¿Por qué educar lo social, afectivo y ético en las escuelas?

En las últimas dos décadas la educación comenzó a considerar además de la dimensión cognitiva, la dimensión social, la dimensión ética y la dimensión socio afectiva o emocional; y es que tradicionalmente se ha centrado en el desarrollo del intelecto, con un marcado olvido de lo emocional; sin embargo así como las habilidades intelectuales se desarrollan las habilidades emocionales también, en ese sentido, la formación es integral.

A continuación compartimos con fines educativos la publicación del portal Educar Chile, en donde María Angélica Mena escribe Por qué es importante educar lo social, afectivo y ético. Esperamos que la siguiente reflexión les sea de utilidad.

¿Por qué educar lo social, afectivo y ético en las escuelas?

Formar en habilidades socio afectivas y éticas refiere a un proceso educativo intencionado y sistemático que permite la interacción social en el marco de una cultura deseada y de los valores que se estiman. Mejorar la convivencia requiere no sólo organizarla y establecer acuerdos, sino también formar en las habilidades socio afectivas y éticas que permiten comportarse dentro de ese marco de convivencia.

Lo que se expone a continuación son argumentos respecto de la necesidad de ocuparse de la convivencia escolar la educación social, afectiva y ética, que han desarrollado distintos autores. La demanda por formación en lo social, afectivo y ético proviene de diversos ámbitos.

1. La necesidad de preparar a los estudian-tes para ser ciudadanos responsables, éticos, solidarios, no-violentos, sanos y productivos, ha sido establecida en numerosas ocasiones. Tedesco (2000) da cuenta de la reorganización de las sociedades que se está enfrentando en la actualidad, tanto desde lo económico y político, como desde lo social, y la crisis subjetiva (del sujeto) que eso conlleva. Enfatiza que los cambios culturales, tecnológicos, laborales, etc. exigen a la educación tener como centro a los valores democráticos, asegurando un desarrollo integral y equitativo para todas las personas. Por otra parte, el informe Delors (1996) de la UNESCO, marco filosófico para las reformas educativas de América Latina y el Caribe, propone cuatro saberes esenciales en los que debe asentarse la educación: aprender a conocer, aprender a hacer, aprender a ser y aprender a convivir. Claramente, los últimos dos pilares, al menos, hacen alusión a la formación de personas que sean competentes interpersonal y afectivamente, y capaces de conducirse ética y responsablemente en contextos heterogéneos. Desde la filosofía, Morin (1999) argumenta la necesidad de una educación en y para la democracia, educar para desarrollar una comprensión que permita aprehender la complejidad de la condición humana y un auto examen crítico permanente.

Desde esta perspectiva también, el proyecto DeSeCo de la OECD (2005) clasifica las competencias clave que debiera desarrollar la educación en tres grandes categorías, interrelacionadas. En primer lugar, identifica la necesidad de que las personas puedan utilizar y adaptar una amplia variedad de herramientas, tanto físicas (como tecnologías de la información), como socioculturales (como la utilización del lenguaje), para interactuar efectivamente con su contexto.

Segundo, la interconectividad e interdependencia en el mundo requiere que las personas puedan involucrarse con otros de proveniencias diversas, sabiendo interactuar en grupos heterogéneos. Por último, las personas necesitan ser responsables del manejo de sus propias vidas, situar su experiencia en el contexto social más amplio, y actuar autónomamente. Las competencias que se proponen están ancladas en valores democráticos que implican poder lograr el potencial individual de las personas en conjunción con el respeto a otros y la contribución al desarrollo de una sociedad igualitaria. Subyace a éstas un marco de reflexividad —metacognitiva, creativa y crítica— sobre el pensamiento y la acción, considerando cómo la gente construye su experiencia interpersonal, afectiva y moral. De esta propuesta se desprende claramente la necesidad de fomentar el desarrollo de competencias sociales, afectivas y éticas, entendiendo éstas como parte de los logros imprescindibles de la educación formal en la actualidad.

Robert Sternberg (1985, 1999, en Lopes & Salovey, 2004), teórico e investigador de la inteligencia, ha señalado que la educación formal se focaliza excesivamente en habilidades analíticas ligadas al pensamiento lógico y abstracto.

Argumenta que esto excluye el tipo de habilidades prácticas y creativas que permiten a las personas lidiar con problemas de la vida real y dificultades no previstas. La inteligencia analítica (que es medida, por ejemplo, a través del CI) parece dar cuenta de entre un 10 y un 15% del desempeño laboral de una persona (Herrnstein & Murray, 1994, en Lopes & Salovey, 2004), y la relación entre el logro académico y la satisfacción vital de una persona es muy débil (Diener & Lucas, 1999, en Lopes & Salovey, 2004). Así, los esfuerzos por incorporar a la educación las dimensiones social, afectiva, ética y práctica, son aproximaciones valiosas para brindarles a los estudiantes los espacios y oportunidades para desarrollar competencias que les permitan enfrentar mejor los sucesos y desafíos particulares de su vida.

2. Desde el ámbito profesional y de la inserción laboral se puede citar, a modo de ejemplo, el informe que hizo el Departamento del Trabajo de Estados Unidos, en el que se identificaron las habilidades que requerirían las personas para hacer frente a las exigencias laborales del siglo XXI. De las 16 competencias, ocho involucran habilidades sociales  afectivas y éticas: capacidad de escucha, toma de decisiones, resolución de problemas, responsabilidad personal, autoestima, sociabilidad, auto-regulación/auto-conducción y honestidad/integridad (SCANS, 2000).

3. Tomando la perspectiva de la psicología y la salud mental, se considera imprescindible esta formación para un óptimo desarrollo integral de las personas. Múltiples estudios han evidenciado la importancia de desarrollar habilidades afectivas, sociales y éticas como forma de prevención de conductas de riesgo y problemas psicosociales tales como abuso de sustancias, embarazo adolescente y delincuencia, y disminuir la deserción escolar (Zins, Weissberg, Wang & Walberg, 2004; Greenberg, Weissberg, O’Brien, Zins, Fredericks, Resnik & Elias, 2003). Así también, se ha visto su importancia a la hora de prevenir el desgaste profesional de los docentes y de la violencia física y psicológica (Zins, et al., 2004; Berkowitz & Bier, 2005).

4. Por otra parte, se ha evidenciado a través de múltiples estudios el impacto que tiene el aprendizaje socio afectivo y ético, no sólo en la salud mental y el desarrollo psicológico, sino en el mismo aprendizaje y rendimiento académico de los estudiantes. Entre ellos, un estudio de 43 escuelas con programas de desarrollo de habilidades socio-emocionales y éticas desarrollado por Dymnicki (2006) y citado por el meta análisis de Durlak, Weissberg y CASEL1 (CASEL, 2007) refirió que las puntuaciones en las evaluaciones académicas mejoraron en un 14% (14 ptos. percentil). Así también, un estudio de Berkowitz y Bier (2005) mostró que los programas
de educación del carácter2 presentaban un 59% de efectividad en la mejora de los logros académicos.

A ello se suma el hallazgo de que la formación socio afectiva y ética impacta sobre las habilidades de aprendizaje de los alumnos, tal como refieren Zins, Weissberg, Wang y Walberg (2004). Ellos reportaron que en los estudiantes desarrollaron mayor conciencia de sus habilidades de aprendizaje, junto con presentar más seguridad frente a ellas; se esforzaban más y estaban más intrínsecamente motivados para aprender; y fueron capaces de definir metas, manejar su estrés, y organizar el abordaje de su trabajo, de mejor manera.

Adicionalmente, encontraron que los estudiantes comenzaron a tomar decisiones más responsables acerca de su estudio, a finalizar sus tareas y lograron superar mejor sus obstáculos de aprendizaje, entre otros impactos. Valoras UC realizó un análisis de los estudios que han evaluado y referido a los impactos positivos que tiene el desarrollo de habilidades socio afectivas y éticas en la escuela3. Esta revisión muestra cómo los efectos sobre el ámbito académico son de gran amplitud y se ven reflejados en la mejora del rendimiento y éxito escolar, de las habilidades para estudiar y aprender, de la actitud y valoración hacia el aprendizaje, y del apego hacia la escuela y de su consecuente efecto sobre la disciplina.

Así, la conveniencia y necesidad de una formación integral humanizada de las personas se pone de manifiesto desde diferentes marcos comprensivos. Para poder “permitir a todos sin excepción hacer fructificar todos sus talentos y todas sus capacidades de creación, (…) y que cada uno pueda responsabilizarse de sí mismo y realizar su proyecto personal” (Delors, 1996), se vuelve imprescindible la formación socio afectiva y ética, intencionada y gestionada sistemáticamente en el marco de una convivencia positiva.

Este contenido ha sido publicado originalmente por EDUCAR CHILE  en la siguiente dirección: educarchile.cl

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¿POR QUÉ EDUCAR LO SOCIAL, AFECTIVO Y ÉTICO EN LAS ESCUELAS?



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comentarios 1
  1. Creo en la educacion es la unica herramienta que tiene el ser humano para hacerle frente a todos lo obstacul0s que le da la vida

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