La opinión sobre la educación en Alemania del profesor y psicólogo escolar Josef Kraus (Eichstätt, Alemania, 1949), presidente de la Federación Alemana de Profesores, es descrita por Rosalía Sánchez, corresponsal en Berlín de ABC (España), y que compartimos con fines únicamente educativos – pastorales, y analiza el sistema educativo, el rol de los padres, el stress escolar, el sistema de evaluación, la orientación vocacional, importancia de la lectura, la autoridad, el uso de los teléfonos móviles y dispositivos electrónicos, y recomendaciones a los padres.
En su libro “Wie man eine Bildungsnation an die Wand fährt: Und was Eltern jetzt wissen müssen” (Cómo conducir una nación que se forma como la pared: Lo que los padres necesitan saber ahora.), Kraus “arremete contra lo que denomina la «pedagogía peluche»”.
Si bien el profesor Kraus analiza la realidad educativa alemana, como padres de familia y profesores nos será beneficioso conocer su análisis y critica a una educación que, según él, no prepara a los niños y jóvenes para la vida. En este mundo globalizado, en alguno o algunos escenarios escolares podríamos coincidir.
La acalorada crítica del profesor Josef Kraus al sistema educativo actual: «¡Abajo con la pedagogía peluche!»
Lo que están consiguiendo los sistemas educativos actuales en los que se trata al niño entre algodones.
Niños blandengues y adultos incapaces. Eso es, según Josef Kraus, lo que están consiguiendo los sistemas educativos actuales, en los que se trata al niño entre algodones, se evita a toda costa su frustración y se le mantiene en el limbo de una igualdad que no se corresponde con la realidad. Y algo debe saber del asunto porque es el presidente de la Federación Alemana de Profesores. El próximo 20 de marzo pone en la calle un libro en el que arremete contra lo que denomina la «pedagogía peluche» y en el que defiende que «cuantas menos dificultades encuentren los chicos en la escuela peor preparados estarán para afrontar las dificultades que encontrará en la vida». La presentación ya ha abierto un reñido debate en Alemania y ha apuntado un dedo acusador hacia los padres, en opinión de Kraus más preocupados en proteger a sus hijos y verse reflejados en sus éxitos que en enseñarles a vivir.
Su discurso a favor de una educación más espartana que sirva para fortalecer y hacer más resistente al individuo comienza con un análisis detallado de las consecuencias que están teniendo en varias generaciones los sistemas educativos nacidos del espíritu del 68, que tratan de exiliar de las escuelas la presión y el estrés. «Una escuela sin estrés y sin presión no es una buena preparación para la vida», defiende.
Critica una práctica muy extendida en muchos de los Bundesländer alemanes, que consiste en no valorar el rendimiento de los niños con una nota numérica, sino con un texto explicativo sobre sus avances y retos pendientes «que a menudo ni los padres entienden y que entran en una serie de detalles que acaban siendo más dolorosos que un aséptico suspenso». Se revuelve contra los padres que «embellecen» las tareas de sus hijos, recordando que «las tareas para casa son un elemento fundamental del aprendizaje de la independencia y la responsabilidad».
Insiste en que el hecho de que una gran mayoría de los estudiantes se oriente a la universidad es desaconsejable y solo sirve para que el nivel descienda, en perjuicio de la excelencia académica. «En Alemania hay 330 tipos de formación profesional y más de 17.000 estudios universitarios, eso conduce a una sociedad sobreacademizada e inoperante», asegura, «si todos tienen la selectividad, es como si ninguno tuviese la Selectividad». Y como buen profesor, pone tareas, especialmente a los padres.
«Los padres tienen que rebelarse contra este sistema, escenificar su protesta, olvidan que suponen un colectivo electoral al que los partidos tienen que hacer caso necesariamente. Son ellos los que deben tomarla iniciativa de la educación de sus hijos», arenga. Muy concretamente aconseja a los padres «desconfiar de coloristas programas lectivos que nunca se cumplen» y asegurarse de que sus hijos tienen que aprender memorizando muchos datos. «Los niños tienen que aprender hechos, todo lo que no sepan, se verán obligados a creerlo», señala.
«Sobre todo es necesario que en los colegios se vuelva a leer», exige, «y me refiero a libros enteros, no a una página suelta de un libro sobre la que luego se plantean tareas de comprensión lectora… aunque solo sea por motivos pragmáticos… está comprobado que las personas que leen regularmente libros obtienen unos ingresos un 21% más altos que la media…». Y en este punto hace un paréntesis para explicar que los padres no deben obligar a los niños a leer, sino sencillamente darles ejemplo: «Sentarse a leer todas las tardes en el salón de la casa, en lugar de andar enganchados constantemente a los aparatos electrónicos que desaconsejan a sus hijos».
Kraus anima a los padres a «tener el valor de mostrar autoridad y a tomar las decisiones», contra la tendencia actual de dejar que los chicos elijan lo que aprenden y cómo lo aprenden: «Los niños necesitan a sus padres como agentes de decisión, como una autoridad positiva y como auténticos ejemplos», escribe, alentando a plantar resistencia a cualquier pedagogía complaciente con los niños porque «cuando no son contestados y no encuentran límites, se sienten perdidos y ni siquiera conocen lo que son capaces de hacer».
Algunas de sus recomendaciones a los padres parecen sencillas, pero para nada fáciles de aplicar hoy en día, como la que tanto repite: «háganles esperar, den largas a sus deseos, porque conseguir sus caprichos en el momento les evita prepararse para la derrota y formar su autodisciplina». Y denuncia, en un ejercicio de autocrítica corporativa, que tras muchas de las líneas blandas del sistema educativo lo que hay son profesores poco comprometidos que optan por la vía más cómoda. Se queja por ejemplo, de que se haya abandonado la práctica de «nachsitzen», que es como se dice en alemán a quedarse en el colegio después del horario lectivo para repetir una clase por no haber estado atento en su momento.
En este exhaustivo repaso, la peor parte se la llevan seguramente los teléfonos móviles y dispositivos electrónicos que los niños llevan en el bolsillo para estar permanentemente localizados, que aumentan la tranquilidad de los padres pero que reducen su campo de libre movimiento y que, sobre todo, evitan que se aburran. Kraus está convencido de que«los chicos necesitan aburrirse» y nos hace una seria advertencia: «El multitasking enferma».
Este contenido ha sido publicado originalmente por ABC (España) con Laura en la siguiente dirección: abc.es