sin la culpa que acarreamos de otras generaciones, internalizando que el “no puedo”, “no tengo”, “no hay”, no es malo, al contario ayuda a fortalecer todo aspecto de la crianza. La sobreprotección se convierte en un patrón dañino y no fortalece la tolerancia a la frustración.
Peligros de la sobreprotección según el psicólogo Javier Urra
- Damos a los hijos siempre la razón aunque no la tengan.
- Permitimos que nos chantajeen.
- Les transmitimos nuestros miedos y ansiedades.
- Invadimos sus espacios de libertad.
- No les enseñamos a solucionar por sí mismos los problemas.
- Se convierten en niños egoístas y narcisistas.
- Aprenden a mentir como protesta a nuestra actitud fiscalizadora.
- No les dejamos fortalecer su voluntad
Este contenido ha sido publicado originalmente por elnueve.com y sanjosedemonterrico.edu.pe