A Mar Romera (1967), maestra, pedagoga, psicopedagoga y presidenta de la Asociación Pedagógica Francesco Tonucci (APFRATO), se le ilumina la voz cuando habla de una de sus especialidades, la inteligencia emocional. Esa emoción se percibe en su voz y la forma en que su brillo traspasa la pantalla durante su participación en el webinar online ‘Capacidades, competencias, corazón’, organizado recientemente por Fundación La Caixa (España). Esa luz y ese tono sin embargo, se apagan cuando se le menciona la tríada niños-pandemia-escuela.
“Ese tema me pone tremendamente triste”, manifiesta reconoce Romera, decepcionada por el trato recibido por la infancia durante la pandemia y por la oportunidad que siente que se le escapa a la institución escolar para cambiar un modelo educativo “retrógrado, desfasado y obsoleto”. Para la reconocida experta, la base de toda la revolución educativa debe pasar “por considerar a los niños y a las niñas el centro de todo”. Como ocurre en Hogwarts, la escuela de Harry Potter que Mar siempre utiliza como metáfora por el protagonismo que tienen en ella niños y niñas. La pandemia, sin embargo, parece haber dejado bastante claro que aún estamos lejos del ese ideal imaginario representado por Hogwarts.
Por motivos únicamente educativos, y de formación permanente, compartimos partes del artículo de Adrián Cordellat y del diálogo publicado en El País (España). Sugiriéndoles leer otros artículos de la profesora Romera que hemos publicado anteriormente. Las letras cursivas y en negritas son nuestras.
Adrián Cordellat: Llevamos varios años ya dándole vueltas al concepto de educación emocional, pero no tengo claro que hayamos entendido aún por qué es tan importante.
MAR ROMERA: El ser humano es emoción en sí mismo de la misma manera en que es cognición. Si partimos de las investigaciones neurocientíficas, hoy sabemos que la emoción siempre precede a la razón. Es decir, la emoción determina cómo actuamos y nuestras conductas, mientras que después llega la razón y las explica. Por lo tanto, no es que la educación emocional sea importante, es que es imprescindible.
Adrián Cordellat: Tengo la sensación de que la pandemia ha interferido y lastrado esa educación emocional. Al menos en los hogares, donde las convivencias y la mezcla de trabajo, escuela y labores domésticas no siempre fueron fáciles.
MAR ROMERA: Yo tengo con eso una sensación dispar. Por un lado, te diré que sí, que es verdad que ha habido situaciones de convivencia familiar muy complejas, en espacios muy reducidos, muchas personas juntas y con mucha presión, sin un balcón donde airearse. Evidentemente esto va a tener consecuencias sí o sí. Pero también es verdad que ha habido familias que al verse obligados a estar juntos han descubierto que eran eso, una familia. De pronto han descubierto que pueden estar juntos, que incluso pueden tener proyectos en común. Existen esos dos extremos. Y también la normalidad, por supuesto.
Adrián Cordellat: Aunque parezca una contradicción basándonos en la anterior pregunta, ¿podría ser que esta situación nos haya hecho también más conscientes de la importancia de la educación emocional?
MAR ROMERA: Cada situación de crisis hace más evidentes las necesidades y las debilidades. La parte emocional del ser humano está muy dejada por una cuestión de cambios sociales que se han ido produciendo a lo largo del tiempo. […] y es obvio que los resultados muestran que no estábamos preparados para esto.
Adrián Cordellat: Hemos empezado hablando de los hogares, pero ahora quiero desviar el foco de atención a las escuelas.
MAR ROMERA: Ese tema me pone tremendamente triste.
Adrián Cordellat: ¿Por qué?
MAR ROMERA: Durante el punto álgido de la pandemia y el confinamiento, los niños no existieron, aparecieron los últimos en la escala de prioridades, no se les tuvo en cuenta para nada. El modelo educativo retrógrado, desfasado y obsoleto que teníamos antes de marzo de 2020 se intentó clonar en virtual, con lo que además perdió lo único bueno que tiene el modelo, que es la relación entre personas, la mirada, el apoyo emocional, el encuentro entre iguales. No contentos con esto, mandamos deberes, tareas memorísticas. Fue volver al siglo XIX. […] pusimos a las familias a instruir, […] como siempre hemos hecho. Y encima luego empezamos la escuela…
Adrián Cordellat: Cuando además esos niños nos están dando una lección en muchos aspectos.
MAR ROMERA: Es que la infancia es la etapa más maravillosa del ser humano, la más adaptable. Los niños y las niñas son capaces de todo lo que no somos capaces los adultos. Si hablas con docentes, ahora mismo todos te dicen que los niños y niñas se están portando genial, que están siendo un ejemplo de cumplimiento de normas, de respeto, de prudencia, de solidaridad y de responsabilidad individual.
Adrián Cordellat: Has citado a los profesores. ¿Cómo valoras su trabajo en esta situación excepcional que nos toca vivir?
MAR ROMERA: Si los polarizo, puedo hacer dos grandes grupos. Por un lado, hay un sector de profesorado que, aunque suene mal, está contento con la situación, porque se ha fortalecido la figura del profe instructor, absolutamente nada maestro y absolutamente dañino para el sistema. Luego hay otro sector de verdaderos maestros y maestras que están sufriendo muchísimo, pero que están haciendo cosas espectaculares.
Adrián Cordellat: No sé si dada la connotación negativa que tiene la pandemia, y enganchados a este segundo grupo de maestros, sería muy optimista decir que todo esto que está pasando es una oportunidad enorme para repensar y revolucionar la institución de la Escuela.
MAR ROMERA: La verdad es que no sé cómo acabará todo esto, pero yo tenía la esperanza de que la covid-19 fuese la gran oportunidad para el sistema educativo. Creía que había llegado el momento de dejar de evolucionar para empezar a hacernos preguntas que nos llevasen a una revolución.
Adrián Cordellat: Además de por la autonomía pedagógica de los centros y por buenos maestros, ¿por dónde pasa para Mar Romera la revolución de la institución educativa?
MAR ROMERA: Es necesario acoger un modelo transdisciplinar, abandonar el modelo de las calificaciones y las notas para acoger un modelo de evaluación hacia la mejora que sea capaz de sacar la mejor versión de cada niño y acabe con el fracaso escolar. En la educación obligatoria no debería suspender nadie, pero tenemos la obligación de sacar la mejor versión de cada niño o niña, que en unos casos será astronauta y en otro jardinero. De eso se tiene que encargar la escuela para que todos los seres humanos podamos alcanzar la plenitud, pero para eso hace falta un profesorado bien formado.
Este contenido ha sido publicado originalmente por El País (España) Mar Romera: «Es de locos preocuparse, en plena pandemia, sobre si los niños se han saltado partes del currículo académico», en la siguiente dirección: elpais.com | Autor: Adrián Cordellat; y que sugerimos leer para tener la información completa.
«... cuando hablamos de infancia no estamos hablando de futuro, sino de presente. Ese es el problema por el que la educación no tiene una trascendencia. Cuando hablamos de educación y de infancia nunca esperamos que las medidas y soluciones sean mañana, siempre hablamos de proyectos o programas a medio y largo plazo. Este problema lo arrastran nuestros políticos y todo cambiaría mucho si empezásemos a ver a los niños y niñas como ciudadanos del presente y no del futuro» (16/02/2019).