No queda duda que, con la pandemia, se ha establecido un antes y un después a nivel mundial y en particular en la Educación; ¿qué regresarán presencialmente a las escuelas, colegios, institutos, universidades? ¡Cierto!, pero, ¿y en el caso de los vacíos generados, como clases no impartidas, planes de estudio que debieron reducirse en tiempo, clases virtuales que no llegaron a todos los estudiantes por no contar con los recursos tecnológicos necesarios, o por deserción, entre otros?
No sería recomendable aplica la frase “Borrón y cuenta nueva”, como si nada hubiera sucedido, ya que literalmente se dejó de APRENDER.
Por ejemplo: Promover estudiantes de 6to grado al nivel medio o del último año de bachillerato a la Universidad, con lo que “logró” CONOCER, ocasionaría en niños y jóvenes un gran daño de frustración ante el desconcierto de lo que “no vio”, diría que “Crónica de una muerte anunciada”, y que repercutiría negativamente en grados o años posteriores.
¿Qué podría hacerse, para palear este tránsito hacia el retorno? De principio las instituciones deberán crear condiciones (previamente establecido), para que los estudiantes estén más tiempo en las mismas, con el objetivo de ser atendidos con planes concretos, horarios, espacios como laboratorios, bibliotecas y personal destinado para ello, tales como jóvenes monitores (nivel bachillerato) que atienden el nivel de educación anterior; alumnos – ayudantes (figura presente en las universidades) y por supuesto con uno o más docentes o tutores que guíen y apoyen esta labor.
Las clases como lectura, escritura, matemática, ciencias naturales, (de estudios generales en el ámbito universitario) serán las prioritarias, clases cuyo propósito no es impartir las que no se dieron en su momento, no. Si programadas, menos tiempo de duración, aspectos conceptuales básicos y mucha ejercitación, ésta última no como tarea, sino analizada, discutida presencialmente; ¿evaluadas? Sí, pero cualitativamente, cero calificación cuantitativa (los puntos suelen “asustar”)
No podrán quedar fuera de ello los padres de familia – pieza clave-, no solo en cuanto a información, sino en acercamiento a la escuela, reuniones de padres, la escuela visitar los hogares, inclusive familiares que tengan una determinada formación o nivel de escolaridad que pueda “sumarse” a estas actividades de formación, como es el deporte, la cultura, talleres, por ejemplo de lectura, pintura, música, teatro, etc.
Es importante dejar claro que estar más tiempo en la escuela no podrá verse o entenderse cómo “más carga”, siendo necesario para ello crear un ambiente o entorno necesario, donde se unan voluntades entre administrativos, docentes, estudiantes y padres de familia. El centro deberá generar un clima escolar seguro y gratificante siendo necesario una comunicación fluida entre sus miembros, donde solo así se podrán modificar conductas y mejorar el rendimiento del alumnado.
Por supuesto que habrá que darle seguimiento, inclusive evaluar la experiencia; ¿generará gastos económicos? ¡No queda duda alguna!
Si en su momento el planeta Tierra se dieron cuenta que los sistemas de salud, no estaban lo suficientemente preparados e invirtieron, le tocará a quien corresponda (público o privado) con el regreso aportar más y más para mejorar la Educación.
“El aprendizaje depende cada vez más de la correlación que existe entre lo que ocurre en el aula, en el domicilio y en la calle” Manuel Castells
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Autor: Ernesto Gonzalez , ciudadano nicaragüense, nacido en Cuba. Experiencia laboral: Lic. en Ciencias Pedagógicas con mención en química. 40 años de experiencia como docente en los niveles de educación media y superior; cursos de posgrado propios de la especialidad y en pedagogía; autor de libros de texto para la enseñanza media tanto en ciencias naturales, como sociales. Articulista para los periódicos La Prensa, El Nuevo Diario (nicaragüenses 2000-2008), actualmente para el periódico El Siglo 21 guatemalteco. Correo electrónico: [email protected] Cuenta de twitter: @gonzlez_ernesto |
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