“La educación entraña la tarea de promover libertades responsables, que opten en esa encrucijada con sentido e inteligencia; personas que comprendan sin retaceos que su vida y la de su comunidad está en sus manos y que esa libertad es un don infinito solo comparable a la inefable medida de su destino trascendente.
Esto es lo que está en juego cuando ustedes van todos los días a sus colegios y encaran ahí sus tareas cotidianas. Nada más ni nada menos, aunque a veces el cansancio y las dificultades les instilen [tr. Echar gota a gota un líquido en algún sitio.; fig. Infundir insensiblemente en el ánimo [una doctrina, afecto, etc.] dudas y tentaciones, aunque por momentos el esfuerzo parezca insuficiente ante las colosales dificultades de todo orden que se interponen en el camino.
Ustedes son educadores; ser educador es comprometerse a trabajar en una de las formas más importantes de promoción de la persona humana y su dignidad.
Como educadores, tendrán que asumir el desafío de contribuir a una nueva sabiduría ecológica que entienda el lugar del hombre en el mundo y que respete al mismo hombre que es parte del mundo. No basta con reconocer y vivir una nueva conciencia ecológica que supere toda reducción determinista a lo natural-biológico, y una nueva conciencia humanística y solidaria que se oponga a la bruma del egoísmo individualista y economicista. Las mujeres y hombres que vivimos en la tierra soñamos con un mundo nuevo que en su plenitud probablemente no veremos con nuestros ojos, pero lo queremos, lo buscamos, lo soñamos. Esta conciencia de trascendencia como apertura es imprescindible para ustedes, queridos educadores. Sabemos que educar es apostar al futuro. Y el futuro es regido por la esperanza.
No hay peor antropología que una antropología de la intrascendencia para la cual no hay diferencias: con la misma vara con que se mide cualquier objeto, se puede medir a una persona. Se calculan “gastos”, “daños colaterales”, “costos” … que solamente empiezan a “trascender” en las decisiones cuando los números abultan: demasiados desocupados, demasiados muertos, demasiados pobres, demasiados desescolarizados… Las personas no se pueden “contar” ni “contabilizar”. No hay reducción posible de la persona a un denominador común (numérico o como se quiera) entre sí y con otras cosas del mundo.
[Como educadores] estamos llamados a aceptar el riesgo de protagonizar una nueva educación, […] que nos empuja a romper, partir y desplazarnos para ir más allá de lo conocido, hacia las periferias y las fronteras, allí donde está la humanidad más herida y donde los chicos y chicas, por debajo de la apariencia de la superficialidad y conformismo, siguen buscando la repuesta a la pregunta por el sentido de la vida. En la ayuda para que nuestros hermanos encuentren una respuesta también nosotros encontraremos renovadamente el sentido de toda nuestra acción y el gozo de nuestra vocación, el lugar de toda nuestra oración y el valor de toda nuestra entrega.
Permítanme terminar mi mensaje, como otros años, con algunas propuestas que junto a otras que a ustedes se les ocurran, puede que ayuden a llevar adelante estos deseos y propósitos. Lo haré en forma de preguntas:
¿Hace falta nombrar algunas de las prácticas normalmente aceptadas en las sociedades modernas que quedarían privadas de toda justificación si realmente se pusiera la dignidad trascendente de la persona por encima de cualquier otra consideración?
Cada uno es único. Todos importan totalmente y singularmente. Todos nos deben importar. Ni una sola violación a la dignidad de una mujer o un hombre puede justificarse en nombre de ninguna cosa o idea. De ninguna.
¿Por qué no intentamos vivir y transmitir la prioridad de los valores no cuantificables como la amistad, la capacidad de festejar y disfrutar simplemente de los buenos momentos, la sinceridad, esa que produce paz y confianza y la confianza que alienta la sinceridad?
Fácil decirlo, tan poético como suena… pero sumamente exigente vivirlo, ya que implica arrancarnos de mucho tiempo de eficientismo y materialismo enquistado en nuestras más arraigadas creencias…arrancamos del sometimiento y adoración al dios “gestión exitosa”.
¿Por qué no inventamos nuevas formas de encuentro entre nosotros, sin segundas intenciones? ¿Por qué no buscamos la forma de que el espacio del que disponemos en nuestros colegios pueda multiplicar sus potencialidades, imaginando formas de recibir colaboración e ideas de muchos, haciendo de nuestras casas lugares de inclusión y encuentro de las familias, los jóvenes, las personas mayores y los niños?
No será fácil: exige tener en cuenta y resolver multitud de cuestiones prácticas. Pero tener que resolverlas es eso: resolverlas, no renunciar a tratar de hacerlo.
Ensayemos estos y otros intentos. Veremos que una nueva humanidad se irá manifestando, más allá de los reduccionismos que achicaron el tamaño de nuestra esperanza. No basta con constatar lo que falta, lo que se perdió: es preciso que aprendamos a construir lo que la cultura no da por sí misma, que nos animemos a encarnarlo, aunque sea a tientas y sin plenas seguridades”.
Este artículo es un extracto muy resumido, muy personal, intencionalmente recortado (para que sea más global) y libremente simplificado del MENSAJE A LAS COMUNIDADES EDUCATIVAS (18/04/2007) elaborado por el Cardenal Jorge Mario Bergoglio SJ, Arzobispo de Buenos Aires (Argentina).
NOTA IMPORTANTE: Estos textos los compartimos por motivos únicamente educativos – pastorales, con el deseo que sean unas rutas de reflexión para todos aquellos que piensan estar o que estamos en la tarea de la educación. Han sido escogidos, tratando de optar por lo más universal y global posible. De esta manera, intentamos que sea útil a los maestros que, desde realidades diferentes de formación, de infraestructura, de reconocimiento social, … podamos detenernos un momento y recordemos que el ser maestros es una respuesta existencial a una vocación muy personal, y que sólo se realiza y plenifica en una comunidad; en esta escuela concreta, en esta comunidad educativa, en este momento histórico propio de mi país.
Si Usted está interesado, le recomendamos leer al texto completo en: «EDUCAR, UN COMPROMISO COMPARTIDO”.
“Cuando eres un educador siempre estás en el lugar apropiado a su debido tiempo. No hay horas malas para aprender” (Betty B. Anderson, 1908 -1966).
REDACCIÓN WEB DEL MAESTRO CMF