En más de una ocasión me he referido –desde el punto de vista metodológico– que una clase no siempre debe comenzar con el saludo del docente y a continuación el tema o asunto de la clase que corresponde ese día.
Transcurrido un período escolar (cambio de semestre, inicio de un nuevo curso escolar, vacaciones de verano u otros), cuando los estudiantes retornan a las aulas de clase (colegio, instituto, universidad), su comportamiento – el cual varía con la edad – será diferente sobre todo el primer día puesto de manifiesto a través de abrazos, besos, el surgimiento de nuevas interrogantes: ¿quiénes serán los nuevos estudiantes en el grupo, quiénes no continuaron?, manifestaciones que en un principio, nos compromete a que la clase no debe comenzar “formalmente” como analizábamos al comienzo del presente artículo.
He tenido el privilegio de contar con profesoras excelentes, pragmáticas, creativas en cuyas clases observadas, apreciaba la genialidad de cómo “romper el hielo” al comienzo sin la necesidad de indicarles o llamarles “chicos atiendan, por favor…”, Recuerdo algunas de sus interrogantes de inicio: ¿Qué tal el fin de semana? ¿Cómo pasaron sus vacaciones? Sus padres, la familia, ¿qué tal? ¿Qué libro leyeron como parte de la cultura general?
Considero que este año, con el retorno a clases, las clases deben comenzar diferentes: “Quisiera iniciar la clase con un tema necesario, breve, siempre respetando el criterio de quienes opinen y es: La pandemia”
¿Qué nos enseñó el Covid-19?, ¿con la disminución del contagio, debemos olvidar las medidas necesarias para prever la adquisición de la misma?, ¿qué valores deben abordarse y tenerlos en cuenta ante un hecho tan trágico como el sucedido?, ¿Cómo ven que nuestra asignatura, podría brindar aportes al retorno a la normalidad?, ¿Quiénes se vieron afectados en el núcleo familiar?
La clase la terminaría – siempre a modo de sugerencia – con la propuesta realizada el 8 de mayo de 1919 por el soldado australiano Edward George Honey, combatiente de la primera guerra mundial de dedicar 1 minuto de silencio por los fallecidos durante el conflicto, hecho que se considera una expresión de luto y condolencias realizada con un silencio, rezo, reflexión o meditación durante un tiempo determinado, lo usual o común es un minuto.
En el momento que éste se hace las personas se mantienen en silencio, y en ocasiones realiza otros gestos como ponerse de pie, bajar la cabeza, quitarse sus sombreros, gorras y/o rezar.
El o la docente por su parte se encargará de dar comienzo y término al tiempo de duelo, y en muchas ocasiones se concluye el momento con un aplauso general. A lo anterior no vendría mal que, en la institución académica, escuela, se realizase un acto por las personas fallecidas.
Hágase una u otra actividad estoy seguro que será un factor muy educativo en la memoria de muchos: ¡que descansen en paz, nuestros seres queridos, familiares, amigos!
Autor: Ernesto Gonzalez , ciudadano nicaragüense, nacido en Cuba. Experiencia laboral: Lic. en Ciencias Pedagógicas con mención en química. 40 años de experiencia como docente en los niveles de educación media y superior; cursos de posgrado propios de la especialidad y en pedagogía; autor de libros de texto para la enseñanza media tanto en ciencias naturales, como sociales. Articulista para los periódicos La Prensa, El Nuevo Diario (nicaragüenses 2000-2008), actualmente para el periódico El Siglo 21 guatemalteco. Correo electrónico: [email protected] Cuenta de twitter: @gonzlez_ernesto |
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