La formulación de preguntas para evaluar el aprendizaje es una herramienta fundamental. Sin embargo, un problema común es que muchos docentes, al plantear preguntas ambiguas o poco específicas, terminan recibiendo respuestas que, aunque válidas, no reflejan exactamente lo que esperaban. Este desajuste no solo puede causar frustración, sino que también afecta la precisión de la evaluación del progreso del estudiante.
Cuando los alumnos reciben una consigna vaga, es natural que interpreten la pregunta desde su perspectiva, lo que puede llevar a respuestas correctas desde su razonamiento, pero alejadas de lo que el docente busca evaluar. Esta situación pone de relieve la importancia de ser precisos y específicos al momento de diseñar las preguntas. A continuación, te ofrecemos algunas estrategias para mejorar la claridad y efectividad de tus evaluaciones.
1. Claridad en las expectativas
Es crucial que el docente tenga en mente cuál es el objetivo específico de la evaluación. ¿Se busca medir la comprensión, la aplicación de un concepto o la capacidad de análisis? La respuesta a esta pregunta debe guiar la formulación de la consigna. Por ejemplo, si el propósito es que los estudiantes analicen un texto, es necesario incluir términos que indiquen que deben hacer un análisis, como «explica», «justifica» o «argumenta», en lugar de simplemente pedir que «describan» o «resuman». La precisión en las palabras utilizadas establece una ruta clara para que los estudiantes enfoquen su respuesta.
2. Evitar las preguntas ambiguas
Las preguntas ambiguas suelen provocar respuestas que, aunque correctas desde el punto de vista del alumno, no abordan el tema que el profesor deseaba evaluar. Para evitar esto, es útil hacer una revisión previa de las preguntas, tratando de anticipar posibles interpretaciones distintas. Las preguntas demasiado generales o abiertas deben ser afinadas, de manera que los estudiantes comprendan de manera inequívoca qué se espera de ellos.
3. Ofrecer ejemplos o guías
Una forma eficaz de garantizar que los estudiantes comprendan la consigna es ofrecer ejemplos o proporcionar guías de lo que implica una buena respuesta. Esto no significa decirles exactamente qué contestar, sino aclarar cómo deben abordar la pregunta. Al especificar qué elementos deben estar presentes en la respuesta, como el uso de evidencia, argumentos o referencias a conceptos previos, se reduce la posibilidad de que el alumno se desvíe de lo esperado.
4. Verificar la comprensión de la consigna
Antes de iniciar una evaluación, especialmente si incluye preguntas complejas o de desarrollo, es importante asegurarse de que los estudiantes han entendido bien las consignas. Realizar una breve sesión de aclaración de dudas o pedirles que parafraseen las instrucciones puede evitar malentendidos. A menudo, los alumnos pueden creer que entienden la pregunta cuando en realidad han interpretado algo distinto.
5. Revisar las preguntas con anticipación
Una buena práctica es someter las preguntas a una revisión antes de entregarlas a los estudiantes. Puedes pedir la opinión de un colega para que evalúe si la consigna es clara y específica. También puedes preguntarte: «¿Podrían los alumnos interpretar esta pregunta de varias maneras?» Si la respuesta es afirmativa, es recomendable ajustar la pregunta para eliminar cualquier ambigüedad.
La especificidad en las preguntas de evaluación no solo mejora la precisión de las respuestas, sino que también garantiza que los estudiantes comprendan claramente lo que se espera de ellos. Al ser más claros en nuestras consignas, reducimos las interpretaciones erróneas y logramos una evaluación más justa y precisa. Como docentes, afinar nuestras preguntas y mejorar la comunicación es clave para reflejar de manera más fiel el aprendizaje de nuestros alumnos.
REDACCIÓN WEB DEL METRO CMF