José Antonio Marina: La evaluación es trascendental. Pisa se ha puesto de moda, pero no nos dice nada sobre los métodos

José Antonio Marina nació en Toledo en 1939. Filósofo y escritor polifacético, ha conseguido hacer compatible sus investigaciones sobre la inteligencia con su labor como profesor de Filosofía y sus estudios relacionados con la fenomenología, la psicología genética, la neurología y la lingüística, trabajos que le han ocupado los veinticinco últimos años de su prolífica vida.

La publicación de su primer libro data de 1992, y su creciente fama le ha llevado a recibir numerosos galardones que le han convertido en uno de los pensadores españoles más notables de la actualidad. Entre sus publicaciones cabe destacar Teoría de la inteligencia creadora (1995), Ética para náufragos (1996), El laberinto sentimental (1998), Diccionario de los sentimientos (1999), El misterio de la voluntad perdida (1998), El vuelo de la inteligencia (2000), Crónicas de la ultramodernidad (2000), La lucha por la dignidad: teoría de la felicidad política (2000), La selva del lenguaje (2002), El rompecabezas de la sexualidad (2002) y Dictamen sobre Dios (2002).

Compartimos con fines educativos – pastorales la entrevista realizada por Héctor G. Barnés para el portal El Confidencial – ACV (Alma, Corazón y Vida) creemos que la lectura de esta entrevista será muy productiva y reflexiva para los maestros.

“A los gobiernos les da igual cómo es la educación, solo importa salir bien en PISA”

A sus 78 años, el toledano sigue siendo uno de los principales referentes en nuestro país de la pedagogía, a la que somete a crítica en su último trabajo, ‘El bosque pedagógico’.

La educación española se encuentra en una de sus grandes encrucijadas. Por una parte, los cambios sociales, laborales y políticos exigen reformas en un sistema que muchos perciben como desfasado y exigen que incorpore las propuestas que provienen desde la innovación educativa. Por otro, se clama casi con unanimidad por alcanzar una estabilidad en el marco legal que dé fin a la sucesión de leyes y reformas que han complicado el trabajo de docentes. En ese contexto, José Antonio Marina ha publicado, junto al Equipo de Investigación UP, ‘El bosque pedagógico’ (Ariel), una útil guía en el proceloso mundo de la educación.

El filósofo, pedagogo y profesor, también colaborador de este periódico, recuerda que se trata de un libro “que contiene muchísima información, pero que es muy humilde”. Marina enfrenta el paradigma tradicional —centrado en enseñar, estandarizado, cuya principal figura es el profesor— con el nuevo —centrado en aprender, activo, cuyo protagonista es el alumno— para descartar sus fallos, recoger sus aciertos y generar un nuevo paradigma, el ultramoderno, que se base en el talento y que se guíe a través de una filosofía de la educación que aúne la complejidad de saberes que influyen en el entorno educativo.

La metodología del nuevo pacto educativo es mala: ¿por qué hay tanto secretismo?

Una visión optimista, a pesar de que el escritor no confíe en el resultado que pueda surgir de la subcomisión del Pacto Educativo, ya que considera que sigue una metodología equivocada y sospecha de su falta de transparencia. Él mismo fue, a través de los ‘Papeles para un Pacto Educativo’, uno de los grandes promotores de un acuerdo que, desvela, estuvo a punto de cerrarse, pero que se vino abajo en el último momento, como había ocurrido años antes con Ángel Gabilondo en el Ministerio de Educación. De su mano nos adentramos en el bosque pedagógico con la esperanza de que, como señala en el subtítulo del volumen, nos oriente para salir de él.

PREGUNTA. En los últimos años se han sucedido las innovaciones, las nuevas metodologías y las propuestas de cambio. Sin embargo, esta avalancha de información puede resultar paralizadora.

RESPUESTA. Es un sistema de autodefensa. Ante esta proliferación de cosas que no puedo dominar, vuelvo a mis posiciones de siempre, porque sé cuánto pueden dar de sí. Además, una parte importante de los estudios de evaluación de estos sistemas está reivindicando métodos antiguos, como la enseñanza directa, del profesor al alumno. Por lo tanto, hay muchas cosas que están dando pie a que el movimiento antipedagógico esté cogiendo mucha fuerza, lo cual no es bueno, porque hay cosas de las que sabemos mucho más ahora. Hay una necesidad en el mundo académico de publicar o morir, así que se cuenta lo mismo con un nuevo nombre. Esto produce aburrimiento.

P. Con un problema añadido, que es que en educación es más difícil saber qué funciona o qué no. Muchas de estas propuestas suenan bien, pero no es fácil conocer su verdadera utilidad.

R. La evaluación educativa es trascendental. La que se ha puesto de moda es PISA, pero no nos dice nada sobre los métodos, solo de los resultados. Tenemos que tomar otro camino. PISA, por ejemplo, después de haber defendido que la ratio entre alumno y profesor no influía, acaba de reconocer que sí. No podemos andar con estos bandazos, porque como ha tenido tanto éxito, lo que les interesa a los gobiernos es salir bien. Les da igual que sea una educación que conviene a los ciudadanos, que ayude al desarrollo personal… Y eso está creando una homogeneización de los sistemas educativos al mismo tiempo que dicen que hay que fomentar la autonomía de los centros, la innovación y la creatividad. Nos faltan elementos para evaluar lo que funciona y lo que no. Ahí es donde deberíamos investigar mucho más.

P. Y los gobiernos no han hecho nada.

R. No. Tampoco el español, aunque haya un instituto de evaluación educativa. A mí me pidieron que revisara un estudio de la OCDE en más de 20 países, el TALIS, sobre la calidad del profesorado. Cuál sería mi sorpresa al ver que era un estudio muy caro, con mucha estadística, pero en el que nadie había entrado a un aula. El mundo educativo tiene alergia a la evaluación. Cuando publiqué el ‘Libro blanco sobre la profesión docente’, una de las cosas que decía era que había que evaluar al profesor, y eso despertó críticas muy agresivas.

P. La innovación educativa se ha convertido en un reclamo publicitario. ¿Cómo pueden los padres distinguir el grano de la paja?

R. Lo mejor es no fiarse solo de lo que dicen los papeles y visitar el centro para ver cómo funciona. En la teoría, un modelo puede ser bueno, pero en la práctica no. Que los padres sepan lo suficiente para que no les den gato por liebre presentándoles cosas que no están fundamentadas, que tengan un sentido crítico. La elección del centro es muy importante.

El Pacto Educativo estuvo a punto de firmarse antes de las elecciones, pero se echaron atrás en el último momento

Me interesa el concepto de ‘talento’, distinto de ‘inteligencia’, que son unas capacidades básicas que se pueden medir, pero que se pueden aplicar bien o mal. Tenía un alumno en 1º de Bachillerato con 150 de coeficiente intelectual, pero que se hizo jefe de una banda de su barrio. Ahora tiene 25 años y está en la cárcel por tráfico de drogas. ¿Era muy inteligente o muy estúpido? Era inteligente porque lo decían todas las mediciones, pero era muy estúpido en la manera de utilizar esa inteligencia. ‘Talento’ es el buen uso de la inteligencia, que tiene que ver con elegir bien las metas, gestionar las emociones y las virtudes de la acción (tenacidad, capacidad ante la frustración…). Esto es en lo que tienen que centrarse.

P. ¿Es la mejora de la Formación Profesional el futuro inmediato de la educación en España, como señalan tantas voces?

R. Creo que puede haber una trayectoria más parecida a la alemana: una persona hace Formación Profesional y luego va a la universidad. El problema surge porque España es una sociedad muy clasista, y el ascenso social no ha funcionado nunca. Una de las maneras era tener una carrera universitaria. Eso presionó a la baja a las universidades, que tuvieron una función social respetable, pero distinta a la que debían tener. Se trata de que sean universitarios que quieren estudiar, no que quieran poseer un título por cuestiones sociales, porque hemos producido una hipercualificación de puestos de trabajo.

P. El paradigma tradicional y el moderno se miran con desconfianza. ¿Qué deberían aprender uno de otro?

R. En primer lugar, que los maniqueísmos son malos. En segundo, identificar lo bueno y lo malo de cada uno. Lo que tienen de malo los dos es que ninguno tenía una idea lo suficientemente potente de qué son la inteligencia y la memoria humanas y en qué consiste el proceso de aprendizaje. Ese es el centro de la pedagogía. Tiene que prolongarse con un análisis de las finalidades de la educación, de los contenidos para conseguir esas finalidades y de los métodos para enseñar. No tenemos una ciencia de suficiente nivel para decidir todos estos temas. La pedagogía se nos ha quedado pequeña, y por eso reclamo una ciencia de superior nivel. A falta de otro nombre, la llamo ‘filosofía de la educación’.

Les sugerimos ingresar, y ampliar la información en: ENTREVISTA CON JOSÉ ANTONIO MARINA “A los gobiernos les da igual cómo es la educación, solo importa salir bien en PISA”.

Este contenido ha sido publicado originalmente por El Confidencial en la siguiente dirección: elconfidencial.com



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