A continuación, compartiré la experiencia de evaluación que realizamos en los Clubes de Lectura que realizo con mis estudiantes y un análisis del proceso. Primero, nos pusimos a pensar acerca de cuáles eran aquellos contenidos y habilidades que queríamos que nuestros estudiantes trabajaran durante este periodo.
La escuela se ha visto forzada a cambiar, la pandemia ha obligado a modificar nuestras metodologías y a cuestionarnos la forma en que antes llevábamos los procesos de enseñanza-aprendizaje. Voces expertas y docentes de todo el mundo, señalan que estas modificaciones llegaron para quedarse.
La escuela, tan resistente a los cambios, ha sufrido un remezón que la ha obligado a abrirse al mundo, a capacitarse en nuevas metodologías, en particular digitales, y a cuidar el bienestar emocional de sus estudiantes, por sobre el progreso académico. Justamente este último punto es un tema crítico en el nuevo contexto que hemos experimentado: la evaluación
¿Cómo se puede crear una buena evaluación sin certezas del proceso que ha tenido mi estudiante en casa?
Hace unas semanas, escribía sobre la experiencia que he vivido como profesora guía de un Club de Lectura virtual con mis estudiantes. Luego de este artículo, varios colegas comentaron la experiencia, muchos la valoraban como significativa, pero se preguntaban: ¿Cómo se evalúa una actividad como esta? Me parece muy interesante esta interrogante porque creo que justamente es la evaluación, uno de los principales obstáculos que hacen que muchos docentes tengan dudas de convertirse en mediadores de la lectura, ya que hace ver en veredas contrapuestas a la evaluación y la ejecución de estrategias de fomento lector en el aula, para mí no es así.
Por otro lado, una idea ha rondado mi cabeza durante las últimas semanas, esta la escuché en la conferencia inaugural de JALEO, ahí al escritor argentino Mempo Giardinelli, le preguntaron sobre la importancia de «desescolarizar» las prácticas de lectura. Él, en respuesta a esta pregunta, propuso que es mejor «lecturizar» la escuela.
Este concepto me ha perseguido desde ese día, es que pone en palabras simples, lo que pienso acerca del rol de la lectura en la escuela como formadora de lectores y hace que me pregunte: ¿En qué minuto la mediación lectora en la escuela se transformó en sinónimo de tedio y surgió la necesidad de desescolarizar? ¿Cómo podemos lecturizar la escuela y qué rol juega aquí la evaluación?
Teniendo en mente esta idea que escuché de Mempo, una amiga, que trabaja en formación de futuros profesores de Lenguaje, me invitó a compartir alguna idea de evaluación en este contexto de aprendizaje a distancia con sus estudiantes que comenzarán las prácticas profesionales de forma virtual durante este segundo semestre ¡Qué honor!, pensé.
Así que, aquí les cuento un ejemplo de cómo estoy evaluando una instancia que les comenté que estoy desarrollando: Club de Lectura.
He intentado seguir los lineamientos entregados por la autoridad, así como la nueva Priorización Curricular (de Chile) y no morir en el intento. Pero antes, me parece importante revisar algo de la evolución del rol de la literatura en la escuela, una historia que topa bastante con estos conceptos de desescolarizar y lecturizar. ¡Empecemos por ahí!
Llevamos muchos años en los que la escuela ha recibido críticas respecto a su fracaso en la formación de lectores. Esto ha potenciado diversas acciones desde el Ministerio de Educación de Chile, organismos estatales y otras organizaciones culturales que acercan y promueven la lectura en diversos contextos.
¿Cuál ha sido la respuesta en términos pedagógicos? Un cambio de foco, de la enseñanza de la literatura, basada en el traspaso de un discurso establecido en torno a las obras literarias, hacia un enfoque de educación literaria, preocupada de la formación de un lector competente, aquel que, para Teresa Colomer –Doctora en Ciencias de la Educación española–, en «Andar entre Libros» es así:
«Sabe construir sentido de las obras leídas. Y para hacerlo debe desarrollar una competencia específica y determinados conocimientos que hagan posible su interpretación en el seno de la cultura».
Sin embargo, aunque este discurso es compartido por muchos profesores, padres y el currículum chileno, aún se manifiesta resistencia por parte de la escuela y se topa con constantes cuestionamientos y confusiones, los cuales, según Colomer, se relacionan con la escasa formación literaria de los docentes, la fuerte concepción utilitaria de la literatura o la idea de que esta es un lujo, reservado solo para algunos. Si a esto sumamos que el libro compite con otros productos culturales por ocupar el cada vez más escaso tiempo de ocio de los y las estudiantes, el rol de la escuela en la formación del lector literario es un tema que no está zanjado.
Por su parte, la académica argentina Delia Lerner reflexiona largamente sobre este tema en «Leer y escribir en la escuela: lo real, lo posible y lo necesario», allí señala que el hecho de que la lectura y la escritura sean prácticas sociales hace difícil su incorporación en la escuela. Según la autora, esta dificultad podrá ser minimizada solo si la escuela sitúa a las prácticas de escritura y lectura como objeto de enseñanza, creando condiciones parecidas al uso que les damos en la sociedad.
Si a esta dificultad, propia de la naturaleza literaria, se suma el peso de las diferencias sociales en la construcción de un hábito lector, esto da como resultado que hay muchísimos niños y jóvenes que no están recibiendo estímulos frente a las prácticas sociales de la lectura y escritura en sus familias, lo que hace que la labor de compensación socialde la escuela sea mayor y más compleja. Colomer señala:
«Los niños y niñas de contextos culturales ricos se benefician de las prácticas de lectura compartida antes de saber leer, lo que les permite extraer mayor rendimiento escolar de esas prácticas en la escuela; mientras que los niños que carecen de ellas tienen más dificultades para llevarlas a cabo y, además, no se benefician tanto de su escolarización”.
Es aquí donde la labor educativa de los docentes es esencial, ya que serán ellos quienes podrán contagiar el entusiasmo por la lectura y suplir las carencias debidas a las diferencias sociales.
Tras esa reflexión, les cuento del Club de Lectura y la autoevaluación
A continuación, compartiré la experiencia de evaluación que realizamos en los Clubes de Lectura que llevo con mis estudiantes. Nos pusimos a pensar acerca de cuáles eran aquellos contenidos y habilidades que queríamos que nuestros estudiantes trabajaran durante este periodo. Teníamos claro que, uno de nuestros enfoques centrales era la lectura literaria, la que podía ser una compañera importante durante la pandemia.
Deseábamos que el hábito lector no se perdiera en nuestros estudiantes, por lo tanto, creíamos esencial dar espacios en los que pudiéramos hacer discusión literaria, con el objetivo de formar comunidad interpretativa y convertirnos en un espacio en el que pudiéramos hablar de lo que leíamos, pero también de la vida, es así como surgió la idea del Club de Lectura.
El Club de Lectura se lleva a cabo con una reunión semanal, en la que es importante la puntualidad y participar en la discusión. Sabemos que nuestros grupos son heterogéneos, de hecho, nuestros Clubes de Lectura tienen a estudiantes de Séptimo a Segundo Medio. Justamente, es por esto que, en la primera versión del Club de Lectura, les pedíamos a los asistentes que dieran al menos un comentario sobre algún tema relacionado con el texto que estábamos leyendo, en esta etapa nos interesaba que tomaran confianza, sabiendo que todo lo que expresaran era enunciable, mientras lo hicieran con respeto, porque estábamos conformando un círculo de confianza.
Sin duda, en cada grupo hay estudiantes que quieren dar varios comentarios, algunos muy bien justificados; mientras que, para otros dar una opinión es un reto difícil de llevar a cabo, por timidez o inseguridad. Es por esto que, con el objetivo de generar esa confianza, en la primera versión del Club, fuimos poco estrictas con la “calidad” de la opinión o argumentación, más bien nos interesaba que dieran algún comentario sustentado en la lectura y/o en su experiencia personal.
Es así como, luego de cada sesión, los y las estudiantes realizan una autoevaluación, la cual contiene criterios como: llegar a la sesión a tiempo, justificar a través del chat si llegan tarde, mostrar respeto por las reglas del Club y por los comentarios de los demás, participar con al menos un comentario justificado durante la sesión y haber cumplido con la meta de lectura de la semana.
Las profesoras también realizamos una evaluación del desempeño de cada estudiante con los mismos criterios, dando retroalimentación, en especial en el criterio que se refiere a los comentarios expresados, alentando y aconsejando a quienes pueden mejorar sus intervenciones. Para esta labor, el uso de Google Classroom ha sido muy efectivo.
En la primera versión del Club, dejamos las primeras sesiones de evaluación formativa. La intención era que una vez que conocieran las reglas y exigencias, pudiéramos evaluar la participación de los y las estudiantes de manera sumativa. Es así como la autoevaluación desarrollada por los y las estudiantes junto con la que realizamos las profesoras, tienen igual peso en la calificación final.
Con el Club de Lectura, hay otras actividades asociadas
Además de la participación en las reuniones del Club de Lectura, realizamos algunas tareas para acompañar la lectura entre sesiones, estas también son evaluadas sumativamente. Por ejemplo, en el caso de «Drácula» de Bram Stoker, en la primera sesión aún no comenzaban a leer la novela, entonces conversamos acerca del conde y los vampiros en la literatura, series y películas. Les hablé sobre cosas como el maravilloso «Conde Pátula» y «Buffy, la cazavampiro»s; ellos aportaron con «Crepúsculo».
Una vez que la conversación estuvo animada, les propuse que hiciéramos una especie de juego: ¿Quién sabe más de vampiros? Consistía en que durante un minuto anotaran todas las características que conocieran acerca de los vampiros. Por ejemplo, que tienen colmillos afilados o que desprecian la luz del día. Una vez que enumeramos varias de estas características, los invité a que cada uno siguiera una de estas como si fuera pista en la lectura y comprobara si Drácula la poseía o no.
Es decir, María debía leer atenta las marcas textuales que pudieran referirse a que los vampiros como Drácula no pueden reflejarse en los espejos. Para seguir las pistas, tenían que llenar una breve ficha en la que indicaran qué información se daba en el texto sobre la pista y una cita que apoyara esa respuesta. Para algunos esta tarea terminó en los primeros capítulos, pero otros, tuvieron que seguir rastreando hasta las últimas reuniones del Club.
Esta tarea posibilitó que en cada sesión conversábamos sobre cómo iban en la búsqueda de sus pistas, cómo se presentaba la información en la novela en comparación con otros productos culturales sobre vampiros, a muchos les parecía sorprendente que creyéramos ideas sobre los vampiros que no estuvieran de forma tan explícita en «Drácula».
En otro Club de Lectura, con «Un mundo feliz» de Aldous Huxley, realizamos un Quiz, usando Mentimeter, esta herramienta es muy sencilla de usar y puede resultar útil cuando necesitas tener información acerca de la comprensión de información explícita por estudiante. Puedes hacer preguntas, estas quedan en una especie de Quiz, te permite poner música y tiempo máximo para responder cada una. Cuando el cuestionario termina, señala cuál de los participantes respondió las preguntas correctamente, este es un ejemplo:
En la penúltima sesión de este Club, hice un gran spoiler: adelanté que uno de los personajes muere y los desafié a responder y justificar quién era el que corría este destino trágico, utilizando a los personajes más importantes de la novela: Bernard, Linda, Lenina, Mustafá y Jhon. Los y las estudiantes respondieron y, en la última sesión, luego de leer el último capítulo, les mostré sus respuestas, para que analizáramos cada una.
Otra opción que entrega Mentimeter es crear nubes de palabras, esta nos ayudó a profundizar acerca de la felicidad en nuestro mundo actual y en el de la novela, también sobre la decisión que tomó el autor al llamar «Un mundo feliz» a su obra. Este fue el resultado:
Estas propuestas, son solo un ejemplo de actividades que buscan generar diversas oportunidades de mostrar los aprendizajes, que permiten progresar a través de las continuas retroalimentaciones y promueven la generación de una comunidad interpretativa que, en conjunto llega a conclusiones, estando de acuerdo o no en un espacio, en el que hay respeto y puedo tomar la palabra como estudiante.
Además, aplica lo que llamamos anteriormente el uso social de las prácticas de lectura y escritura, ya que justamente llama a compartir lo que nos gusta o no, nos conmueve o impacta de lo leído; creando conexiones intertextuales con otros productos culturales e interpretando el texto en relación a la experiencia personal, algo que hacemos en general con películas, series u otras experiencias.
Sin duda, hay otras instancias en la que nuestros estudiantes tienen también guías de comprensión lectora y mapas conceptuales, esto está muy bien y es necesario; sin embargo, estoy segura que cuando recuerden lo que hicieron en el colegio durante esta pandemia, experiencias como el Club de Lectura, aparecerán como más significativas que otras.
También estoy consciente de que mis estudiantes están en un contexto privilegiado, ya que la mayoría cuenta con buena conexión de Internet y un espacio en el que pueden estudiar tranquilos. Sé que estas condiciones no son las de muchos niños, niñas y jóvenes en Chile; sin embargo, veo también que hay docentes en todo el país que encuentran la forma de llegar a sus estudiantes con actividades estimulantes que los desafían y contienen emocionalmente, aunque estos no cuenten con las condiciones óptimas para la educación a distancia.
Paloma Mas Cano es docente de Lengua y Literatura de enseñanza media. En el marco del Máster en Libros y Literatura para Niños y Jóvenes de la Universidad Autónoma de Barcelona, pudo investigar sobre prácticas lectoras en enseñanza media, en especial de textos poéticos. También formó parte de la Escuela de Cuentacuentos de la Fundación Mustakis y es socia de la Organización Internacional para el Libro Infantil y Juvenil, IBBY Chile. Actualmente trabaja en el colegio Kopernikus de Frutillar. Junto a su compañera Melissa Cárdenas, dirige el sitio web cuatrojos.cl, una iniciativa que busca conocer y discutir sobre Literatura Infantil y Juvenil.
Este contenido ha sido publicado originalmente por Elige Educar (Chile) en la siguiente dirección: eligeeducar.cl | Autor: Paloma Mas Cano