Robert Swartz: El cambio clave es la posibilidad de que los alumnos puedan trabajar en grupos, a través del aprendizaje colaborativo

Considerado una de las personalidades más influyentes en el mundo en el ámbito de la educación, Robert Swartz visitó la ciudad de Santiago de Chile para difundir el Aprendizaje Basado en Pensamiento.
Siendo pionero en la inclusión del pensamiento crítico y creativo en los contenidos curriculares. Este filósofo propone un cambio radical en la actual escuela «que mata las ganas por aprender y pensar».

Compartimos la entrevista de Guido Rodríguez Avilés para el diario El Sur  con fines únicamente educativos – pastorales.

“Hay que enseñar a los niños a reconocer la información confiable”

A sus 80 años, Robert Swartz es un académico e investigador sumamente activo. Su dedicación central lo lleva a realizar permanentes viajes a diversos países -entre ellos Estados Unidos, Reino Unido, España, Israel, Singapur, Nueva Zelanda y Chile- donde difunde el Aprendizaje Basado en Pensamiento, una metodología que busca estimular la creación de “escuelas pensantes” en las que junto con la transmisión de contenidos cobre mayor relevancia el desarrollo de las habilidades del pensamiento.

En ese marco, llegó a Chile invitado por la Fundación Educacional Arauco y se reunió el martes último con más de 200 profesores de la Provincia de Arauco, con quienes compartió las principales claves para incorporar esta fórmula a las escuelas de la zona. Previo a ese encuentro, profundizó con El Sur en el aporte que significa en la actualidad el incentivo de su fórmula de enseñanza.

En la sala de clases
¿Cómo se expresa, en concreto, el cambio metodológico que usted propone en la relación entre profesores y alumnos en una misma sala de clases?

Cuando se lleva este método a la sala de clases, éstas pasan a estar centradas en los alumnos y ya no sólo en la presentación del profesor. Se hacen preguntas a los estudiantes y se les ayuda a responderlas, pero lo importante es ver cómo aprenden a tomar las mejores decisiones. Y esto es muy relevante, porque desde niños estamos todos el día enfrentados a la toma de decisiones para resolver problemas. Y el principal retorno a partir de esta fórmula se produce cuando se logra la conexión con los contenidos curriculares. He invertido mucho tiempo en trabajar en aquella fórmula.

Una queja habitual entre los profesores es que el volumen de “contenidos mínimos” del curriculum nacional obliga a esta lógica del traspaso de gran cantidad de información a los alumnos. ¿se requiere también un cambio en materia de políticas educacionales?

Claro, por cierto. Y no respecto del contenido, que es otra cosa, sino que en relación a incorporar las habilidades del pensamiento a las prioridades más altas en el currículum. Es decir, se debe agregar este otro elemento al currículum, pues los alumnos deben aprender estas habilidades. Recalco que estas habilidades son cosas que los alumnos van a desarrollar, aprender, pero tienen que pensar sobre el contenido regular del currículum. Van a aprender con más profundidad y rapidez, van a conectar mucho más las cosas, en lugar de ir aprendiéndolas en forma aislada.

Y desde el punto de los espacios físicos, ¿qué cambios promueve en las aulas?

El cambio clave es la posibilidad de que los alumnos puedan trabajar en grupos, a través del aprendizaje colaborativo. Y eso tiene dos funciones: la primera fomentar la capacidad de escuchar todos los puntos de vista y la segunda aprender a trabajar en grupos para adquirir el conocimiento, porque el aprendizaje no es algo individual, sino social; mientras que el pensamiento es individual. Trabajar en equipo en el ámbito académico es tremendamente importante. Eso significa contar con mesas que puedan moverse, sillas para que puedan trabajar en grupos. Los pupitres apernados no sirven. En la mayoría de las escuelas ya está esa posibilidad. Pero, obviamente, esto no es sólo un tema físico, pues lo más relevante es que los profesores deben estar dispuestos a cambiar. Por ejemplo, darle a los alumnos un tiempo para pensar algo, en vez de responder todo ellos mismos.

¿Y qué cambio se observa entre los profesores que enfrentan este cambio metodológico?

Hay dos cambios centrales. Los profesores que aprenden a enseñar las habilidades a los alumnos, normalmente también las desarrollan. Pero lo más importante es el cambio en la metodología que utilizan en la enseñanza. En lugar de solamente traspasar información a los alumnos, generando un aprendizaje pasivo, empiezan a motivar a sus alumnos para que piensen a través de distintas técnicas sustentadas en preguntas y respuestas. Eso hace que los alumnos puedan averiguar aquello que los profesores los están motivando a pensar. Ahora, ¿por qué lo hacen los profesores? Porque reconocen que cuando los niños salen de la escuela, hay muchas cosas que aprender, pero no habrá profesor cerca que les enseñe. Van a tener que averiguarlo solos. Entonces, es una motivación para que los docentes hagan este cambio. A ellos les cuesta a veces, porque quieren contarle cosas a los alumnos: el rey fue tal o cual, en lugar de preguntar -por ejemplo- ¿quién fue el rey?, y que ellos lo averigüen.

Democracia
¿Cuál es la contribución del método que usted propone a democracia amenazadas por la falta de un entendimiento mínimo o la activación de fenómenos populistas tanto en América y Europa?

Uno de los grandes objetivos de este aprendizaje es que los alumnos sean más abiertos, que cuando decidan, estén dispuestos a escuchar a personas con puntos de vista distintos y cambiar las opiniones si otra gente les aporta elementos que ellos no sabían. Cuando eso no pasa, cuando un profesor le enseña al alumno una verdad absoluta, los alumnos se quedan con esa impresión y luego si alguien está en desacuerdo con lo que ellos creen, no les interesa y no lo escuchan. Se empiezan a cerrar y eso tiene que ver mucho con la visión tradicional de la educación.

¿Cuál es el rol que, a su juicio, deberían cumplir los artículos tecnológicos en el proceso educativo?

A través de los avances en la tecnología hemos podido poner a disposición de los alumnos una cantidad inmensa de información. Eso es un tremendo beneficio, pero también un peligro. Porque cualquiera puede subir lo que quiera a internet, y va a sonar bien. La mayoría de las veces cuando los alumnos buscan algo en internet, lo copian y llevan a la sala directamente.

No se discrimina sobre la veracidad de esa información.

Así es, por eso hay que enseñarles a los alumnos a reconocer si la información que reciben es o no confiable. Esa es una habilidad del pensamiento muy importante. Y no significa que haya que rechazar de inmediato lo que se dice, sino que de ser capaces de ratificar por qué la fuente es confiable. Por ejemplo, si el autor es un historiador distinguido, que se ha dedicado por décadas a la investigación a la disciplina o si sencillamente se trata de alguien que no tiene experiencia o que dice las cosas simplemente porque está vendiendo algo. De manera que los alumnos deben ir aprendiendo a distinguir la buena información. Si vamos a sobrevivir en este mundo, tenemos que ser capaces de dirimir este tipo de cosas.

Este contenido ha sido publicado originalmente por El Sur en el siguiente dirección: elsur.cl



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